Hay abrazos, gestos, miradas y nombres dichos a tiempo que pueden salvar vidas
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“Eran cerca de las tres de la mañana y algún ruido me despertó. Me levanté despacito para no interrumpir el sueño de Juan Carlos, me asomé a la pieza de los chicos y vi que los tres estaban durmiendo bien. Me llamo Karina, tengo 32 años, y mis chicos tienen 8, 5 y 3. El cuaderno de Pablo (el mayor) estaba abierto y me dio curiosidad leerlo. Había escrito como tarea un cuento que tituló “Odio a Karina”. Me quedé helada y una especie de hormigueo me recorrió el cuerpo. Me fui a la cocina y leí y releí varias veces”.
Así comienza el relato de Karina, esta mujer argentina que empezó a vivir un antes y un después en su vida desde el momento que pudo leer lo que había escrito uno de sus hijos sobre ella, momento incluso, acompañado de llanto y lágrimas.
“¡Mi hijo expresaba su dolor y bronca hacia mí! Los reproches iban desde mis ausencias a las reuniones de padres, ausencias a los actos escolares en los cuales tuvo algún papel importante, ausencia para llevarlos a pasear, ausencias y más ausencias”, prosiguió.
¿Qué fue lo que generó que tales reproches de parte de su familia? He aquí la respuesta: su adicción a la cocaína. Que su hijo no la haya mencionado como mamá en su carta fue uno de los detalles qué más golpearon su corazón en ese instante.
“En esos momentos pasaron por mi memoria montones de situaciones de olvidos y abandonos y podía reconocer con culpa que Pablito tenía razón, y seguramente no sería el único perjudicado”, señaló.
Karina comenta que no tuvo una infancia feliz, que la maltrataron y la ningunearon. Que sufrió abusos de parte de un primo cuando tenía 12 años. Que fue abandonada por su padre. Pero Karina también reconoce que esta infancia poco afortunada “no justifica” que sus hijos terminen sufriendo cuestiones parecidas.
“Cerca de las cinco de la mañana, Juan Carlos se levantó preocupado y se sentó junto a mí en la cocina. Sin saber el motivo me abrazó hasta que él también vio el cuaderno y leyó. Y lloró con desconsuelo”, contó Karina.
El apoyo de su marido, su abrazo, su consuelo, su segunda oportunidad fueron fundamentales para que Karina pudiera salir adelante. Lejos de condenarla, a pesar de las cosas que aquella noche le contó, entre ellas que le mentía constantemente cuando le decía que consumía cocaína muy de vez en cuando, cuando en realidad era todos los días, o cuando decía que la robaban de forma constante.
“Dios me iluminó y vi que estábamos en un punto de quiebre familiar para bien o para mal, pero tenía que decir la verdad. Le pude expresar a mi esposo que lo amo, pero que le mentía”, le dijo esta mujer que empezó con la adicción cuando tenía 17 años.
Antes de casarse, para comprar droga, llegó incluso a prostituirse. Cuando se casó logró abandonar el consumo, pero solo por un tiempo.
“Le confesé que no era cierto que me habían robado tantas veces, que mentía en los gastos de la casa, que mentía con el dinero que ganaba con mi trabajo, que inventaba historias para pedir dinero a mis amigas. Muchas mentiras cada vez más difíciles de tapar”, expresó.
Al principio su esposo pareció acusar el golpe de la verdad, pero lejos de tirarlo, esto lo animó a salirse de sí y tender su mano.
“De pronto algo pasó en él y me abrazó y lloró entre abrumado y entristecido. `Si querés yo te acompaño para salir de ésta´, me dijo. Y no pude parar de derramar gratitud y llanto, ahora de consuelo. Hay miradas, gestos, abrazos y nombres dichos a tiempo que sanan y te salvan la vida”, reflexionó Karina.
La mañana siguiente fue el momento de reencuentro de Karina con sus hijos. Entre todos decidieron para la rutina y salir a pasear. Aquel día significó un antes y un después para Karina. Claro que no significó el final de todas las calamidades, pero sí el momento de la reacción, de una nueva oportunidad.
“Ya pasaron casi cuatro años de aquella mañana. Pedimos ayuda y una amiga me habló de un `Hogar de Cristo´ en el cual iba a encontrar una familia grande que me acompañaría (nos acompañaría) para salir adelante. Pablito sigue distante y desconfiado, tiene miedo que vuelva a borrarme. Con los dos más chicos pude mejorar mi presencia como mamá”.
“Me cuesta asumir algunas cosas y no caer en la mentira. Pero no quiero volver a encerrarme en falsos espejismos que me aíslan del amor”, concluye Karina.
El relato de Karina se hizo conocido gracias a la difusión que le dio el arzobispo argentino Jorge Eduardo Lozano a través de una columna de opinión titulada “Cuando el odio te empuja a cambiar”.
Lozano pidió “entrar de puntas de pie y con un corazón macerado en el amor más comprensivo” al testimonio valiente de Karina.
“En este testimonio se palpa la presencia y la ausencia de un amor activo, transformador. A veces para bien y otras… cuánto dolor… Quién mejor que el poeta para señalar un poquito de luz: `Con un poco de amor sobrevivo/ sobrevivo pecado, castigo./ Con un poco de amor yo me salvo,/ sólo un poco de amor y soy algo´, subrayó Lozano, citando al cantautor cubano Silvio Rodríguez.
A continuación la columna completa:
Foto ilustrativa