¿Te atreves a hacerlos?
Cuando llega el mes de diciembre, muchos nos preguntamos qué podemos dar a nuestros seres queridos. Son muchos los detalles de amor y de conversión los que podemos entregar, estos valen mucho más que un regalo costoso.
«La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón. Todos lo necesitamos» (Papa Francisco).
Aquí les dejamos una pequeña lista que esperamos sea de mucho provecho en este tiempo 🙂
1. Regala tu perdón sin reparo
2. Regala tu oración frecuente
No hay mejor manera de demostrar nuestro amor por alguien que rezando por él. Así ponemos a las personas que amamos en las manos de nuestro Padre.
Encomendémoslas a Cristo y a la santa Virgen, concentrándonos con intensidad en la oración, sintiendo en nuestra alma cada palabra, y sintiendo, sobre todo, que tenemos a Cristo y a la Virgen delante de nosotros, escuchándonos, recibiendo y tomando en cuenta cada frase que sale de nuestros labios. Confiémonos a Cristo, pongamos a nuestros seres queridos en su Corazón, hablémosle, con suma confianza, como un pequeño niño que se dirige a su padre.
3. Regala tu dedicación y aprecio
Hace poco, le pregunté a una amiga muy querida cuál sería el mejor regalo de Navidad y me dijo, ante mi asombro: «Un poema o un dibujo, un escrito, una tarjeta navideña, unos dulces caseros, un tejido, una pequeña escultura o un ramo de flores que hayan recogido para mí».
En verdad lo que más esperan nuestros seres queridos no es un regalo costoso, sino un obsequio que refleje nuestro aprecio y amor por ellos, algo que diga cuánto los amamos. Nadie se fija en cuánto has gastado, sino en cuánto de tu alma has dejado impregnada en el obsequio. Al fin y al cabo, nuestros familiares y amigos esperan algo muy personal, que diga también con qué profundidad los conocemos.
4. Regala un: «Te quiero»
Muchos de nosotros sabemos exactamente quiénes son esas personas imprescindibles en nuestras vidas, sin cuyas sonrisas, mensajes, compañía o afecto se nos haría muy difícil resistir.
Ellos están ahí justo en los momentos en los que sufres y lloras, en los que estás enfermo o decaído, también celebran contigo cuando has conseguido algo que ha marcado tu vida. Pero, aunque les agradecemos siempre, ¿cuándo les hemos dicho: «Te quiero»? ¡Qué difícil es decirlo, aún a nuestros propios padres y hermanos que conocemos de toda la vida! Y, sin embargo, no hay nada que alegre más a un ser humano que el saber y sentir que es importante en la vida de los demás.
5. Regala tu tiempo
Uno de los regalos más preciosos que Dios nos ha dado es el tiempo. Es un regalo que debe ser bien administrado, no hay nada más valioso que el tiempo que dedicamos a los demás, no solo a servirlos, sino a a acompañarlos. La generosidad empieza por la disposición de entregarlo. Nunca olvidemos que: los actos de amor cubren multitud de pecados.
Te dejamos algunas sugerencias para servir con nuestro tiempo: Escuchar al hermano que nos cuenta sus problemas, escuchar a un amigo enfermo que nos explica sus dolores, esperar pacientemente a los doctores, dentistas, las luces rojas, etc., dar algún tiempo para la edificación espiritual de alguien, darse el tiempo de felicitar a alguien por un trabajo bien hecho, etc.
6. Regala humildad
Con frecuencia estamos ávidos de honores y reconocimiento, queremos que los demás sepan y valoren cada esfuerzo que hemos llevado a cabo, por lo que publicamos a bombo y platillo, a los cuatro vientos, todo cuanto ha ocurrido de grandioso en nuestras vidas, con la esperanza de que así nuestros amigos y familiares nos amen más.
Pero, ¿qué tal si desde ahora, aunque nos cueste, nos guardamos nuestras ansias de “fama” y aprecio? Lo que sea que hayas hecho de bueno, Dios ya lo sabe y es su reconocimiento lo único que te debe importar. Siéntete dichoso de que Él te valore en la justa medida, y que ningún sacrificio tuyo, por pequeño que sea, escapa a su mirada.
7. Regala tu compañía
A veces, cuando el lazo que te une a otro ser es muy fuerte, no es necesario decir nada, pues ambos se entienden solo con gestos. A veces lo único que necesitamos saber es que no estamos solos, que alguien más se preocupa por nosotros y desea nuestro bienestar, porque nos ama, y nuestro bien es el suyo.
Pero nuestra silenciosa compañía es lo único que desea una persona que pasa por una enfermedad muy grave o que acaba de perder a alguien importante. Porque, ¿qué podemos decir en momentos así?, ¿cómo consolar al otro, salvo con nuestra presencia y con nuestras oraciones?
8. El regalo de ceder en una discusión
No puede haber peleas si no hay dos que quieran pelear. Una vez le pregunté a un amigo, que llevaba ya diez años de casado, cómo hacía para tener un matrimonio exitoso, y me dijo, sonriendo: «Aunque yo tenga la razón, se la concedo con gusto a mi esposa.
Sé muy bien que si seguimos discutiendo, nos diremos mil palabras hirientes y no quiero eso. Por lo que casi siempre soy yo quien abandona la lucha». Si la mansedumbre fuese nuestra bandera, nos ahorraríamos muchísimos disgustos.
9. Ponte siempre en el lugar del otro
Ponte siempre en el lugar del otro y pregúntate por qué ha actuado o hablado de tal modo, pregúntate también cómo reaccionaría él o ella si haces o dices lo que tienes en mente. Antes de responder o actuar, regálale tu calma o mantente en silencio sin que lances palabras duras y desdeñosas, de las que luego te arrepentirás. Las palabras no vuelven; podrán perdonar lo que digas, pero nunca lo olvidarán. Lo mismo ocurre con nuestros actos.
10. Regálale tu tiempo a Jesús
Si te sientes débil, busca a Jesús en el Santísimo, salúdalo, cuéntale todas tus penas y alegrías, dale las gracias por los dones recibidos y pídele todo aquello que tu corazón anhela (Él te dará consejo). Quédate en silencio sintiendo su presencia y su amor y, si lo necesitas, llora frente a Él. Pídele también perdón por tus faltas y dile cuánto lo quieres. Él se sentirá feliz y tú te sentirás como una persona nueva.
Todas las fotos fueron tomadas de Pixabay.com
Evelyn García Tirado
Artículo originalmente publicado por Catholic Link