John Maxwell Coetzee visitó por tercera vez una cárcel argentina y volvió a expresar admiración Se puede decir que es reincidente. Y eso es una alegría inmensa para el mundo de la cultura. Porque el Premio Nobel de Literatura 2003, John Maxwell Coetzee, visitó nuevamente una cárcel del Gran Buenos Aires para compartir con los reclusos un momento de literatura, de cultura, de esperanza.
Funciona en la unidad 48 del Penal de José León Suárez, a la vera del Camino del Buen Ayre, un centro universitario a cargo de la Universidad de San Martín. Allí se ofrecen dos carreras universitarias para los reclusos y los guarda cárceles, que conviven en el aula, además de talleres de poesía y literatura, entre otros. Ya es la tercera ocasión en que el sudafricano Coetzee visita a los presos del penal, en el marco de la cátedra “Literaturas del Sur” que lleva adelante en la universidad bonaerense.
En esta visita el Nobel escuchó en silencio y con respeto como los participantes del taller leyeron relatos escritos por ellos mismos en torno a una palabra de su infancia, según la consigna que Coetzee les había dejado de la visita anterior en abril.
Se leyeron 15 textos seleccionados, aunque en algunos casos los autores no pudieron con su emoción y tuvieron que ceder el honor de la lectura a otros. Coetzee aplaudió a cada uno de ellos, y recién sobre el final, fiel a su introversión que lo aleja de las manifestaciones de popularidad, se prestó para algunas fotos.
Como en las otras ocasiones, Coetzee no disertó como exponente ilustre. Compartió, escuchó, entregó miradas de aprobación. No había estrado en el aula, apenas sillas que lo ponen al nivel de personas, que como manifestó en la visita de abril, espera no volver a ver en la siguiente visita, en el caso de que deban recuperar su libertad.
“Estoy impresionado por la intensidad con la que los estudiantes prisioneros se acercan a su proyecto y también por su inteligencia. Creo que es importante para la gente cuya relación con el mundo ha sido de acción deliberada, particularmente con acción violenta, empezar a trabajar con la palabra, con el medio simbólico, y así empezar a tener relaciones simbólicas no violentas con el mundo”, aseguró en una entrevista al noticiero audiovisual de La Nación Coetzee.
Tras el taller se brindó un desayuno al que se sumaron otros reclusos, como uno preso por el asesinato de su esposa el año pasado, que domina muy bien el inglés, y con el que Coetzee pudo dialogar durante unos minutos, según indicó el diario Perfil.