“El hombre satisfecho, limitado por las circunstancias, hace de esos muchos límites la cura de su inquietud”
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He estado tan aburrida últimamente… Paso mucho tiempo sólo siguiendo al niño, intentando evitar que se rompa la cabeza con cualquier cosa. Esta es la vida que escogí, y me encanta. No la cambiaría por nada del mundo. Pero aun así, buf, puede ser aburrida.
Durante unas pocas semanas estuve insistiéndole a mi marido en que necesitábamos movernos. Yo necesitaba una nueva casa, un cambio de escenario, ¡entonces sería feliz! ¿O quizás sería feliz cuando cambiara el tiempo, o si renovaba todos los muebles, o si me cortaba el pelo?
Quedé consternada, consternada, cuando nada de eso ayudó.
¿Entonces qué se supone que hay que hacer con la monotonía? ¿Cómo puedes combatirla? El camino de la felicidad de Fulton Sheen me dio un buen toque. És escribe: “Uno de los mayores errores es pensar que la satisfacción viene de algo externo a nosotros más que de una cualidad del alma… El hombre satisfecho, limitado por las circunstancias, hace de esos muchos límites la cura de su inquietud”.
Yo pensé: “Así… parece que yo sea el problema, no los detalles de mi vida. Uf, odio cuando pasa esto”.
Vale, entonces, si cambiar mi vida no es la respuesta, ¿como voy a cambiarme yo para ser una persona satisfecha? No es como si pudiera darle a un interruptor y mágicamente estuviera contenta con mi monótono ritmo de vida, ¿sabes?
Mi director espiritual me recordó algo importante, que puedo empezar este cambio escogiendo no preocuparme tanto por el aburrimiento. Los norteamericanos modernos hacen esta extraña suposición, dijo, de que la monotonía es algo malo y tienes que combatirla o no serás feliz.
Dudo de que alguno de los primeros colonizadores de América se sintiera así porque su vida viniera con enormes dosis de monotonía, esa felicidad estaba fuera de su alcanza. ¿Y qué hay de los campesinos medievales que comían la misma comida, trabajaban los mismos campos y nunca dejaban sus pequeñas aldeas, donde estaban de facto insatisfechos? De alguna manera, no creo que Dios hiciera la felicidad humana tan difícil de lograr que tengas que ser rico y enérgico para alcanzarla.
Así que quizás desafiar esa suposición sea un buen comienzo. La monotonía no estropea tus posibilidades de felicidad. ¿Cuál es el siguiente paso?
Sheen veía que la clave de la satisfacción se encuentra más allá de nuestras circunstancias limitadas, no escapando a esas circunstancias. Esto me recuerda una cita del corcho de la consulta de un doctor: “El momento de ser feliz es ahora”. La felicidad, y la satisfacción, y la paz, no existen en el futuro ni en el pasado. Sólo pueden sentirse en el momento presente, así que quizás no debería acabar frases que empiezan por “Seré feliz cuando…”. Esta es definitivamente la dirección incorrecta.
El resultado de todo mi típico aburrimiento por “problemas de Primer Mundo”, en definitiva, es que me fuerza a tomarme en serio una parte de mi fe que gasto mucha energía tratando de evitar. Jean-Pierre de Caussade lo llama “el sacramento del momento presente”.
La idea es que el momento presente es un sacramento porque es donde nos encontramos con Cristo. Incluso cuando estamos cansados o aburridos o de mal humor.
El futuro no existe, y no tenemos poder sobre el pasado, así que lo que sea que el presente ha traído es donde va a estar Cristo, también.
Porque el momento presente es nuestro lugar de encuentro con Cristo, es sagrado. Si Cristo está ahí, entonces supongo que el potencial para la satisfacción debe estar ahí también. No encuentro que sea tan fácil recordarlo, y menos ponerlo en práctica, pero me ha ayudado un poco con mi frustración.
El tiempo gastado aburrida no tiene por qué ser tiempo perdido. Es una oportunidad, tanto como cualquier otro, de encontrarse con Dios, e incluso cuando el momento presente mismo pasa por cortar el césped o lavar la ropa, puede ser un momento real de gracia. Debería recordarlo para agradecerlo, al menos.