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Del caldero a los estigmas, esta santa aprendió a sufrir con Jesús

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Larry Peterson - publicado el 25/05/17
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Anna Schäffer le dijo a Jesús: “Haz conmigo lo que quieras”

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Los santos son joyas espirituales con historias que nos quitan el aliento. Saluden a una de esos extraordinarios santos: Anna Schäffer.

Anna Schäffer nació en una humilde familia obrera de Mindelstetten en Baviera el 18 de febrero de 1882. La tercera de seis hermanos, Anna fue una buena estudiante, trabajadora, de buenas notas. De pequeña sintió una profunda vocación a la vida religiosa, pero las circunstancias a veces se interponen en el camino y cambian nuestro destino.

El padre de Anna falleció con 40 años, cuando Anna tenía 14. Corría el año 1896. Anna ya trabajaba a tiempo parcial en una casa de Regensburg, pero ahora su familia había caído en la pobreza. Su sueño había sido el de entrar algún día en una orden religiosa, pero las circunstancias la obligaban a trabajar para ayudar a mantener su familia.

Pasó por varios empleos y por fin llegó a uno en un pub llamado Gameskeeper’s Cottage, en la ciudad cercana de Stammham. Una parte de las obligaciones de su trabajo era hacer la colada.

Las lavadoras de la época victoriana estaban diseñadas con un fuego inferior que hacía hervir el agua de la cuba superior. Estas máquinas tenían tubos de metal galvanizado que servían de tiro para ventilar el humo hacia el exterior del edificio. El tiro de la máquina que estaba usando Anna se soltó de la pared, así que Anna escaló al borde de la cuba para devolver el tubo a su posición. Perdió pie y calló dentro del agua jabonosa e hirviendo. De repente estaba sumergida hasta las rodillas en el caldero de agua hirviendo, así que sus piernas quedaron escaldadas.

Llevaron urgentemente a Anna al hospital. Nada de lo que intentaron consiguió ayudarla. La operaron más de 30 veces, todas con un dolor atroz, ya que tenían que rasgar la piel muerta para quitarla y poder vendar de nuevo las piernas de la muchacha. La dieron por perdida y los expertos supusieron que moriría de infección. Los injertos de piel no asentaban y Anna quedó inmovilizada.

Sin embargo, por alguna inexplicable razón, Anna se estabilizó y en tres meses le dieron el alta.

Los médicos locales, incapaces de ayudar a Anna, la enviaron varias veces a la clínica universitaria de Erlangen para recibir tratamiento. Pero fue algo que solo le trajo angustia, ya que los “expertos” experimentaban con varios tratamientos “nuevos” en su intención de ayudarla. Incluso rompieron a la fuerza las articulaciones de sus pies, varias veces, para liberarlos de su inmovilidad. El dolor que soportó debió de ser horrible.

Nadie podía hacer nada para ayudarla y su madre debía ahora cuidar de su hija hasta el fin de sus días. Anna se embarcó en una travesía de un dolor inimaginable diario, ya que sus piernas nunca sanaban. Las heridas abiertas y supurantes siempre estaban presentes.

Pero Jesús estaba en su vida sumándose a la devoción de Anna por la Santísima Madre. Anna Schäffer estaba a punto de inspirar a muchos más de los de su comunidad local.

Anna había hecho su Primera Comunión el 12 de abril de 1893. Por entonces había tenido un profundo encuentro con Jesús. No había hablado a nadie de ello, pero escribió una carta a Nuestro Señor diciéndole: “Haz conmigo lo que quieras (…) Quiero expiar y ser un sacrificio para expiar todo el deshonor y las ofensas contra ti”. Tenía 11 años y se estaba entregando a Cristo.

En 1898, Anna tuvo una visión en la que Jesús se le apareció como el Buen Pastor y le habló del sufrimiento que iba a padecer antes de los 20 años. Escribió que Jesús tenía un rosario en Sus manos y que quería que ella rezara con fe. En aquel momento Anna se asustó, ya que la idea de todo ese sufrimiento la aterrorizaba. Sin embargo, con el paso del tiempo, aceptó el sufrimiento como suyo y lo abrazó.

El 4 de octubre de 1910, Jesús se apareció diciéndole: “Te he aceptado como expiación por mi Santísimo Sacramento. Y en el futuro, cuando recibas la Sagrada Comunión, sentirás los dolores de mi pasión, con la que te he redimido”.

Aquel día Anna recibió los estigmas. Escribió que sentía el intenso dolor de la Pasión, que se incrementaba los jueves, viernes, domingos y los días festivos.

Se convirtió en una persona querida en la localidad y la gente empezó a venir de todas partes para escuchar sus palabras amables y reconfortantes. Todos los días se acercaba más y más a Jesús y a la Santa Virgen, a medida que Jesús unía el sufrimiento de ella con el suyo propio.

En 1925, Anna desarrolló un cáncer de colon que, por entonces, no tenía tratamiento alguno. El 5 de octubre de 1925 Anna recibió la Santa Comunión. Abrió mucho los ojos y dijo “Jesús, vivo por ti”. Luego cerró los ojos e inició su viaje hacia la casa del Señor.

Desde 1929, más de 15.000 milagros se han atribuido a la intercesión de Anna Schäffer. Solo en 1998, se informó de 551 milagros por su intercesión. Anna fue beatificada en 1999 por san Juan Pablo II y canonizada como santa por su compatriota bávaro, el papa Benedicto XVI, en 2011.

Santa Anna Schäffer, ruega por nosotros.

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