El viaje apostólico de papa Francisco a la ciudad de la moda comenzó en uno de los barrios más populares, donde pasó un rato con los vecinos, entre ellos algunos enfermos. Luego visitó el Duomo como pastor y almorzó en la cárcel junto a 100 presos.
En la Cárcel de San Vittore, el Pontífice saludó al personal de la Dirección y de la Policía penitenciaria y se encontró con los detenidos, a la vez que entró en algunas celdas. El Pontífice bendijo los alimentos y almorzó junto con un grupo de encarcelados. Ellos días antes le escribieron cartas y le abrieron también la intimidad de su corazón. Algunos ateos llamaron al Papa “hermano”.
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Por la tarde, la misa en Monza reunió a miles de personas. Francisco durante la homilía predicó sobre el Dios que acompaña en la posibilidad de lo imposible. Mantener la esperanza aún en los peores momentos; entre enfermedad, soledad y sin libertad. “Dios sigue buscando corazones como el de María dispuestos a creer aún en las condiciones más desesperadas”.
Texto: Ary Waldir Ramos Díaz