Jesús me llama porque quiere, no porque yo sea especial o mejor que otrosA veces sufro cuando no soy elegido. Cuando no tengo la preferencia de aquel que me importa. Cuando me siento ignorado. Otros son más tomados en cuenta que yo.
Merry del Val tiene unas letanías de la humildad que siempre me han conmovido: “Del deseo de ser alabado líbrame Jesús, del deseo de ser honrado, del deseo de ser aplaudido, del deseo de ser preferido a otros, del deseo de ser consultado, del deseo de ser aceptado, del temor de ser humillado, del temor de ser despreciado, del temor de ser reprendido, del temor de ser calumniado, del temor de ser olvidado, del temor de ser puesto en ridículo, del temor de ser injuriado, del temor de ser juzgado con malicia. Que otros sean más amados que yo. Que otros sean más estimados que yo. Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Que otros sean preferidos a mí en todo. Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda”.
Jesús llama a los que quiere y puede que no me sienta entre los elegidos. Esas letanías me recuerdan mi vocación de servir, de estar en segundo plano, de desaparecer para que Él crezca. Dios llama siempre a los que quiere. Pero no por eso deja de amar a todos.
Los criterios humanos me hacen tanto daño… Me comparo. Veo unas vidas más bendecidas. Veo unas misiones más especiales que la mía. Y me siento pobre y frágil.
El problema de mi felicidad muchas veces viene por la envidia. Deseo lo que otros tienen. Busco la intimidad con Dios que otros tienen. Su suerte, su gloria. Quiero grabarme con fuego las letanías de la humildad en mi alma.
No quiero tener pretensiones que no se cumplen. Me basta con saber que Dios me quiere, me llama, me busca. Siempre me llama a mí de forma original. Única. A mí. Sin compararme con nadie. Sin comparar llamadas y misiones. Eso me da tanta paz…
Y sé que me llama porque quiere. Jesús me ama primero. Me busca y sale a mi encuentro. Se pone en camino hacia mí por amor. Toma la iniciativa para amarme a mí mucho antes de que yo lo ame. Me elige a mí para dejar mi tierra y mi comodidad. Porque Él lo quiere me elige.
Me llama a ser su amigo en la intimidad. Es un misterio que no acabo de agradecer del todo y siempre.
A veces me quejo de no ser más elegido que otros. Jesús me llama porque quiere, no porque yo sea especial. No porque sea mejor que otros. No quiero pecar de orgullo, ni sentirme especial.
En su elección prima su libertad. No me llama por ser capaz. Sé que detrás de su llamada hay un amor que elige a los que quiere, cuando Él quiere, como Él quiere.