Un estudio que pone en entredicho la Eutanasia
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Un estudio recientemente publicado por el New England Journal of Medicine apenas la semana pasada, ha puesto en entredicho la eutanasia, llamada en Estados Unidos y Canadá “la muerte médicamente asistida”. El trabajo muestra –con sorpresa para muchos defensores de la “muerte dulce”—que las razones dadas por los pacientes que quieren poner fin a sus vidas tienen más que ver con el sufrimiento psicológico que con el sufrimiento físico.
Basado en información de la Red de Universidades de Salud de Canadá (Toronto), la investigación, pionera en su tipo, representa a 74 personas que pidieron asistencia para morir entre marzo de 2016 y marzo de 2017. La mayor parte de estos pacientes fueron personas de raza blanca diagnosticadas de cáncer o de desordenes neurológicos como esclerosis lateral o de la enfermedad de Lou Gehrig, así como amiotrofia.
La Ley que ampara la muerte médicamente asistida en Canadá –conocida como MAiD—permite que adultos con enfermedades muy serias en estado avanzado, o con enfermedades consideradas como incurables, buscar ayuda para morir.
En la Red Universitaria de Salud, misma que opera en los más grandes hospitales de Canadá, los pacientes deben ir a través de numerosos niveles de evaluación hasta que conozcan la criteriología de una decisión medica de esta naturaleza. Luego, pueden ir al hospital y recibir una inyección intravenosa letal.
Para muchas personas la muerte por enfermedad terminal sería sinónimo de dolor físico insoportable. Gran parte de la discusión sobre el suicidio asistido se ha enfocado en los cuidados paliativos y en la compasión para con los pacientes cuyo sufrimiento por el cáncer ya no puede ser controlado ni por los más poderosos opioides.
La angustia y el miedo a depender de otros
Pero eso no es exactamente lo que demuestra este nuevo estudio. Es “la angustia existencial” lo que provoca mayoritariamente la petición de suicidio asistido, según la investigadora y profesora de la Universidad de Toronto Madeline Li, quien agregó en una entrevista concedida al Washington Post: “La calidad de vida no es la que desean tener; la mayoría son personas exitosas que han podido controlar sus vidas y así es como quieren morir”.
Una de las cosas que traen en mente estos pacientes es el concepto de “autonomía”. Es un amplio concepto por medio del cual los pacientes quieren tomar sus propias decisiones y no depender de otros.
Estudios previos habían encontrado circunstancias más o menos parecidas, pero no en la proporción tan elevada como éste. La sorpresa final es que la gente pide el fin de su vida no cuando el dolor se les hace intolerable, sino cuando la existencia se les hace angustiosamente imposible de manejar bajo un criterio de autonomía y control.
Lo que los lleva a elegir la inyección letal es “angustia existencial” y no dolor terminal.
Con información de The Washington Post