Es importante apagar los primeros chispazos de la ira y no dejar que tome cuerpo su hoguera
La ira engendra ira hasta alcanzar emociones desbordadas, porque se desvincula de la razón y deja sueltos los sentimientos vehementes. En esta, no se buscan soluciones lógicas o justas a una situación, sino solo accionar de palabra o de hecho buscando ofender o dañar físicamente, pero realmente daña más a la persona que la padece.
Puede él quejarse de la montaña rusa de los sentimientos de ella, y ella lamentarse de la indiferencia de él ante lo que ella dice. Y estas diferencias emocionales pueden ser en parte psicológicas en cuanto a hombre o mujer; o remontarse a la educación recibida desde la infancia, más la influencia del entorno social en que se creció.
Diferencias en las que eventualmente subyacen conflictos internos no superados del todo, que permanecen agazapados para saltar cuando las circunstancias lo provoquen.
Sentimientos de inseguridad, falsa autoestima por educación en la prepotencia o baja autoestima por trauma y complejos; mala capacidad para el manejo de frustraciones… entre otros.
Sin embargo, por encima de las diferencias emocionales y conflictos internos no resueltos, entra en juego la libertad para superarse en la relación conyugal y no rebasar la barrera sin retorno en las dificultades. El amor es el mayor motivo para lograrlo por el autoconocimiento y el ejercicio de la voluntad.
¿En qué nivel de relación es posible que nos encontremos?
Primer nivel
Es la etapa en que aun predominan sentimientos amorosos y la parte angélical del otro (su juventud, su belleza, su gracia y simpatía, etc.) hace fresca, espontánea y feliz la convivencia.
Cuando discuten, saben apagar los primeros chispazos del enojo y no dejan que tome cuerpo su hoguera, la solicitud de perdón es espontánea y se estrechan más en la delicadeza y ternura.
Segundo nivel
Se presentan las primeras diferencias realmente confrontantes, pero encuentran una válvula de escape al considerarlas aun anecdóticas y graciosas. Es así que hasta las llegan a contar en las reuniones familiares: “Me dijo tal y yo le conteste esto… ” Al tiempo que con naturalidad describen sucesos que por primera vez ponen de relieve cierto grado de dificultad en su convivencia, sin que aparezcan aun juicios que descalifiquen o adjetivos de mal gusto.
Realmente se corrigen el uno al otro de buena manera y con amorosa intención.
Tercer nivel
Los defectos y errores ya no son pasados por alto fácilmente, las quejas razonadas se acompañan de críticas, ya no a los hechos, sino a la persona del cónyuge, con adjetivos que se matizan aun por la comprensión y consideración hacia el que las recibe, pero que empiezan a generar en el otro sus primeras reacciones defensivas, tanto en autojustificarse como en responder con otros reclamos. Comienzan los primeros silencios del disgusto.
Discuten cuidándose de no ser vistos o escuchados por los hijos.
Cuarto nivel
Se comienzan a sustituir las quejas razonadas por la áspera crítica a la persona con un impacto emocional más corrosivo, por lo que las actitudes de defensa y contraataque son más frecuentes. Aparecen las primeras expresiones verbales de desdén acompañadas de ironía y sarcasmo, igualmente reforzadas por el lenguaje corporal: desde señas impropias, la sonrisa burlona o el labio torcido, con la clara intención de hacer sentir mal al otro. Se empiezan a generar sentimientos de abandono y de rechazo. Los silencios se alargan.
Aún creen en su amor, pero se encuentran ya en zona de peligro.
En este nivel aún es posible sanar la relación volviendo al amor y el respeto, retomando la capacidad para expresar mutuamente los propios sentimientos, opiniones y pensamientos, defendiendo las posturas que consideran justas. Tratando de hacerlo en el momento oportuno, de la forma adecuada, sin negar o desconsiderar los sentimientos, opiniones, pensamientos del otro. Se trata de volver a actitudes que sin ser pasivas, no son beligerantes.
Quinto nivel
Las críticas cargadas de desdén son cada vez más frecuentes, los reclamos son cada vez más subidos de tono, con descalificaciones que dañan severamente la autoestima del otro. Hacen su aparición insultos como “idiota”, “bruja”, “imbécil”. Lejos de cuidarse de no dar mal testimonio a los hijos, los hacen igualmente objeto de agresiones.
La soberbia se opone frontalmente a la posibilidad de una reconciliación, el perdón no se admite y empiezan a hablar mal el uno del otro con terceras personas.
Han entrado en franca caída en la relación, las probabilidades de separación son muchas.
Sexto nivel
Aparece la ira que genera ira hasta convertirse en odio, empiezan a reaccionar con emociones cada vez más destructivas que buscan que quien reciba las ofensas se sienta avergonzado, disgustado, inculpado y defectuoso, lo que provoca una respuesta defensiva que no mide el enfurecimiento y deseos de vengarse por quien considera que se ha visto vulnerado en aquello que piensa merecer, gravemente dañado u ofendido.
Usan a los hijos como instrumento de venganza exigiéndoles tomar partido y lejos de buscar ya el ganar; ahora saben que los dos pierden, pero no les importa, ya que solo se enfocan al quién pierde más, quién sale más dañado. Se hurga en las heridas del otro.
Séptimo nivel: El desbordamiento
Se bloquean y solo tienen pensamientos negativos el uno del otro, se declaran abiertamente enemigos, por lo que fácilmente se disparan las emociones que llevan a expresiones de odio o a la violencia física.
Ambos están abrumados por lo que consideran la negatividad de su cónyuge, al igual que sintiéndose hundidos con sentimientos desgarradores y fuera de control por sus propias reacciones.
Las conductas tienen un fuerte componente patológico, no pueden oír sin distorsionar; ni responder con lucidez; les resulta difícil organizar su pensamiento y caen en reacciones primitivas, como: agredir físicamente, romper cualquier cosa sin importar su valor o causarse dolor a sí mismo golpeando la pared hasta fracturarse la mano, entre otras.
La separación es irremediable.
Es importante solicitar ayuda especializada cuando se detectan señales de que existe serio déficit de inteligencia emocional en uno o ambos cónyuges, que hacen que los altibajos emocionales, al rebasarlos, se conviertan en un serio peligro para la relación.
Por Orfa Astorga de Lira.
Escríbenos a: consultorio@aleteia.org