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Conoce a la única mujer jesuita de la historia

JUANA
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Adriana Bello - publicado el 31/07/17
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Aunque miles de féminas comparten los ideales de San Ignacio de Loyola alrededor del mundo, sólo hay una jesuita oficial en su congregación

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La Compañía de Jesús es, tradicionalmente, una organización religiosa masculina. Pero como reza el dicho, “el que persevera alcanza”, y hubo una mujer que se empeñó tanto en ser parte de los jesuitas, que logró serlo, convirtiéndose en la primera -y única- mujer que ha militado en la Compañía (aunque de forma secreta).

Su nombre era Juana de Austria y era nada más y nada menos que la hija de Carlos V y la emperatriz Isabel de Portugal.

Nació el 24 de junio de 1535 en Madrid y cuando tenía tan solo 4 años quedó huérfana de madre. Como su padre se encontraba batallando en África, Juana se refugió en el cariño de su hermana María, pero sobre todo, en el de su hermano
mayor y futuro rey, Felipe II.

Este se casó con María Manuela de Portugal y, por costumbres de la época, a Juana le tocó casarse entonces con el hermano de ella, Juan Manuel, cuando tenía tan sólo 17 años, convirtiéndose en princesa lusitana.

Pero a pesar de que fue un matrimonio arreglado, Juana y él parecían llevarse muy bien, incluso muchos aseguran que llegaron a amarse.

La felicidad no duró mucho. Ella quedó embarazada y, semanas antes de dar a luz, su esposo falleció a causa de una terrible enfermedad (unos historiadores dicen tuberculosis y otros diabetes).

La corte se lo ocultó para no ponerla en riesgo a ella ni al bebé (que era el heredero del trono de Portugal), pero al enterarse unos 18 días después del parto, se sumió en una profunda tristeza que, incluso, la hizo renunciar a sus joyas y vestidos más opulentos, vistiéndose de negro el resto de sus días.

La situación preocupó mucho a la corte portuguesa. ¿Por qué? Felipe II, tras haber enviudado también, había decidido volverse a casar con María Tudor, lo que implicaba que debía mudarse a Inglaterra, y Carlos V había pensado en Juana como la nueva regente de Castilla, comprometiendo así la integridad territorial por lazos dinásticos.

Ella asumió la responsabilidad, abandonó Portugal y tuvo que dejar a su hijo Sebastián al cuidado de la reina Catalina; de hecho, nunca más lo llegó a ver y asumió el rol de madre con el cuidado de sus sobrinos.

Juana de Austria dedicó su vida al gobierno de España y a alimentar su espíritu religioso. Aunque era considerada una joven bella e inteligente, no se interesó por ningún hombre de la corte.

Cuando María Tudor falleció, Felipe II debía abandonar Inglaterra sin derecho al trono según las leyes inglesas; entonces, asumió el reinado de España y le quitó esa responsabilidad a su ya agobiada hermana, quien constantemente era presionada
tanto por la corte como su propio padre.

Tras su gobierno, Juana pensó tomar votos como franciscana, que era lo que se esperaba en aquella época de una viuda sin intenciones de volver a contraer matrimonio, pero su interés estaba en la Compañía de Jesús de Iñigo de Loyola, por lo que entabló una buena relación con uno de sus miembros: Francisco de Borja.

Sin embargo, esta orden nunca había aceptado mujeres, pero fue tanta su insistencia (y probablemente su rango tuvo también algo de influencia) que consiguió formular sus votos en secreto asumiendo un pseudónimo masculino: Mateo Sánchez.

Su fe se intensificó y, dado que públicamente no podía ser parte oficial de los jesuitas, fundó el Convento de las Descalzas Reales en 1557, un recinto de Clarisas donde se retiró dos años después y desde donde también apoyó a su hermano y siguió colaborando con la crianza de sus sobrinos y sobrinas.

El 7 de septiembre de 1573 Juana de Austria falleció a causa de un tumor y fue enterrada en el convento que fundó.

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