Aunque ya no tienen un propósito práctico, la Iglesia sigue requiriendo su empleo en la liturgiaCon la excepción de las misas de la Vigilia Pascual y la Rorate Caeli de Adviento, en las celebraciones modernas de la misa, las velas por lo general no mantienen su antiguo propósito práctico de iluminar un espacio oscuro. Sin embargo, la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) dice: “Colóquense en forma apropiada los candeleros que se requieren para cada acción litúrgica, como manifestación de veneración o de celebración festiva, o sobre el altar o cerca de él”.
Esto suscita una pregunta: si las velas no guardan ningún propósito práctico, ¿por qué insiste la Iglesia en seguir utilizándolas en el siglo XXI?
Las velas se han usado siempre en la Iglesia de forma simbólica. Desde tiempos antiguos la vela se ha usado como un símbolo de la luz de Cristo.
Esto queda claramente expresado en la Vigilia Pascual, cuando el diácono o el sacerdote entra con el cirio pascual en la iglesia oscura. Jesús llegó a nuestro mundo de pecado y muerte para traernos la luz de Dios. Así se expresa claramente en el Evangelio de Juan: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Hay quienes señalan también hacia el uso de las velas como un recordatorio de los primeros cristianos, que celebraban misa en las catacumbas a la luz de las velas. Es algo de debería recordarnos el sacrificio que hicieron, además de la posibilidad de que también nosotros pudiéramos estar en una situación similar, celebrando misa bajo la amenaza de la persecución.
Además de ofrecernos una meditación en torno a la luz, también es destacable que las velas de la Iglesia católica están elaboradas tradicionalmente con cera de abeja. Según la Enciclopedia Católica, “la cera pura extraída por las abejas de las flores simboliza la carne pura de Cristo recibida de Su Madre Virgen, la mecha simboliza el alma de Cristo y la llama representa Su divinidad”.
El requisito de usar velas que estén, al menos parcialmente, elaboradas con cera de abeja, sigue presente en la Iglesia por respeto a esta antigua simbología.
Las velas también se han usado para añadir un carácter más festivo a la celebración de la misa. Según la IGMR: “Cúbrase el altar al menos con un mantel de color blanco. Sobre el altar, o cerca de él, colóquese en todas las celebraciones por lo menos dos candeleros, o también cuatro o seis, especialmente si se trata de una Misa dominical o festiva de precepto y, si celebra el Obispo diocesano, siete, con sus velas encendidas”.
El número de velas tiene por objetivo recordar que hay algún elemento diferente en determinado día y debería despertar el interés de los presentes.
En resumen, aunque las velas puedan parecer anticuadas o innecesarias, la Iglesia valora que la belleza natural de las velas puede tener un impacto espiritual en nuestras almas. La Iglesia, en su sabiduría, percibe el poder detrás del simbolismo de emplear velas y cómo pueden volver a prender el ánimo de un alma alicaída y llenarla con el fuego del amor divino.