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“Sé que las hermanas de mi marido me critican. Noto sus caras de desprecio. En cualquier reunión familiar evitan conversar conmigo. Me siento una fracasada cuando están presentes”.
¿Qué mujer a lo largo de su vida no ha sentido que es blanco de críticas por parte de otras mujeres? ¿Y quién no ha formado parte de una conversación en la que se acusaba a una de ellas de ser protagonista de un rumor o se la ridiculizaba por su aspecto físico? El maltrato psicológico a las mujeres por parte de otras de su mismo género tiene un nombre wollying. Es la suma de dos conceptos: woman + bullying y se investiga desde hace 20 años.
Si algo caracteriza al género femenino es la intuición, y es poco probable que falle cuando una mujer se siente víctima de un trato vejatorio por parte de una o de un grupo de sus congéneres. Y esta agresión, sin importar el grado, repercute negativamente en la persona que la recibe y también en quien la hace.
Hay, además, una edad en la que el wollying suele ser devastador para la mujer: la adolescencia y primera madurez. Según investigaciones realizadas por Tracy Vaillancourt, de la Universidad de Ottawa en Canadá, las adolescentes, rodeadas de competitividad y crítica propia de la edad, se pueden exponer a un escenario de acoso y maltrato psicológico que puede incidir de forma permanente en su autoestima.
Ahondamos en el wollying preguntando al psicólogo Pedro Martínez, Director Terapéutico de Neurosalus:
Defendiendo y haciendo valer nuestras propias opiniones y nuestros valores. Se pueden criticar comportamientos, pero no a las personas, y menos de forma insultante. Si nos encontramos ante una situación en la que se denigra a otra persona, tenemos que poner límites, teniendo claro dónde se sitúan las líneas rojas en las opiniones y juicios hacia los demás.
Vivimos en una sociedad en la que todos contribuimos al desprestigio de los otros, sin darnos cuenta de que muchas veces invadimos sus vidas con una impunidad y complicidad sorprendentes; el desprestigio y la crítica hacia el contrario está mejor visto que la defensa de sus derechos. No vale con refugiarse en que la sociedad es así y que cada uno tiene que preocuparse de sí mismo. Si no nos damos cuenta de que nuestro bienestar individual va a depender del bienestar común, tarde o temprano seremos nosotros las víctimas. Mostremos también valentía denunciando y no permitiendo estos comportamientos acosadores y de maltrato psicológico.
Ante todo, y cuanto antes, pedir ayuda: una sola no puede abordar, ni resolver una situación que requiere el apoyo y la complicidad de todos.
Mi consejo es que si estamos en una fase inicial de acoso no dudemos en movilizar inmediatamente al entorno. La primera reacción ante una conducta acosadora suele ser la del autocastigo: la víctima suele justificar los comentarios de su maltratadora haciéndose reproches a ella misma y escondiéndose de los demás. Si en este estado inicial no se reacciona hablando con amigas y familiares, la mujer acosada se aislará y podrá generar sensaciones de inseguridad e indefensión difíciles de afrontar en el tiempo.
Si la mujer ya lleva tiempo siendo acosada, le sugiero valentía y determinación. Valentía para comunicar a los demás su grado de malestar psicológico, y determinación para luchar contra este tipo de situaciones, demostrando a su “verdugo” que no lo teme, reivindicándose ante ella misma y ante su maltratadora. No olvidemos que las acosadoras se nutren de la inseguridad y falta de confianza de sus víctimas.
El wollying es un tipo de comportamiento que responde a un patrón de maltrato psicológico, de acoso… Se puede esperar, por tanto, que la mujer que lo padece desarrolle todos los síntomas propios de este tipo de situaciones: desequilibrio emocional, baja autoestima, pobre autoimagen, sensación de inseguridad, de indefensión, de miedo, de rechazo, de soledad, de incomprensión…
Esta vivencia mantenida en el tiempo ocasiona estados de alerta permanente característicos de episodios de estrés postraumático y aumenta el riesgo de que desemboquen en fobias específicas, ansiedad generalizada e incluso, trastornos de conducta alimentaria y trastornos dependientes de personalidad.
En el otro lado, la acosadora utiliza su conducta para protegerse del mismo daño que ella causa: la crítica, el descrédito, el rechazo... Esto suele ocasionar un comportamiento obsesivo dirigido al control de aquellos detalles que ella considera imprescindibles para mantener ese estado prevalente respecto a las demás y que suelen fundamentar el contenido de sus críticas: el cuidado de la imagen, un interés desmedido en resultar atractiva tanto para los hombres como para las otras mujeres, o por ser la mejor madre y esposa o la mejor profesional…
La exposición continuada a este tipo de exigencias puede dar lugar a cuadros psicopatológicos que tienen como denominador común el estrés, la ansiedad y la conducta obsesiva por determinados aspectos de la imagen y de la competencia social.
Los psicólogos sabemos que la oración, para las personas creyentes, puede funcionar como una especie de “ejercicio de fortalecimiento mental” y puede tener aspectos positivos en el control de la ansiedad y la depresión, en el desarrollo de la empatía, y en mejorar el funcionamiento cognitivo e intelectual. También, la oración puede ayudar a amortiguar los efectos del estrés.
En las situaciones de acoso que estamos comentando, además de comunicarlas y solicitar apoyo, tanto al entorno más próximo como a los profesionales especializados, puede ser de gran ayuda buscar en la oración ese momento de paz interna psicológica tan importante para potenciar la confianza y fuerza necesaria en el afrontamiento de tales episodios.
El psicólogo Pedro Martinez es Director Terapéutico de Neurosalus.