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Que no te afecten las opiniones de los demás

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Luz Ivonne Ream - publicado el 08/03/17
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El miedo al “¡qué dirán!” impide vivir la propia vida por terror a ser rechazados.

Todos, tú y yo necesitamos tener muy clara la diferencia entre opinión y juicio. Para no meterme en tantas definiciones te lo plantearé así: opinión,”me gusta o no me gusta”; juicio, “es bonito y por eso me gusta o no me gusta porque está feo”. En el juicio ya hay un valor agregado, una cualidad o defecto que yo añadí; aún así, ese pensamiento es mío y no define ni a la persona ni al objeto.

La RAE define “opinión” como el “juicio o valoración que se forma una persona respecto de algo o de alguien”, es decir, el concepto personal que cada uno de nosotros tenemos hacia un tercero, hacia un evento, etc. Opinar es justo eso, lo que yo pienso desde mi conocimiento y mi realidad personal hacia (…), lo que quiere decir que mi pensamiento no define al objeto o a la persona sobre la que emito mi opinión. Es más, y aunque duela, mi opinión habla más de mí que de la otra parte porque habla de lo que realmente hay en mi interior, de lo que soy y de los valores que me rigen.

Es una realidad. La mayoría de las personas siempre vamos a hablar y a opinar. Bueno o malo, pero lo vamos a hacer. Es parte de la vida y de tener boca. Y lo vamos a hacer de acuerdo a nuestro corazón. (Aunque aquí, entre nosotros, más les valdría a muchas personas haber sido mudas porque tienen una boquita que bueno…) La diferencia entre opinar cosas buenos y cosas que no son tan buenas dependerá del interior de cada persona y de las heridas emocionales que arrastren.

Entonces aquí lo importante no es que las personas opinen de nosotros. Lo grave es que pongamos toda nuestra atención a lo que los demás dicen, al grado que dejamos que nuestra vida y estado de ánimo giren alrededor de terceros y de sus opiniones. ¡Qué horror! Les estamos dando poder a los demás sobre nosotros.

Así es, tristemente hay personas que se les va la vida y viven preocupadas por quedar bien con los demás, aunque dejen de ser auténticos. Otras, al estar tan atentas al que dirán, dejan de ser quienes realmente son. Sin caer en cuenta de que, si se siguen preocupando por lo que los demás piensen de ellas, entonces siempre serán prisioneras de terceros.

Viven más atentos e interesados en “cuidar las apariencias” que en realmente vivirlas. ¿Hipócritas? Me suena fuerte este término… Mejor pensemos que son inseguras…

El miedo a las críticas no es otra cosa que dejar de vivir nuestra propia vida por terror a ser rechazados. Por lo tanto, con tal de ser aceptados vivimos atentos a lo que los demás opinen de nosotros, al famoso qué dirán, a lo que los demás piensen de mí.

Casi siempre, las decisiones que toman estas personitas inseguras no son por convicción sino por “quedar bien” y para que hablen bien de ellas. De manera consciente o inconsciente buscan la aprobación porque, en su mundo, eso equivale al amor en forma de aceptación.

Así, viven sus vidas a merced de los demás: no hacen eso porque… “¡qué dirán!”; no se visten así porque… ¡qué dirán!; mejor se portan bien porque… ¡qué dirán!; no piden ayuda en su matrimonio que está en una crisis porque… ¡qué dirán!; las hijas se quedan embarazadas fuera del matrimonio, entonces mejor que aborten porque… ¡qué dirán!; los hijos embarazan a la muchacha y hay que casarlos aunque no haya amor porque… ¡qué dirán!; el marido le puso el cuernote y mejor se calla y no busca apoyo porque… ¡qué dirán!; no se juntan con fulana porque… ¡qué dirán!

Tantos y tantos ejemplos que podemos dar… Aquí está involucrado el ego y la importancia que tú le des al estatus social, profesional, económico, etc. y algo -o mucho- de inseguridad o baja autoestima. Esto está tan arraigado en algunas personas que su estado de ánimo y “sentido de pertenencia” dependerá de cómo las reciban y traten los demás.

¿Que qué dirán? ¡Qué digan lo que quieran! Ya basta de vivir a merced de todos, de sus opiniones y juicios. Para eso tenemos una ley moral grabadísima en el alma que si somos dóciles al Espíritu sabremos escuchar. La voz de nuestra conciencia nunca se calla, y aunque hoy en día alguno que otro la tenga anestesiada, será la que nos diga: “Por ahí sí o por ahí no”.

Entonces lo haremos o lo dejaremos de hacer “por convicción”, porque queremos ser mejores personas, más reales, íntegras, congruentes, coherentes, felices, auténticas, santas… y no por buscar ser aceptados.

Esas personas no han caído en la cuenta de que en el momento en que comiencen a vivir sus vidas de adentro hacia afuera y no de afuera hacia adentro, siendo auténticas y sin “necesidad” de querer quedar bien con nadie, de aparentar lo que no son ni de guardar las apariencias vivirán una vida más libre, plena y en paz.

Para comenzar a soltar este tipo de comportamiento el cual si no se atiende se puede volver neurótico. Es muy importante que aceptemos -una vez más- que lo que otra persona piense de nosotros no es nuestra realidad, es decir, no es nuestra verdad.

Cuando las personas opinan, hablan u ofenden a alguien más, están hablándose y ofendiéndose a ellas mismas porque somos espejos unos de otros. Cuando alguien opina negativamente de nosotros, está opinando -o quizá criticando- algo de ella que ve reflejado en nosotros y que aún no lo ha superado en sí misma.

¿Has caído en cuenta que la mayoría de los que emiten opiniones hacia ti con no muy buena intención que digamos es por pura envidia? Dirás ¿de qué me pueden envidiar si tienen todo? Créeme que en el fondo todo es por envidia -entre muchas otras cosas- porque tienes una luz muy grande que les deslumbra y que ellas quisieran tener y no han podido. Es una pena porque todos tenemos el potencial de ser luz, unos de otros.

Si tu perteneces al grupo de personas que aún está estancada en esos pensamientos y las opiniones de terceros aún te mueven el piso, te sugiero que antes de que permitas que un comentario te llegue a afectar tomes en cuenta lo siguiente:

  1. Ten claro cuál es el propósito de tu vida. ¿El qué dirán de ti? Lo que cada uno quiera decir es asunto suyo y eso no te define. Viniste a este mundo por amor y para el amor; para ser feliz y por ende para hacer felices a los demás. Tu valor como persona depende únicamente de ti, de tus actos, de tu comportamiento y de la dignidad con la que elijas vivir cada momento de tu vida independientemente de las circunstancias que la acompañen y no de lo que los demás piensen u opinen de ti.Es importantísimo que tú sepas quién eres y que tengas tu autoestima en su lugar para que nada ni nadie te mueva el piso y no te pases la vida queriendo convencer al mundo de que eres buena persona. Tampoco es necesario que vayas aclarando opiniones negativas, chismes o rumores que se dicen sobre ti. La misma vida y su aliado el tiempo se encargarán de poner a cada persona y a cada cosa en su lugar. A todos aquellos que “hablaron” de ti y emitieron opiniones malintencionadas, la misma vida se encargará de que paguen y donde más les duela (generalmente lo que más duele son los hijos). Eso no lo digo yo, es ley de vida, lo que tú le das, recibirás.
  2. Nuevamente, ten claro que las críticas negativas y opiniones de terceros, son sólo eso, pensamientos de terceros y estos no te definen. Quítales el poder de que estropeen tu vida. Toma las cosas de quien vienen y no te enganches ni lo tomes personal.
  3. Hazte de mecha grande. Opiniones son sólo opiniones. Cuando escuches el comentario negativo tú simplemente, y con la elegancia que te caracteriza, sonríe. Aunque te esté matando el coraje no hables ni pierdas la compostura. Si de verdad no te aguantas las ganas de hablar, mirándola a los ojos simplemente di: “Gracias por tomarme en cuenta” o “Gracias, pero pienso distinto a ti”. Das la media vuelta y te vas o bien cambias de tema. Por el otro lado, si la opinión que escuchas sobre ti te suma, entonces recibe el halago, pero nunca despegues los pies del piso. Recuerda siempre ser proactivo y no reactivo.
  4. Acéptalo: tienes el derecho de no caerle bien a todos. Mira, no nos engañemos. Es una delicia que nos digan cosas positivas que nos suban el “pH emocional”. A todos nos gusta agradar y escuchar cosas bellas de lo que hacemos y no tanto disfrutamos que nos critiquen. Sin embargo, hay una gran diferencia entre que un comentario mueva un poco nuestro interior a que el mismo comentario estropee nuestro día por completo.
  5. Rodéate de personas positivas y que por lo menos traten de siempre tener una palabra agradable para los demás. Aléjate de las sanguijuelas emocionales que te chupan energía.

Si eres de las personas que hace todo lo posible por ver lo mejor en los demás y te abstienes de hacer comentarios negativos y no críticas, eventualmente ese será el tipo de gente que atraerás hacia ti porque son con las que te sentirás más cómoda porque comparten valores.

Tú sigue creciendo y nunca te detengas por el qué dirán. Este mundo necesita de más personas auténticas, de una sola pieza, congruentes y luminosas como tú y como yo…

¡Vive en paz y suelta el qué dirán! Sólo preocúpate en agradar a Dios haciendo todo cara a Él con rectitud de intención. Lo demás… Lo demás y los demás son lo de menos… ¡A vivir sin cargas que no te corresponden!

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