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Excepcionales e icónicas imágenes de la Madre Teresa de Calcuta

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Aleteia Image Department - Elizabeth Scalia - publicado el 05/04/17 - actualizado el 05/09/22
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“Si estás juzgando a las personas, no tienes tiempo de amarlas”

Disfruta de esta galería de imágenes —algunas rara vez vistas antes— de esta gran santa de nuestros tiempos, y sopesa sus palabras:

“¿Cuál es mi pensamiento? Yo veo a Jesús en cada ser humano. Me digo: este es Jesús hambriento, tengo que darle de comer. Este es Jesús enfermo. Este tiene lepra o gangrena; tengo que lavarle y atenderle. Yo sirvo porque amo a Jesús”.

“Se puede encontrar Calcuta en todas partes, si tienes ojos para ver, y no solo para ver sino para mirar. En todos los lugares del mundo hay personas no amadas, no deseadas, rechazadas, personas a las que nadie ayuda, personas marginadas u olvidadas. Y esta es la mayor de las pobrezas”.

“Encuentra tu propia Calcuta”.

En una oración que escribió mientras todavía era una Hermana de Loreto, santa Teresa de Calcuta (por entonces, hermana María Teresa) escribió a Jesucristo: “Dame la fuerza para ser siempre la luz en sus vidas, para que pueda guiarles por fin hasta Ti…”.

No es una oración ligera. Rezar por la fortaleza de ser la luz que ha de guiar a los demás es rezar por tener la fuerza de servir de combustible, para ser usada y consumida, tanto que no quede nada salvo ascuas y ceniza. Es una ofrenda para hacer de la vida propia un holocausto, por el bien de los demás. No es una oración pidiendo santidad, sino ese tipo de oración instintiva, casi temeraria, que solo pronunciaría una verdadera santa.

Mucho después, cuando Teresa escuchó la “llamada dentro de la llamada” y recibió permiso para formar su propia comunidad de monjas dedicadas al servicio de “los pobres entre los pobres” en las zonas más desesperadas de la India y de todo el mundo, santa Teresa debió de tener un entendimiento mucho más claro de lo que había pedido en aquella temprana y dramática oración.

Un sacrificio, para ser verdadero, tiene que costar, tiene que doler, tiene que vaciarnos de nosotros mismos. El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz.

Esta comprensión nos llegó a través de su sabiduría, con unas observaciones que llegaban a ser más poderosas si cabe por su brevedad, siempre en la dirección del servicio, sin el retraso de los procesos:

“No esperes a los líderes”, dijo una vez. “Hazlo solo, de persona a persona”.

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