Un espectáculo de alto nivel, de profundo sentido espiritual e inédito en Argentina
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No es la primera adaptación teatral de la vida de Francisco de Asís. Tampoco el primer musical sobre un santo. Pero Franciscus, una razón para vivir es aun así inédita. Es la primera obra tras años de divorcio entre el más alto nivel artístico y las historias con profundo sentido cristiano, y la primera en tomar de lleno la avenida Corrientes, el “Broadway” de Buenos Aires, con una vigencia durante 2016 asombrosa.
Es además la primera en explorar en las gradas en torno a la historia del Poverello un nivel de sofisticación artística y escénica digno de los más grandes espectáculos musicales de Londres o Nueva York.
Bajo la conducción del productor y coreógrafo Flavio Mendoza, la puesta en escena resulta una entrega de estímulos sensitivos al servicio de un viaje en el tiempo y el espacio, hacia la ciudad de Asís en el siglo XIII.
Vestuario, música en vivo con músicos absolutamente compenetrados e integrados, proyecciones audiovisuales de la más alta resolución para mostrar los avances en la historia, acrobacias aéreas, coreografías con más de 30 artistas en escena. No se ha visto nunca en la Argentina semejante despliegue artístico para la recreación de la vida de un santo.
Junto al nombre de Mendoza figura el de Norma Aleandro, la única intérprete argentina que ha sido nominada a un premio Oscar, en la dirección de actores. La experiencia de Aleandro se ve sobre todo en la historia paralela que los responsables de Franciscus relatan para introducir la vida de san Francisco, y para expresar, en apenas un caso, lo que puede enseñarnos a los ciudadanos del siglo XXI.
En estas escenas, que se intercalan con la narración de la vida del santo, se cuenta la historia de una fracturada familia porteña, exitosa en lo laboral, pero que se enfrenta ante la enfermedad de su hijo. Mientras espera y sufre en el hospital ante la primera circunstancia que no puede controlar, la madre del niño, interpretada por Leticia Bredice, es abordada por una joven católica que le regala un libro del santo, y le asegura la oración por su hijo, casualmente, llamado Francisco.
Bredice encarna a la mujer que no tiene fe, que parece no necesitarla, y es enfrentada al mayor dolor. Es Bredice la que va revelando y enamorándose de la vida del santo en secuencias quizá opacadas por el despliegue escénico de los fragmentos sobre la vida del Poverello y Clara, pero absolutamente compensadas por la calidad actoral tanto de Bredice como de Ana María Piccio, que encarna a la abuela, y de los otros actores involucrados.
En el plano de la historia del santo, el guión transporta a adaptaciones de los pasajes de las Florecillas o de algunas de las más básicas biografías de san Francisco y Clara.
Sorprende que no haya lugares comunes con críticas a la Iglesia tan típicos en el arte que suelen confrontar la elección por los pobres con, por ejemplo, las actitudes de los Papas. Franciscus es un musical sano y bien intencionado.
Hay unas escenas especialmente cercanas para el espectador cristiano que, vale resaltar, no es el único que goza con esta historia. Cuando Francisco reza y el despliegue artístico acompaña su oración, es claramente un momento de oración personal para cada uno.
Es notable en este sentido que el autor del libro, Alejandro Rommers, quien es además un exitosísimo empresario, haya articulado pasajes con hondo sentido espiritual con otros que encarnan en obras la espiritualidad del renovador de la Iglesia nacido en Asís.
Que Franciscus tenga la posibilidad de conmover tanto a aquel sin interés religioso como a aquel más exigente es posible gracias a la articulación de los elementos hasta ahora expresados en esta reseña, pero también y muy especialmente gracias a las habilidades actorales de los protagonistas: Florencia Otero, en el papel de Clara, y sobre todo, Federico Salles, como Francisco.
Salles evoluciona en la obra como Francisco ha evolucionado en su vida. Puede encarnar su transformación emocional y religiosa, y lo hace sin dejar de integrar esa profundidad al género escogido para la obra, el musical. Salles baila como uno más, canta como uno más. Pero es menos, porque es Francisco… Pero es más, porque es Francisco.
Todos, productores, directores, autores, actores, músicos, han tenido la valentía de llevar a la avenida Corrientes un musical de fuerte impronta religiosa, superando y poniéndose con notable solidez artística por encima de cualquier debate público que lejos de representar soluciones para el hombre, lo ha metido en un laberinto que ni siquiera comprende.
La vida es algo más simple y a la vez más profundo, como descubre la madre que encarna Leticia Bredice en esta obra, y como nos enseña a los hombres de todos los tiempos Francisco de Asís.
“Franciscus, una razón para vivir” se presenta en el Teatro Broadway de Buenos Aires, a metros del obelisco, hasta el 27 de noviembre.