Después de escuchar cada meditación, únete a la oración que encontrarás en la galería de fotosA las 21 horas de Roma, como cada año, el Papa Francisco preside la solemne celebración del Via Crucis en el Coliseo de Roma, símbolo del martirio de los primeros cristianos. Puedes unirte desde Aleteia con la transmisión en directo, y las oraciones de los fieles en la galería que encuentras más abajo:
La hora ha llegado. El caminar de Jesús por los caminos polvorientos de Galilea y Judea al encuentro de los que sufren en su cuerpo y en su corazón, empujado por la urgencia de anunciar el Reino, ese caminar suyo termina hoy, aquí. En la colina del Gólgota. Hoy la cruz cierra el camino. Jesús no irá más allá. Imposible andar más allá.
El amor de Dios alcanza aquí su medida más alta, sin medida.
Hoy, el amor del Padre, que quiere que todos los hombres se salven a través del Hijo, llega hasta el extremo, allí donde nosotros no tenemos ya palabras, donde estamos desorientados, donde la grandeza del plan de Dios supera nuestra religiosidad.
En el Gólgota, en efecto, aunque parezca lo contrario, se trata de vida. Y de gracia. Y de paz. Se trata, no del reino del mal que conocemos demasiado bien, sino de la victoria del amor.
Y precisamente bajo esa cruz, se trata de nuestro mundo, con todas sus caídas y dolores, sus demandas y sus rebeliones, todo lo que hoy clama a Dios desde las tierras de miseria o de guerra, en las familias desgarradas, en las cárceles, en las embarcaciones sobrecargadas de emigrantes…
Tantas lágrimas, tanta miseria en el cáliz que el Hijo bebe por nosotros.
Tantas lágrimas, tanta miseria, que no se han de perder en el océano del tiempo, sino que él las recoge para transfigurarlas con el misterio de un amor que devora el mal.
El Gólgota tiene que ver con la fidelidad indestructible de Dios a la humanidad.
Lo que allí se cumple es un nacimiento.
Debemos tener el valor de decir que la alegría del Evangelio es la verdad de ese momento.
Si no llegamos a entender esa verdad, entonces quedaremos atrapados en las redes del sufrimiento y de la muerte. Y la Pasión de Cristo no dará fruto en nosotros.
Oración
Señor, nuestros ojos no tienen luz. Y, ¿cómo acompañarte hasta tan lejos?
«Misericordia» es tu nombre. Pero este nombre es una locura.
Que se rompan los odres viejos de nuestros corazones.
Sana nuestros ojos para que se llenen de luz con la buena noticia del Evangelio, cuando estemos al pie de la Cruz de tu Hijo.
Y así celebraremos «lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo» (Ef 3,18) del amor de Cristo, con el corazón consolado e iluminado.
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