Parece extraño y macabro, pero es que ese es precisamente el objetivo
Cuando contemplamos arte cristiano, es muy común ver calaveras junto a un santo o quizás al santo sosteniendo la calavera y mirando a sus ojos huecos. ¿Por qué? ¿No es un poco macabro?
Bueno, sí, pero es que ese es exactamente el objetivo.
Se incluyen calaveras en los retratos de santos para enfatizar su sabiduría y su consciencia constante de su propia mortalidad. La muerte estaba constantemente en sus pensamientos y eso les motivaba para aspirar a la perfección.
La frase latina memento mori (‘recuerda la muerte’) la han empleado la Iglesia y muchos santos a lo largo de los siglos para subrayar esta práctica espiritual. Es un simple reconocimiento de que “polvo somos y en polvo nos convertiremos”, según nos dicen al comienzo de la Cuaresma. Esta frase nos recuerda que nuestras vidas terrenales son muy breves y que desconocemos el día o la hora en que Cristo vendrá para llevarnos a nuestro hogar.
Algunos santos fueron un paso más allá y ponían una calavera en su escritorio, como san Gerardo. Según el sacerdote John Bartunek, “el papa Alejandro VIII incluso encargó al gran artista barroco Bernini que esculpiera un diminuto féretro de mármol para él cuando fue elegido papa. Lo conservaba en su escritorio para recordarle que algún día fallecería y tendría que rendir cuentas con el Señor sobre cómo vivió su ministerio papal”.
Por mucho que uno trate de escapar de ella, la muerte nos llegará a todos. No hemos encontrado una “fuente de la juventud” que nos conceda la reversión de los años. La ciencia todavía no ha creado una pastilla que nos garantice la vida eterna en la tierra (ni la creará nunca).
Todos morimos. Lo santos recordaban este simple hecho y no querían olvidarlo. Sabían que Dios les juzgaría cuando murieran y no querían llegar ante Él de manos vacías.
Es sano meditar sobre la propia muerte y es beneficioso espiritualmente. Si uno no tiene un miedo saludable a la muerte, olvidará sus deberes cristianos en la tierra.
Al mismo tiempo, también es saludable tener un cierto deseo por la muerte, sabiendo que, si uno vive cerca de Dios, la muerte será un pasaje a la Vida Eterna. Para los cristianos, la muerte es tanto una maldición como una bendición. Es un castigo debido a un mundo caído, pero también un regalo que acerca rápidamente a una unión perfecta con Dios.
Los santos entendían esto y, para reconocer su sabiduría, los artistas los pintaban sosteniendo calaveras o cercanos a ellas.