StartUp: La unión hace la fuerza

Una serie sobre el fenómeno de las empresas tecnológicas por internet que propone la amistad como respuesta al poderEn este último mes hemos visto cara y cruz de las criptodivisas, esas monedas que prometían ser una salida al control financiero que ejercen los bancos y los Estados. Por un lado, hemos conocido a Erik Finman, el chico que a los 12 años invirtió en bitcoins y ahora, con 18 años, es ya más que millonario. Del otro, hemos visto caer más de un 20% estas divisas por culpa de dificultades electrónicas. ¿Son las criptomonedas un bluf o son algo sólido y digno de esperanza? Con el lema «la unión hace la fuerza», StartUp, la serie de Ben Katai (Beneath), habla de ello para dar un paso más. Y este resulta más que interesante.

Para que nos entendamos: una startup es un negocio que empieza. En concreto, vendría a ser una empresa casi siempre tecnológica que funciona por internet; vaya, que puede crecer como la espuma.

Pues bien, la primera serie lanzada por Crackle, la plataforma de Sony, explora qué pasa cuando una mente brillante con corazón bondadoso mete la cabeza en la boca del león. Esto es: qué pasa cuando Izzy, la creadora de una bitcoin solidaria, cree que el mundo de los negocios es tan puro como ella… ¿Podrá con su idea? ¿Podrá sola? No. Por algo gritan los haitianos de la serie que la unión hace la fuerza.

Estamos en Miami, la ciudad con más inmigrantes de USA. Una ciudad construida sobre delitos fiscales. Bandas, drogas, pobreza, empresarios, magnates, lujo… Vicio, mucho vicio. Por ahí anda de todo, y como en la vida, nadie es puro. Quien esté libre de mal que tire la primera piedra.

Como Miami, esta es una serie coral y multicultural. Izzy (Otmara Marrero) es la creadora cubana de una startup, GenCoin, que pretende ser la revolución del dinero: nada de bancos, nada de intermediarios; el mercado libre de la moneda. Una suerte de comunismo financiero. Así habrá justicia, cree. Nick (Adam Brody) es un joven banquero rico y blanco; su padre se las pira dejándole dinero ilegal para que lo blanquee; el chico ve en el negocio de Izzy una oportunidad para ello. Pero se le cruza Phil Razz (Martin Freeman), un agente federal especialista en delitos financieros.

Phil persigue al padre de Nick. ¿Poli bueno? Pues no; por algún motivo que tiene que ver con el padre de Nick, el agente se ha vuelto corrupto. A la vez, aparece Ronald (Edi Gathegi). Líder de una banda de haitianos que están en guerra contra el otro clan de la ciudad, Ronnie perseguirá a Nick y a Izzy; la cosa es clara: el dinero ilegal de su barrio delictivo está en la inversión de Nick en el GenCoin de Izzy. Vaya lío in crescendo…

Ciertamente, sigue habiendo corrupción en Miami. Pero StartUp va más allá. No todo el pescado está vendido. En la vida hay opciones. Vivir va de esto, confiesa Ronnie, el malote. Y es así. Paradójicamente Nick, el pijo, Izzy, la hipster, y Ronnie, el matón, hacen buenas migas en seguida porque los tres ven en GenCoin la posibilidad de una redención, de salir de un pasado de invisibilidad, injusticia y muerte. Por dinero la gente mata; por dinero, dejará de matar. GenCoin es esto. La unión hace la fuerza.

Vivimos en un software diseñado por niños buenos de barrios seguros. StartUp propone el dinero, el negocio, como una relación de amigos, como un lugar de amor y perdón. ¿Cuál es el origen de la pobreza? Para Nick, Izzy y Ronnie son distintos aunque se encuentren; no depende ni de la clase social, ni del bolsillo, ni de los estudios o el gobierno.

Por eso la tríada se reconoce necesitada por igual. «¿Quién eres?», se pregunta Ronnie, nos pregunta Ronnie. Y he ahí una pregunta existencial que emerge en una serie a priori banal, sobre todo por lo que puede parecer en sus primeros capítulos y sus ganchos para el público norteamericano. No importa que estés podrido, pase lo que pase, sigues siendo tú. Bienaventurados los pobres de corazón.