“Los pupitres de la amistad” deberían estar en todas las escuelas. Una idea de un niño de siete años.Tómate unos segundos para hacer un viaje al pasado, a los días de la escuela. ¿Cómo recuerdas tu clase? ¿Estaba dividida en subgrupos? ¿Había allí alguien impopular, una oveja negra? ¿Recuerdas los apodos o comportamientos que se les pegaban a algunos durante muchos años? ¿O tal vez eras tú quien se quedaba siempre sin pareja? ¿Tal vez alguien se burlaba de tu ropa que no era de marca? ¿Tal vez escuchabas a menudo que “apestabas a pobreza”?
Tal vez hoy, este recuerdo te produce escalofríos y piensas: ¡Qué bien que ya es agua pasada! ¿Tal vez tienes miedo de que esto le pase a tu propio hijo y haces todo para que la historia no se repita? A lo mejor este texto hará que llames a la puerta del director de la escuela de tu hijo y le digas: ¡Tengo una idea! Es sencilla y se encierra en cuatro palabras: “be a buddy, not a bully” o “sé un amigo, no un matón”. Y está promovida en Estados Unidos por Cristian, un niño de siete años de edad.
La escuela es un lugar donde el pequeño choca con sí mismo, con sus potenciales, fortalezas y debilidades de su carácter. Choca con los miedos y con la necesidad de cooperación con los demás, de la resolución de problemas. Tiene que aprender a poner límites de forma asertiva, a superar los fracasos y disfrutar de los éxitos. Le esperan un montón de desafíos.
Gracias a la madurez y preparación de los educadores y la colaboración de los padres, crecer dentro de los espacios de la escuela puede convertirse en el proceso de una verdadera maduración de la independencia y la empatía. Pero, por desgracia, aún para muchos alumnos la escuela es un lugar donde se sienten invisibles, donde sienten que todos pasan de ellos, e incluso que se les aísla deliberadamente.
Según el Instituto para la Investigación Educativa casi el 10% de los niños polacos sufren agresiones y/o violencia en la escuela. Mayoritariamente se produce la violencia verbal o relacional, es decir, aquella en la que el niño es víctima de mentiras acerca de él o es excluido del grupo. Luego, en la clase se va repitiendo el escenario en el que la víctima se convierte en la cabeza de turco y no puede salir de la espiral de violencia. Se puede romper de varias maneras, y una de ellas es el “buddy bench” o “el pupitre de la amistad”.
No es un simple pupitre, no es una simple mesa o un banco que está en el parque o a la entrada de una bloque de pisos. Se distingue ya a primera vista por su apariencia. Está pintada de colores y a veces está decorada con dibujos o frases de apoyo. Esta mesa o pupitre no sirve en primer lugar para sentarse, sino para construir relaciones. Es suficiente que el niño se sienta en este “pupitre amigable” y, de acuerdo con la idea, envía de esta manera tres mensajes específicos a todo el mundo que le rodea.
El primero: quiero unirme a los juegos.
El segundo: quiero moverme y hablar.
Y el tercero: quiero que alguien se siente a mi lado y hable o juegue conmigo.
¿Cómo funciona en la práctica? Genial. Un niño tímido, que no destaca o por alguna razón es retraído y temeroso, que no tiene el coraje de romper el miedo y entrar en contacto directo con sus compañeros, se puede indicar con seguridad su necesidad de estar en el grupo.
Gracias a la comunicación no verbal, otros niños reciben refuerzo positivo para modificar sus acciones (o incluso el impulso de romper con las presiones del líder agresor) y reaccionan positivamente. Se crea el efecto dominó.
El apoyo, la empatía, la sensibilidad hacia el otro, se convierten en un hábito y como consecuencia en la norma, no el acto ocasional de heroísmo, que se debe distinguir con la más alta evaluación al final del año. Estos premios – por supuesto – ¡siempre son agradables! Un pupitre, varios cubos de pintura de colores, impresión de las manos y la inscripción: “Si puedes comportarte de cualquier manera, sé agradable”. A veces, eso es todo lo que se necesita para llenar la soledad de un niño.