Toma nota de una tradición ortodoxa: prepárate, para aprovechar al máximo esos díasMe sobran las ideas para mejorar mi vida espiritual, pero mi mantra ha venido siendo “ya lo haré en Cuaresma”. ¿Qué mejor momento para recomponerme? Pero todos los años, cuando llega la Cuaresma, me sorprende como un ladrón de madrugada, lo cual es absurdo, ya que después de todo siempre he tenido tiempo de sobra de advertencia. Año tras año, llego sin preparación y me apresuro a plantearme propósitos que creo que puedo mantener.
A este respecto, recientemente me llegó un poco de ayuda inesperada de la tradición ortodoxa. Descubrí una gema sobre su forma de abordar el tiempo previo al comienzo de la Cuaresma.
Ellos observan los domingos cercanos a la Cuaresma como un periodo especial de preparación “pre-cuaresmal”, de modo que cuando por fin llega la Cuaresma, ya están listos para dar lo mejor de sí.
Es prueba de la importancia de la Cuaresma y de lo vital que es la labor de arrepentimiento, tanto que hay un tiempo particular para prepararse para el periodo de preparación.
Se mantiene una forma de esta tradición en ciertas parroquias y comunidades que usan la Forma Extraordinaria; también en parroquias de ordinariatos y de católicos bizantinos, entre otros.
La Septuagésima (el domingo que celebra la Iglesia tres semanas antes del domingo de Pascua de Resurrección, es decir 70 días antes), empieza tres domingos antes del Miércoles de Ceniza.
Para aquellos de nosotros que no tenemos un recordatorio de este estilo en la misa de domingo o en la Divina Liturgia, sospecho que el tiempo se nos va a pasar volando.
Aquí os explico una serie de métodos que estoy empleando este año para que poner mi alma en orden, para estar lista para cuando llegue la Cuaresma.
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Ponte en marcha físicamente
Aunque esté hecha de cuerpo y alma, todavía tiendo a olvidar lo mucho que mi cuerpo influye en el estado de mi alma. Los días que me quedo horas sentada en el sofá hay muchas, muchas menos probabilidades de que tenga la energía para hacer lo que es debido. Le dedico menos tiempo a mi familia, soy menos atenta con mi marido y por lo general me deprimo con mis problemas, lo cual lleva a un sutil sentir de desesperación. Pero en los días que he salido a andar o que he hecho algo de ejercicio, mi ánimo no podía ser más diferente. Estoy más alegre, más optimista y tengo más energía que ofrecer a mi familia. Es el perfecto estado mental para intentar empezar a hacer cambios en mi vida.
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Ponte en marcha mentalmente
Nutre tu mente. Aunque no estés haciendo lecturas espirituales, cualquier lectura puede ayudarte más de lo que crees. Simplemente leer un artículo entero, en vez de solo el titular y un vistazo rápido, tiene el efecto de potenciar el hábito de terminar lo que hayas empezado. Me ayuda a aprender a no rendirme fácilmente. Y la mente, al igual que el músculo, necesita ejercicio para mantenerse fuerte. Usar tu mente más a menudo puede ayudarte a profundizar en tu comprensión de tu fe, que tiene una riqueza sin medida, y tiene mucho que ofrecer.
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Empieza a notar tus áreas problemáticas
Todavía no tienes que elegir tus propósitos, pero sí es momento de empezar a reflexionar sobre qué áreas de tu vida necesitan revitalizarse. ¿Has andado corto de paciencia últimamente? (Yo sí. Culpo a la claustrofobia. Y también al pecado original). Un buen examen de conciencia te dirigirá hacia las proposiciones más apropiadas para ti y te ayudará a ver con más claridad tus objetivos cuaresmales. También dispones de un viejo truco: trata de nombrar los siete pecados capitales. El que te cueste más trabajo recordar es probablemente el que más problemas te da.
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Recurre a los sacramentos
Si ya has hecho un buen examen de conciencia, no lo desperdicies. ¡Ve a confesarte! Si tienes tiempo para la misa diaria o para la adoración eucarística, aunque sea una sola vez, no lo lamentarás. Es siempre la mejor decisión posible para tratar de acercarse a Jesús. Después de todo, es el objetivo de toda nuestra vida.
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Reza, reza y reza
No necesitas estar de humor, no necesitas tener energías y no necesitas tener nada que decir para que tu oración sea una buena oración. Lo que importa es la perseverancia. Nunca subestimes el poder de crear un hábito. Al principio es duro, pero una vez es parte de tu rutina, se convierte en algo natural. ¿No te encantaría que tu oración diaria fuera algo que te saliera de forma natural?
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