La actriz usó un vestido que ya había usado antes cuando ganó su primera estatuillaActualmente, la alfombra de los Premios de la Academia puede llegar a ser, incluso, más comentada que la propia ceremonia en sí. Sobre todo las actrices tienen una gran presión por el vestido que usarán en la gran noche, llegándose a convertir en una competencia de “la mejor vestida”.
Audrey Hepburn, todo un ícono de la moda, no necesitó buscar el vestido más costoso para deslumbrar el día que ganó su primer Oscar como Mejor Actriz en 1954.
Su sencillo pero elegante vestido de encaje, con un pequeño cinturón y cuello bote era una adaptación del que le había diseñado la vestuarista Edith Head para la última escena de Roman Holiday, film por el que ganó el galardón.
Claro, también hubo controversia, pues la adaptación no la terminó la propia Head sino Hubert de Givenchy, a quien Hepburn se había encontrado en una boutique de París un año antes. Además, luego de esos Oscars, la actriz exigió que ya no fuera Head, sino Givenchy quien se encargara de su vestuario en sus próximas películas, y así fue durante los siguientes siete años. ¿La diferencia con la actualidad? Audrey Hepburn nunca recibió dinero de la firma (aunque sí ropa a cambio) por llevar sus diseños en la red carpet.
Lamentablemente, aunque en esa época la mayoría le dio el crédito a Edith Head (quien además era tan conocida como un diseñador de marca), hoy en día muchos se refieren al vestido como uno de la firma Givenchy. Si bien Hepburn hizo lo que ninguna actriz ha hecho, de tomar un vestido que ya había usado (y de forma bastante notoria) y modificarlo sin necesidad de gastar miles de dólares en uno nuevo, considero que su “hazaña” fue opacada al caer en la tentación de simplemente ponerle un nombre famoso a la etiqueta.
Lo irónico es que, según su madre, ella siempre se refirió a ese atuendo como “su vestido de la suerte” (y no es de extrañar, pues usándolo se ganó su único Oscar como actriz en toda su carrera). Asimismo, ha pasado a la historia como uno de sus trajes más icónicos, demostrando que no necesariamente se requiere del vestido más caro o con la tela más lujosa para destacar; a veces, como decía Coco Chanel, “la simplicidad es la clave de la verdadera elegancia”.