Entrevista a Andreas Muñoz, actor protagonista del filme “Ignacio de Loyola”
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Con producción filipina en su totalidad, el filme Ignacio de Loyola -que se estrenó este viernes en toda España- está interpretado por un elenco de actores españoles que encabeza Andreas Muñoz en el papel protagonista, y tiene distribución en España de la sevillana European Dreams Factory, la más importante de Andalucía, líder nacional en la promoción del cine de valores.
Muñoz, madrileño de 27 años, ha estado recientemente en España promocionando la película. Amante de los deportes, es uno de los actores jóvenes más habituales del panorama audiovisual del momento. Debutó en el cine con El Espinazo del Diablo (Guillermo del Toro, 2001) y tiene una trayectoria teatral a sus espaldas, y fuera de nuestras fronteras, muy amplia y diversa, en la que ha dado vida, entre otros, a Hamlet. Hemos estado con él para conocer todas sus inquietudes artísticas.
Eres un hombre joven y es atípico, en estos casos, que personas así se interesen por películas o personajes con la Iglesia de telón de fondo, independientemente de las creencias…
No tengo reparos en decir que soy católico y que mi trabajo consiste en hacer películas.
¿Por qué decir sí a interpretar a san Ignacio de Loyola?
No sólo es un personaje histórico de relieve, fue un hombre de mundo que experimentó la conversión y dejó tras de sí un legado importantísimo. ¡Cómo no hacer un personaje tan apasionante!
¿Las claves sobre este personaje venían ya explicitadas en el guión?
Sí, en gran medida el texto daba pautas suficientes para que pudiera encontrarme con Íñigo y con Ignacio.
¿Se refiere al hombre y al santo?
Eso es. A mí lo que me resultaba más atractivo, a raíz, del guión, fue construir el personaje. Que no viniese allí todo trillado. Fue un proceso bastante complejo, aunque no por eso menos emocionante. Meterse de lleno en la vida de un hombre así no sólo te toca profesionalmente, sino también en el plano más personal. Además es que ya sentía una gran admiración por él.
¿Y cómo hizo para distinguir a uno del otro?
Los dos eran el mismo, naturalmente, pero sí quise dejar bien claro, en la primera parte de la película, cómo es el hombre rudo, guerrero, tenaz, al margen de cualquier consideración moral, muy determinado, perfeccionista y vanidoso. Y en la siguiente parte de la historia quise mostrar el aspecto y el tono de santidad que se apoderaba del personaje que resultó ser más peregrina y más espiritual.
El director Paolo Dy y yo hemos querido mostrar ese Íñigo con su parte de egoísmo y fuego, y cuando afrontamos la imagen del santo, quedamos en que sería agua. Al final, la película quiere mostrar que Ignacio logra el equilibrio entre fuego y agua. Fue un reto muy grande.
¿Qué conocía de esta figura tan ilustre?
Nada. Comencé a estudiar mucho sobre él, a leer su biografía, visitar museos, analizar cuadros. Todo aquello que me permitiese empaparme de él. Por cierto, que era curioso porque encontraba mucha información de Ignacio de Loyola, cuando tenía en torno a los 35 años, pero no de la parte previa, la de Íñigo, que es lo importante de esta película.
¿Y qué porcentaje de san Ignacio de Loyola hay en ti ahora, tras haberlo descubierto?
Bastante, sobre todo por lo que ahora significa en el mundo contemporáneo. Me explico. En los tiempos actuales todo va muy rápido, no nos paramos a pensar o escuchar a la persona que tenemos al lado y en el pasado está la clave de nuestras vidas y de nuestro futuro.
Y en ese sentido leer los Ejercicios Espirituales me han ayudado mucho. Para quien no lo sepa, el método Stanislavski de teatro está basado en esos Ejercicios.
¿Qué mensaje quiere transmitir al espectador en esta película?
Que el trabajo duro tiene recompensa y que no estamos solos. Cada uno tiene un sueño, una meta… Si quieres ir a por ella con esfuerzo todo llega. Y también recordar lo importante que resulta acudir a las salas a ver esta película durante el primer fin de semana. De ello depende la continuidad de una historia tan hermosa como ésta.