El racismo es un tema polarizado pero todos podemos poner de nuestra parte para hacer que sea un tema del pasadoLo más probable es que no sientas odio hacia nadie simplemente por el color de su piel, pero la mayoría de nosotros alberga algún tipo de prejuicio racial, consciente o no, sencillamente por la sociedad en la que vivimos. También, la mayoría de nosotros preferiría que esto no fuera verdad.
Todos estamos de acuerdo con la esperanza que manifestaba el reverendo doctor Martin Luther King júnior de que llegará un día en que las personas se juzguen unas a otras “no por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter”. A continuación encontrarás cuatro cosas que puedes empezar a hacer hoy mismo para contribuir a que ese día llegue antes:
Cuando converses sobre cuestiones raciales, asegúrate de definir y aclarar tus términos.
Las conversaciones sobre racismo no van a ningún sitio si los participantes no hablan de lo mismo. Muchísimas personas creen que el racismo se refiere simplemente a odiar a otra persona de una raza diferente, o a considerar que una raza es superior a otra. Otras personas usan el término para describir una estructura o sistema social en el que una raza detenta el poder sobre otras, como los blancos sobre los negros en los Estados Unidos (esta es la razón por la que algunos sostienen que los negros en EE.UU. pueden tener prejuicios pero que en realidad no pueden ser racistas). Si primero entiendes la forma en que otra persona define el racismo o determinan a qué faceta se refieren, tendrán una conversación más fructífera.
Deja de describir a las personas por su raza o etnia cuando es irrelevante para la historia.
Una cosa diferente es describir a alguien para un agente de policía en aras de su identificación: “Varón asiático de metro sesenta, delgado, con pelo negro”. Pero cuando cuentas a un amigo una historia sobre la mujer con la que hablaste en la frutería, no tienes por qué decir “una mujer negra con la que hablé hoy me dijo que las peras estaban pasadas”, o que “un muchacho mexicano me saludó desde el final del autobús”. El que la mujer fuera negra y el muchacho mexicano no tienen nada que ver con la historia y mencionarlo únicamente sirve para destacar las diferencias raciales y étnicas cuando, en realidad, son irrelevantes.
Desafía a los seres queridos y compañeros de trabajo si hacen comentarios o chistes racistas, basados en prejuicios o intolerantes.
Por un lado existen las grandes ofensas, por supuesto: insultos o comentarios despectivos que son claramente inaceptables. Pero luego hay comentarios más sutiles o ideas inferidas que se pronuncian a veces casi inconscientemente. Cuando no nos manifestamos en su denuncia, somos culpables por omisión. Existen formas de desafiar las ideas de alguien que son más efectivas, como por ejemplo, conversando más sobre el tema y compartiendo tu punto de vista. Pero hay que hacerlo con bondad y con la mejor de las intenciones, porque la mayoría de las personas no somos conscientes de los prejuicios inherentes a nuestra cultura y al lenguaje que usamos. Es mucho más fácil que una persona reflexione sobre su comportamiento y lo cambie si no se siente atacada.
Haz un esfuerzo por socializar y colaborar con personas de diferentes razas, etnias y orígenes.
La amistad surge de forma natural, claro está, y no como resultado de una planificación. Pero no puedes construir nuevas relaciones con personas fuera de tus círculos habituales si te quedas siempre en tu zona de confort. Cuando más salgas y más conectes con individuos con los que normalmente no socializarías, más confianza y buena voluntad se construyen, lo cual a menudo facilitará las conversaciones y luego, a veces, la amistad. Nuestras relaciones y experiencias personales son las que configuran en mayor medida nuestras perspectivas y pueden ayudarnos a percibir un determinado color con todos sus matices y a no juzgarlo por las apariencias o nuestras impresiones.