Puede ser un problema o una oportunidad: dar tiempo a que surjan las ideas más genialesDurante muchos años he vivido con sentimiento de culpa por el hecho de reenviar mis tareas hasta el último momento disponible. Tenía que haber algo que no iba bien en mí, sobre todo cuando veía que mi marido y mis amigos lo hacían todo en seguida, a tiempo. Vivo entre ellos en base al principio “Lo que puedo hacer hoy lo haré mañana, y me tomo un día libre para descansar”.
Todo empezó con la tesis del master, que terminé el mismo día en el que tenía que haberla entregado. Por supuesto, fue el día en que se me rompió la impresora, y el resultado es que la entregué en el ultimísimo minuto. Después trabaje durante muchos años en despachos editoriales, pero rara vez escribía artículos, así que no me daba cuenta de que había algo mal conmigo. Hasta que me convertí en freelance y empecé a trabajar como periodista para varias revistas.
Cada vez empezaba a escribir un artículo pocas horas antes de la hora de entrega. Me sentaba ante la computadora sólo cuando el nivel de estrés llegaba al culmen. Esto no significa que no pensara antes en el argumento, porche lo hacía. Recogía el material, entrevistaba a las personas, expertos, etc. Y después esperaba hasta que no me sentía un nudo en la garganta. Sólo entonces empezaba a escribir, y lo más extraño es que los editores no se quejaban. Pero no lograba dejar de sentir que algo en mí no estaba bien.
Un poco de teoría
Hace mucho tiempo descubrí una palabra que suena bien pero no significa nada bueno – procrastinar. Según los psicólogos, es un desorden que implica el hecho de reenviar las diversas tareas y después hacer algo en el último minuto. En casos extremos, la procrastinación puede llevar a un estado de neurosis o incluso a la depresión.
El que lo sufre repite siempre el mismo modelo – reenvía lo que tiene que hacer a otro día, intentando varias excusas para justificar la falta de acción. Lo hace todo en el último momento o no lo hace en absoluto. Cada vez se promete no hacerlo más, pero luego siempre es lo mismo. A menudo se siente rabia, culpa y vergüenza.
Los motivos son diversos – podría haber una tendencia al perfeccionismo, una falta de autoestima, el miedo al éxito o a equivocarse, o la necesidad de una especie de estrés alimentado por la adrenalina.
Según los psicólogos, la procrastinación avanzada requiere una terapia. Empecé a preguntarme si me servía también a mí. El problema más grande que tenía no era tanto la procastinación, sino las presiones que sentía al trabajar como los demás y al hacer algo para resolver mis tácticas habituales de reenviar las cosas a otro momento.
Mejor tarde que demasiado pronto
En la primavera pasada, el Independent publicó un artículo citando a Adam Grant, profesor de Psicología en la Universidad de Pennsylvania y uno de los primeros científicos en afrontar el tema de la procrastinación. Mientras escribía su libro Originals: How non-conformists change the world (Originales: cómo los inconformistas cambian el mundo), Grant descubrió que las personas más creativas reenvían el hecho de entrar en acción hasta el momento en que se les ocurre la mejor solución.
Entre los procrastinadores más famosos de la historia figura Leonardo da Vinci, que pintó sus obras maestras en muchos años, tomándose largas pausas durante la realización de la Gioconda mientras perfeccionaba la técnica. Martin Luther King añadió el famoso “I Have a Dream” a su histórico discurso justo antes de pronunciarlo durante la Marcha sobre Washington.
“La procrastinación te da tiempo para ponderar ideas distintas, pensar de forma no lineal, realizar saltos inesperados”, afirma el experto. Grant se define un precrastinador (es decir, lo contrario de un procrastinador), una persona que tiene que hacerlo todo inmediatamente.
En uno de sus artículos publicados en el New York Times, admite haber creído durante toda la vida que as cosas había que hacerlas con mucha anticipación. “Cuando estudiaba, entregaba los trabajos antes de la fecha límite, incluida la tesis, que entregué cuatro meses antes de la fecha. Mis compañeros bromeaban diciendo que tengo una forma productiva de trastorno obsesivo-compulsivo”, escribe.
En su opinión, la precrastinación es la necesidad de empezar inmediatamente la tarea pendiente, que hay que terminar lo antes posible. Si para el procrastinador reenviar la acción es la norma, a un precrastinador esto le genera un estrés tremendo.
Resulta, en todo caso, que las primeras ideas que nos vienen a la mente raras veces son creativas. Las más interesantes se asoman después de un tiempo.