Saber trabajar eleva nuestra dignidad, saber descansar es divino…La pregunta que nos hace el papa Francisco en tiempo de vacaciones es: ¿sabemos descansar? En el mes de julio, Bergoglio está de vacaciones a su estilo: escaso ocio y nada de viajes. Casa Santa Marta, la residencia donde vive en el Vaticano, será su refugio de la canícula y el sol de verano romano. Allí seguirá preparando textos y sus próximas visitas pastorales al exterior: Colombia (6-11 septiembre) y Perú-Chile (noviembre).
Rigor jesuítico preside sus horarios. Inicia su jornada a las 4.45 de la mañana. Lectura del breviario y meditación. El resto de la jornada principalmente prepara discursos, viajes apostólicos, encuentros. Religiosamente hace siesta, en la tarde (4.45) se reactiva. La jornada termina con una oración entre las 22.15 y las 22.45.
El Pontífice aprovecha el tiempo pero no reniega del descanso, que considera tan importante como el trabajo. No se trata de no hacer nada, sino de dar un sentido a las pausas cotidianas. De hecho, los religiosos dedican algunos minutos a pensar, dar gracias y reflexionar sobre lo ocurrido en la jornada.
El papa Francisco advierte de “la tentación de descansar de cualquier manera, como si el descanso no fuera una cosa de Dios”. Pide no caer “en esta tentación”. “Nuestra fatiga es preciosa a los ojos de Jesús, que nos acoge y nos pone de pie (Mt 11,28)”, enseña.
Y por último, nos invita a que en el momento de máximo cansancio nos rindamos a Dios, que nos renueva en la oración y la reflexión.
“¡Qué difícil es aprender a descansar!”, dijo a sus sacerdotes, pero esto se aplica también a las personas con familia, solteras o que tienen varias actividades.
A continuación, pueden ayudarnos algunas preguntas a este respecto. Vamos a adaptarlas a la vida familiar y a la cotidianidad en tiempo de verano (o también en las vacaciones de invierno). Son tomadas de la homilía del 2 de abril de 2015:
- ¿Sé descansar recibiendo el amor, la gratitud y todo el cariño que me da mi familia? O, luego del trabajo, ¿busco descansos más refinados, no los de la gente sencilla sino los que ofrece el mundo del consumo?
- ¿El Espíritu Santo es verdaderamente para mí “descanso en el trabajo” o sólo aquel al que invoco vagamente para que me ayude cuando estoy en dificultad?
- ¿Sé pedir ayuda a algún sacerdote sabio o una persona mayor? ¿Sé descansar de mí mismo, de mi auto-exigencia, de mi auto-complacencia, de mi auto-referencialidad?
- ¿Sé conversar con Jesús, con el Padre, con la Virgen y san José, con mis santos protectores amigos para reposarme en sus exigencias —que son suaves y ligeras—, en sus complacencias —a ellos les agrada estar en mi compañía—, en sus intereses y referencias —a ellos sólo les interesa la mayor gloria de Dios—?
- ¿Sé descansar de mis enemigos bajo la protección del Señor?
- ¿Argumento y maquino yo solo, rumiando una y otra vez mi defensa, o me confío al Espíritu Santo que me enseña lo que tengo que decir en cada ocasión?
- ¿Me preocupo y me angustio excesivamente o, como Pablo, encuentro descanso diciendo: “Sé de quién me he fiado”(2 Tm 1,12)?
Asimismo, Francisco defiende el descanso que es el derecho que todos tenemos cuando hay trabajo, pero si la situación es de desempleo, de trabajo en negro, de precariedad “¿cómo yo puedo descansar?”, cuestionó.
Es “una vergüenza”, sentenció. Lo hizo durante un encuentro con los administradores y empleados del INPS, Instituto Nacional de Providencia Social en Italia, en ocasión del centenario de su fundación, el pasado 7 de noviembre de 2015 en plaza de San Pedro.
Así podemos decir que en condiciones justas el trabajo eleva nuestra dignidad, al mismo tiempo saber descansar es divino porque es ocasión igualmente para acercarnos a Dios a través de jugar con nuestros hijos, pasear con nuestra pareja en la playa, compartir una comida con un amigo o regalar una sonrisa a alguien que lo necesita.