Antes que nada diferenciemos entre un hijo obediente y un hijo que obedece. Si gritas y amenazas para que una orden se cumpla es probable que el niño haga lo que le ordenas... ese día (y seguramente también el siguiente si elevas un poco más el tono). ¿Pero a la larga?
Es verdad que la repetición de actos logra hábitos -¿si tus hijos obedecen, se convertirán en obedientes? Y que hay circunstancias en las que la necesidad de que una orden se cumpla sí o sí requiere métodos coercitivos, pero si no consigues despertar sus fuerzas propias, llega un momento en que la presión exterior ya no resulta suficiente.
Estas son las actitudes que no ayudan:
1Dar órdenes que no te las crees ni tú
Lo que le pides al niño debe ser realista: estar adaptado a su edad (infórmate antes sobre lo que, a rasgos generales, puedes esperar según los años que tengan), circunstancias y personalidad. Conoce y respeta también tus propios límites. Y tampoco te vayas al otro extremo de bajar demasiado el nivel de exigencia, porque lo sabrán aprovechar.
2llevarse como amigos
Asume que eres el malo o el aburrido, al menos algunas veces. De verdad que ser "superamigo" de los niños que tienes a tu cargo no te ayudará a lograr la constancia y la disciplina que necesitan para sentirse seguros y queridos. Aplicar las normas es ingrato, prepárate para rabietas y reproches.
3Ceder sin marcar límites
Aclarar tu autoridad en cosas pequeñas ayuda a los niños a respetarla en otras más importantes. Claro que hay espacio para un estira y afloja, hay momentos en que sí debe ser sí y no debe ser no.
4Improvisar
Cuando no tenemos tiempo de planificar bien lo que vamos a hacer con los niños, lo que queremos lograr y cómo llegar hasta ello, es bastante probable que las cosas salgan mal y que los niños aprovechen el caos para instaurar la anarquía.
Y como es difícil tener tiempo, ganas y creatividad para planificar todos los momentos que compartimos con nuestros hijos, resulta muy útil la rutina. Si todos sabemos que después de cenar es la hora de lavarse los dientes y rezar, tenemos gran parte del terreno ganada. Las costumbres son grandes aliadas.
5Darles la batuta a los niños
Es sorprendente hasta dónde puede llegar el instinto de poder, de dominar, de los pequeños. Aunque te vean en los límites de tus fuerzas, no tienen piedad. ¡Son niños!
Que decidan la merienda que tomarán el día de su cumpleaños o el parque al que les vas a acompañar a jugar una tarde, esta bien, pero que elijan siempre el menú y el plan del fin de semana, se acuesten a la hora que les parezca y determinen las horas que van a pasar frente a la pantalla, por ejemplo, no les ayuda ni a ellos ni a ti.
La autoridad está pasando así de las manos de una persona adulta responsable que ama a sus hijos a las de un pequeño por educar. La responsabilidad y el error son nuestros.
6Exigir un día una cosa y al día siguiente dejarla pasar
La constancia resulta muy exigente y costosa, pero las órdenes y normas deben ser coherentes y lógicas para ser eficaces. Por respeto al niño y a su libertad, hay que intentar por todos los medios sobreponerse a los propios estados de ánimo y circunstancias para cumplir los compromisos y mantener en el tiempo, y entre el padre y la madre, lo que le pides al niño que obedezca.
7Quedarte igual cuando desobedecen una norma
Seguramente si el niño no se pone la camisa que le dejaste preparada la noche anterior y escoge otra del armario no se acabe el mundo. Pero si habías quedado en que se vestirá con lo que encuentre sobre su cama por la mañana, reforzará tu autoridad asociar al cumplimiento de ese acuerdo consecuencias (lógicas) que se apliquen cuando cumple o transgrede.