Un hombre sencillo, con grandes virtudes espirituales pero sin capacidades milagrosas
Sobre su figura se han escrito multitud de obras de muy distinto carácter y con enfoques variados.
De un modo sencillo, podemos responder a esta pregunta diciendo que Mahoma o Muhammad (Meca, 570 – Medina, 632) es considerado por los musulmanes como el último y más importante de los profetas, “sello” del mensaje revelado desde Abraham a través de figuras como Moisés o Jesús.
Nacido en una familia de comerciantes de la destacada tribu árabe Qurays, fue adoptado con seis años por su tío Abu Talib.
Casado con la viuda Jadiya, destacó como encargado de un negocio de caravanas, que le permitió conocer profundamente las tradiciones judías y cristianas de su tiempo.
“Mensajero de Dios”
Fue un hombre sencillo, con grandes virtudes espirituales pero sin capacidades milagrosas.
Es valorado como receptor de la revelación coránica a través del ángel Gabriel hacia el 610, que le anunció que sería “mensajero de Dios”.
Un elemento excepcional es el llamado “viaje nocturno” en el que experimentó una visión de la realidad trascendente, llegando al lugar sagrado de Jerusalén.
En la llamada profesión de fe del musulmán (shahada) se incluye la frase:
“No hay más Dios que Alá y Muhammad es su mensajero”.
De La Meca a Etiopía
Al principio, Muhammad mantuvo en secreto los mensajes revelados. Después los fue comunicando a su esposa y familiares, que le apoyaron en la tarea de difundirlos al resto de la tribu.
Fueron recibidos con recelo, ya que contravenían valores y hábitos tradicionales.
Así, en el 615 junto con sus primeros seguidores, se le recomendó abandonar Meca y refugiarse en Etiopía.
En 622, al aumentar la persecución, decide marchar a Medina, acontecimiento que se conoce como “hégira” (emigración) y que da origen al calendario musulmán.
Antes de la hégira, el mensaje de Muhammad se centró en mantener la unidad de los creyentes, tanto los primeros seguidores de Meca, como los que se le unieron en Medina.
Identidad de la comunidad musulmana
Es allí, donde se produce un cambio profundo, ya que se habían incorporado a la comunidad miembros de otras tribus y se llegó a pactos con los judíos de la zona.
A partir de ese momento la predicación se centrará en su oposición a los paganos, representados en la tribu de los Qurays.
Hasta el 628, la revelación adquiere orientaciones precisas sobre la identidad de la comunidad musulmana frente a judíos y cristianos.
Un mensaje abierto a todo aquel que lo recibiera y que excluía a los que lo rechazaran o fingieran aceptarlo.
Muerte en Medina
Hacia el 628, Mahoma, ya convertido en dirigente de la comunidad (Califa), pacta con los Qurays y en 630 entra en Meca.
La adopción del Islam por parte de numerosos miembros de esta y otras tribus, acaba por solidificar un nuevo orden en el que todos los creyentes son considerados iguales.
En 632, tras una breve enfermedad Muhammad murió en Medina.
A partir de esa fecha, los principales retos de la nueva comunidad musulmana se centrarían en su sucesión espiritual y temporal.
Jesús considerado profeta pero no Dios
Cuando se produce un acercamiento a la figura de Mahoma desde el cristianismo es frecuente encontrar referencias positivas hacia la figura de Jesús.
Hemos de tener en cuenta que para el musulmán, Jesús es considerado un profeta y mensajero de Dios, enviado a los israelitas para recordarles el monoteísmo puro.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que aunque participa de las cualidades del resto de profetas, el Corán niega formalmente la divinidad de Cristo, su muerte y resurrección.