El Pontífice y el nuevo presidente de los Estados Unidos: populismo contra y a favor de muros
“Mi estilo de la negociación es bastante simple y directo. Apunto muy alto, y luego sigo empujando, empujando y empujando para conseguir lo que busco”, Donald Trump (El arte de los negocios, 1987).
“La unidad prevalece sobre el conflicto”, Papa Francisco (Evangelii Gaudium, 2013)
El Papa aseguró que está preocupado por los populismos porque son negativos, especialmente en Europa. Lo dice en la entrevista publicada por Die Zeit (08.03.2017). “No me siento un hombre excepcional” y “soy un pecador”, “un hombre que ha hecho lo que puede”. “La idealización de una persona es una forma sutil de agresión”, afirma.
Justamente, en los libros de historia de la época de la post verdad entre muros (simbólicos o reales), el populismo será el telón de fondo en temas claves como la inmigración.
En ese contexto, el liderazgo político y espiritual tiene dos protagonistas en conflicto por sus visiones opuestas: Donald John Trump (14.06.1946 – ) y el papa Francisco (17.12.1936 – ).
Por un lado, la elección del nuevo papa, el primer latinoamericano, en 2013, en un cónclave en el que al oído se le susurra ‘no olvidar a los pobres’, y al otro extremo la victoria, en 2016, del candidato tycoon desmarcado de la tradicional política estadounidense y de las multinacionales de la comunicación.
Ambos se salen de las convenciones y del discurso tradicional para dirigirse directamente y sin tantos filtros institucionales a las personas de a pie. Representan cada uno, a su modo, el populismo, pero en dimensiones opuestas.
Existen varios elementos en común entre el Pontífice y el presidente de Estados Unidos. Lógicamente el estilo, la forma y el papel institucional son distintos a la hora de dirigirse al pueblo.
En el mismo día del juramento de Trump en Washington, el Papa advertía que, “en momentos de crisis, no funciona el discernimiento” y los pueblos buscan “salvadores” que les devuelvan la identidad “con muros y alambres”. (El País 22.01.2017)
La inmigración es clave para entender la distancia entre Bergoglio y Trump. Porque encierra argumentos complejos: ‘la III guerra mundial a pedazos’ (parafraseando a Francisco), la amenaza del terror, la crisis ambiental, el papel de las religiones en la pacificación (desmarque del islam del fundamentalismo) y la libre circulación de las personas (a la par de las mercancías y de los capitales).
El tema de la inmigración paradójicamente también une y aleja a ambas figuras. No solo por la ideas. El 45º presidente de los Estados Unidos, quien dice que ‘obtiene siempre lo que quiere’, es hijo de madre escocesa emigrante en EE.UU., y el abuelo paterno, Frederick Trump, fue un emigrante de origen alemán.
Por su parte, el 266º pontífice de la Iglesia Católica, quien considera el poder como servicio, ha nacido en Argentina y es hijo de emigrantes piamonteses.
Uno defiende los derechos de los emigrantes y de los refugiados desde la ‘misericordia’ y les recuerda sus deberes de integrarse en el país de llegada. “Las migraciones no son un peligro son un desafío para crecer”, “yo vengo de un país mestizo”, dijo encontrando a los jóvenes de una universidad romana. (17.02.2017).
El conflicto es inminente. El otro en su primer discurso al Congreso con tono menos belicoso, respecto a la campaña electoral, se mantuvo en su propuesta política: más seguridad en la frontera, denuncias contra inmigrantes ilegales y nacionalismo económico (01.03.2017). ‘¡América vuelva a ser grande!’, es el lema.
Francisco denuncia el comercio de armas que considera la fuente de los desplazamientos forzados de los más pobres, además del Cambio climático, y Trump ante el Congreso nacional, exige a sus aliados de la OTAN invertir en la fuerza militar común, es decir, más armas y equipos. La industria militar le es grata. (01.03.2017).
El medio ambiente y su defensa es otro talón de Aquiles del populismo de Trump. El Republicano a pocos días en el poder ya contradice el Acuerdo de París de Naciones Unidas (2015) por el cambio climático y el mensaje del Papa en Laudato Si’.
Los objetivos a largo plazo no están en la agenda presidencial. La prioridad es responder a la pasión de los electores. Así, anuncia dos oleoductos que pasan por territorios ancestrales indígenas y menos controles para certificar los gases producidos por los automóviles a favor de los fabricantes.
Populismo en Francisco y Trump. Francisco considera el populismo – desde la visión latinoamericana – la organización de la gente común para no ser pasiva en la sociedad, esto se traduce en la organización en movimientos populares, comunidades, asociaciones, cooperativas, grupos de pequeños empresariales, cartoneros y artesanos, etc.
Desde una perspectiva religiosa, el populismo de Bergoglio, puede ser leído asimismo como cercanía al pueblo de Dios. Esto es evidente en las 176 audiencias generales – hasta la fecha – en la Plaza de San Pedro, en las que entra en contacto directo con la gente. Alrededor de 7 mil – 10 mil personas vienen todos los miércoles al Vaticano. Francisco besa, abraza niños, saluda personas y toma Mate. Gestos que son el dolor de cabeza del equipo de seguridad del Pontífice.
El rechazo de las élites. Por su parte, el presidente encarna el mensaje del hombre de éxito y del ‘sueño americano’ que en la política somatiza el dolor de estomago del ciudadano promedio estadounidense – según él – cansado de la explotación de la clase dominante educada y rica del país.
“Trump es el primer presidente de América Latina de los EE.UU.”, tituló el Washington Post (26.01.2017) en una concepción despectiva del populismo, pero signo concreto del rechazo a la novedad por parte del poder dominante.
Una semana en el poder y el presidente ya cumplía – con lo que el periódico de la derecha conservadora considera – ‘promesas de campaña’ demasiado ‘absurdas y extremas’. La financiación para construir realmente el muro con México y la prohibición de la entrada de emigrantes musulmanes de 7 países (Iraq salió de esa lista negra, recientemente).
Populismo político que instrumentaliza los sentimientos. “Lamentablemente estamos viviendo el regreso masivo del populismo especialmente por parte de la política”, dijo el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, durante una conferencia sobre Evangelii Gaudium en la sede del seminario del arzobispado de Florencia, Italia (02.03.2017).
“Es una instrumentalización de pronto de lo que son también sentimientos comprensibles, el deseo de defensa de la propia cultura, del propio pasado, pero cuando se excede sabemos lo que conlleva”, añadió Parolin.
Francisco fue más directo en la entrevista a El País (22.01.2017): “Cuando oía populismo acá (en Europa) no entendía mucho, me perdía hasta que me di cuenta de que eran significados distintos según los lugares”.
Y agregó: “Claro, las crisis provocan miedos, alertas. Para mí el ejemplo más típico de los populismos en el sentido europeo de la palabra es el 33 alemán….Hitler no robó el poder, fue votado por su pueblo, y después destruyó a su pueblo. Ese es el peligro”.
Contraste y puntos en común
Revisando las biografías de ambos personajes, existe material de contraste y al mismo tiempo puntos en común, más allá de lo que podríamos sospechar a primera vista.
Comunicación directa con sus audiencias. Ambos tienen una conexión extraordinaria con las personas de la calle. Las convenciones y los métodos tradicionales les causan problemas con las élites y los poderes tradicionales.
El presidente de EE.UU., pasará a la historia en usar Twitter (TW) como canal de comunicación directo y sin filtros. El público sabe lo que piensa en tiempo real sobre un argumento o situación. 26, 2 millones son sus seguidores en inglés.
Francisco es popular igualmente en TW, quien heredó este canal de Benedicto XVI, que lo inauguró en 2012. Alrededor de 33 millones son sus seguidores en 9 idiomas, incluido el latín.
Les pido por favor que, en la oración, se acuerden de mí y de mis colaboradores; hasta el viernes haremos los Ejercicios Espirituales.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) March 5, 2017
Conciencia del lenguaje y de su propia imagen. Vamos a más detalles biográficos. Los dos trabajaron en televisión y son conscientes de lo importante de dirigirse a sus audiencias al momento de argumentar.
El arzobispo, Jorge Mario Bergoglio, convencido de que el liderazgo es tender puentes con otras religiones conversaba con judíos, protestantes y musulmanes. De esta manera, obtiene una modesta popularidad a nivel local debido al programa de televisión en el canal 21 en Argentina, fundado en 2005, bajo la dirección, nótese, de un laico, Julio Rimoldi, y por iniciativa del Arzobispado de Buenos Aires.
En Roma, en el Vaticano, pocos o casi nadie lo habían detectado como ‘papable’ hasta entonces. Bergoglio a pesar de sus debilidades es discreto y no busca publicidad.
Trump es reconocido por su deseo de protagonismo hasta pasar por petulante y díscolo. El empresario participa en el programa The Apprentice, reality show de la cadena NBC desde 2005 a 2015. En esa plataforma difunde su idea de liderazgo: ‘Vence el mejor y el que gane más público’.
‘No esperes que alguien más te dé seguridad financiera’ fue uno sus lemas. Una imagen ascendente en la TV y en el imaginario colectivo al poseer ‘la belleza’ de los desfiles de Miss USA y Miss Universo (1996-2015). Trump buscó la nominación presidencial del Partido Reformista en 2000 ( un colectivo populista, que clama a la desilusión por un estado corrupto de la política ), pero se retira antes del sufragio final.
Francisco se demuestra preocupado por el populismo en Europa. “El populismo es malo y al final termina mal, como lo demuestra el siglo pasado” y cita a Hitler en la entrevista al Die Zeit del 8 marzo 2017.
Las circunstancias en Bergoglio y Trump
“Yo soy yo y mi circunstancias”, dice el filósofo José Ortega y Gasset. Por lo tanto, podemos evidenciar algunas circunstancias relacionadas a la personalidad de cada protagonista en cuestión y su visión populista.
Personalidad magnética y anti sistema. Trump pasa desapercibido como serio candidato a la presidencia en EE.UU. Así le ocurrió a Bergoglio, valga el paragón no siendo un político, con un primer asomo a la imagen de ‘cardenal internacional’ en el cónclave de abril de 2005 e incluso antes, en el Sínodo de obispos en el Vaticano en 2001.
En ese momento, Bergoglio es uno de los ‘papables’ pero termina allí, aparentemente, y los radares de la prensa especializada le desconocen; los que al principio le votaron finalmente ceden sus votos al cardenal Ratzinger, quien fuera elegido como Benedicto XVI.
El candidato republicano gana consenso, Estado por Estado, alimentando el resentimiento popular. Steve Bannon su principal asesor y consejero marca en sus discursos la teoría racial de la falta de seguridad del territorio.
El cardenal estadounidense, Raymond Leo Burke, principal opositor de Francisco, es amigo de Bannon y ambos comparten la idea de que el cristianismo debería consolidar su tradición contra los enemigos del Occidente. Bannon alimenta el populismo más extremo en la campaña política de Trump especialmente contra los musulmanes y contra las minorías del país, incluyendo los mexicanos.
Austeridad contra lujo. En 2005, Trump se concede su tercer matrimonio con la modela eslovena, Melania Knauss, veinticuatro años menor que él y sigue alargando sus horizontes empresariales lanzando su apellido como una marca que presta y vende al mejor postor.
Bergoglio es célibe, vive con sencillez y austeridad en un departamento de Buenos Aires, se cocina él mismo, y preavisa que en pocos años llegará para él su pensión como religioso, en una casa jesuita entre labores pastorales (confesar, dar misa y ejercicios espirituales) y mucha lectura. Trump vive en una torre bautizada con su nombre en Manhattan y es símbolo de riqueza y éxito.
En esos dos mundos paralelos y sin conexión aparente, el arzobispo Bergoglio muestra que “la unidad es superior al conflicto” mientras bajo su liderazgo la Iglesia latinoamericana hace un llamado a todos los fieles a ser discípulos misioneros para hacer crecer la vida y la dignidad del pueblo en el contexto de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Aparecida, 2007).
El manejo de la fama. Trump ama los reconocimientos de una vida celebre y un determinado público lo aplaude y lo admira, de hecho, en 2013, gana el WWE Hall of Fame, el salón de la fama de la lucha libre profesional y se mantiene firme en lanzar su imagen pública por medio de la cultura popular, hace presencia en combates de Wrestling, entretenimiento de lucha estadounidense con exhibiciones de hombres musculosos que combaten.
Por su parte, Bergoglio no aceptó nunca títulos honoríficos o doctorados honoris causa, hasta 2016, cuando siendo Papa aprovechó al recibir el Premio Carlo Magno, a condición que la entrega fuera en el Vaticano, para invitar a los líderes europeos a compartir un sueño: “Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio”.
El deseo de poder y la ascesis como opuesto. Trump pensó postularse para la presidencia como republicano para las elecciones de 2012, pero desistió. Los detractores le echaban en cara no tener experiencia política, ni haber ocupado cargos públicos.
“Únete para ganar. Divide para conquistar”, (D. Trump- El toque de Midas, 2011) no le funcionaba en los juegos de poder dentro del partido Republicano, sus rivales lo consideraban un personaje célebre y dominador del medio televisivo, en fin; sin envergadura política.
En 2002, Bergoglio renunció a ser nombrado presidente de la Conferencia Episcopal de Argentina, cargo que aceptará tres años después a petición insistente de los obispos de su país. Mientras que Trump busca ascender, Bergoglio desea mantener un perfil bajo, pero al servicio del pueblo de Dios.
La toma del poder fuera de los esquemas. Asimismo, la Curia romana y la iglesia Italiana no consideraban papable al arzobispo de Buenos Aires. En efecto, la oficina de prensa de la CEI, conferencia episcopal italiana, ya tenían listo un comunicado de prensa para lanzar tras el cónclave de 2013 con el nombre del cardenal italiano Angelo Scola. La Curia se inclinaba también por el cardenal brasileño Odilo Pedro Scherer.
Trump es criticado por los Republicanos y solo hasta la última etapa de su campaña presidencial obtiene el respeto de los miembros del partido que ante el inexorable camino que le llevaba a la Casa Blanca se subieron al tren de la victoria. En su contra, ninguna experiencia política y un lenguaje demasiado directo.
Como arzobispo de Buenos Aires —diócesis de más de tres millones de habitantes— Bergoglio piensa en un proyecto misionero centrado en la comunión y en la evangelización. Allí demuestra capacidad de gobierno y liderazgo.
El trato a los detractores. Los obstáculos parecerían que les dan vigor para enfrentar nuevos desafíos, aunque si responden de manera distinta y enfrentan a sus enemigos o adversarios de forma distinta, uno demonizándolos y atacándolos, el otro escuchando las ‘criticas’ cuando son constructivas aceptándolas o evitando el confronto que rompa un posible diálogo. “Es aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso. «¡Felices los que trabajan por la paz!» (Mt 5,9)” (Evengelii Gaudium- 227).
Diferencia de pensamiento y liderazgo. “La buena publicidad es mejor que la mala. Pero desde una perspectiva de fondo, la mala publicidad a veces es mejor que ninguna publicidad en absoluto. En fin, la controversia vende” es la filosofía de Trump (El arte de los negocios). “La realidad es superior a la idea”, es el pensamiento de Francisco que lo hace ganar consenso entre los prelados de la Iglesia Católica.
La relación con Dios. Bergoglio, pone a Cristo al centro. En su vida es evidente la impronta pastoral inspirada en la teología del pueblo, esa teología argentina con mirada latinoamericana producto del Concilio Vaticano II, que consiste en el acercamiento al pueblo desde la visión del buen pastor; no para juzgar, sino para amarlo. Evangelli Gaudium es su programa de gobierno pastoral siendo Papa.
Donald Trump es presbiterano, protestante, hijo de la teología de la prosperidad, y no es que tenga que adherir a alguna siendo un político, pero su entorno está condicionado por relaciones con el mundo del neo pentecostalismo estadounidense. La pastora estrella de televisión Paula White ha apoyado su campaña y el pastor Samuel Rodríguez es el primer líder evangélico latino en participar en la ceremonia presidencial en EE.UU.
Atesora los intereses de los cristianos para luchar contra el aborto – dando marcha atrás, respecto a su posición inicial, no se sabe si por motivos de oportunidad o no, y deroga los fondos estatales a las ONG que promueven la práctica fuera del territorio nacional. Obviamente papa Bergoglio, como sus predecesores es pro-vida. Este es un punto común que podría permitir un acercamiento.
Perseguir objetivos. Trump vive para ganar y persistir en sus objetivos. “Mi estilo de la negociación es bastante simple y directo. Apunto muy alto, y luego sigo empujando, empujando y empujando para conseguir lo que busco”.- (El arte de los negocios) Francisco considera que su único objetivo es evangelizar y construir un mundo más humano.
Por eso, dice “no a una economía de la exclusión [53-54], no a la nueva idolatría del dinero [55-56], no a un dinero que gobierna en lugar de servir [57-58], no a la inequidad que genera violencia [59-60]”. Y presenta desafíos culturales [61-67]: la inculturación de la fe [68-70] y las culturas urbanas [71-75]. (EG).
La economía liquida. El presidente critica la globalización cuando ataca los intereses nacionales. Especialmente embiste los países asiáticos que producen bienes en sus países mientras que – argumenta- en EE.UU., las fábricas cierran.
Por su parte, el papa Francisco ataca la ‘economía liquida’ que produce mayor pobreza y desigualdad. Especialmente en los jóvenes que corren el riesgo del suicidio, de caer en las adicciones y en las manos de grupos terroristas. Por eso, insta a pasar de una economía líquida a una concreta (02.17.2017).
Trump ataca también el sistema económico actual para acelerar un post neo liberalismo a la enésima potencia que pueda demoler el Estado y cualquier obstáculo en el libre mercado que debería ser más saldo a favor de endurecer las fronteras y producir riqueza de la mano de empresarios, petroleros, fondos de inversión y constructores blancos, estadounidenses.
There is an incredible spirit of optimism sweeping the country right now—we're bringing back the JOBS! pic.twitter.com/BNSLvKiEVj
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) March 6, 2017
Cementar la fraternidad. Por último, en un futuro próximo, los libros de historia podrían describir la época de los muros, erigidos debido el temor del diverso, cementados por proteccionistas desde la parte más opulenta. Hombres que miran hacia el sur del mundo con indiferencia y que culpabilizan al débil de su suerte y de todo lo malo.
Y otros más que consideran los puentes culturales como puntos de encuentro y respeto en la diversidad. Raíz de la misma civilización occidental e imperativo ante un mundo globalizado que alaba el individualismo.
Se trata de un populismo contra y a favor de muros. La historia será escrita, como siempre, por los vencedores. Pero aún quedan dos posibilidades ante la posteridad: ser puentes de encuentro o claudicar cementando la fraternidad.
¿Dónde está tu hermano?, pregunta la Biblia (Génesis). Donde estabas tú, yo, nosotros frente a las tragedias de “las guerras, las persecuciones, las violencias, la muerte”. La enseñanza de Dios invita a la “empatía” y a la “compasión” por los más débiles y necesitados, insiste el papa Francisco (21.02.2017).