Toda gran canción recuerda la búsqueda del sentido profundo de la vida
Nuestra vida tiene esquinas oscuras que apenas sabemos pronunciar; a veces secretos, a veces errores, a veces ambas cosas. Esos lugares impronunciables los apartamos sutilmente, esperando a que alguien nos los ilumine de un modo inesperado. Algunas veces, no siempre, alguien nos cuenta lo que nosotros no nos atrevemos a contar de nosotros mismos. En todas las tradiciones, las palabras que necesitaban ser poderosas no simplemente se pronunciaban en edictos o leyes, sino que si necesitaban ser además recordadas entonces eran cantadas. Las canciones, algunas veces, nos cuentan lo que somos mucho mejor que cualquier novela, ley o test psicológico.
Todas las religiones tienen cantos que buscan recordar el sentido de la vida en toda su profundidad. Cualquier gran gesta tiene su canción. Y cualquier experiencia profunda (el amor y la muerte, la alegría y la tristeza) está compuesta por notas. En la tradición cristiana, Dios tiene voz al crear al mundo, y su voz son ángeles de serafines y querubines que cantan a coro. Rezar es en el fondo un tipo de canto, y en la oración universal de la Iglesia Católica, el libro de las horas, se canta en el llamado “tono recto”. Sin canciones, no hay vida. Quizás porque la naturaleza se creó, tal y como también muestra la ciencia, al son de una armonía universal.
En nuestros tiempos, las canciones tienen su propia autonomía no religiosa, pero si es cierto que toda gran canción recuerda la búsqueda del sentido profundo de la vida, entonces toda gran canción es en cierto sentido una huella transcendente de lo que buscamos. Y buscamos que alguien ilumine esos rincones apenas pronunciables de nosotros mismos. Porque la vida no va sólo de fracasos y tristezas, sino de preguntas por el deseo absoluto de felicidad, o como dice Dawes, porque se ha de “
El primer problema de la vida no es tener que ser buena persona, ser bueno moralmente, es atreverse a buscar en toda su amplitud el sentido real de lo que vivimos (cualquier experiencia) sin censurar ni ideologizar. Es ahí donde cristianismo y vida coinciden, y también es ahí donde comparece la verdadera moralidad, el querer hacerlo lo mejor posible, porque esa es la encrucijada donde “
Nadie dijo que sería fácil, canta Cloud Cult, “
Es extraño juzgar la vida no desde la moralidad sino desde su sentido de búsqueda y felicidad, pero es que la moral mal entendida conduce a un moralismo que frustra al ser humano, porque efectivamente la persona no puede ser perfecta por sus propias fuerzas, y porque (siendo sinceros) buscar “ser perfecto” tiene un punto de aburrimiento, mientras que buscar ser feliz tiene algo de aventura y magia.
Nuestros rincones oscuros se pueden entonces transformar en un canto de perdón y regeneración. “Hay un agujero en mi vida, ¿puedes llenarlo?”, canta Bastille, “estamos por hacer”, y “
¿Cómo es posible sino que alguien, tan aparentemente ateo como Radical Face, sea capaz de cantar “fui bendecido con malos ojos” cantando un supuesto “
Así, tan sencillamente complejo como esto, nuestros rincones esquinados se alumbran con la presencia de otro. Somos seres incompletos que nos buscamos en
Esa presencia es alegría y deseo, esperanza y lucha, que muchas veces tiene la forma de huella, de una presencia que aún está ausente. “
Y ahí la esperanza se transforma en espera y gratuidad. Porque esa necesidad del otro tiene la peculiaridad de que no es exigible y no puede serlo sino a costa de desvirtuarla. El otro ha de ser tan libre de venir a nuestro encuentro como lo ha de ser nuestro deseo por él. A ese fenómeno, de un deseo necesitado y una alegría de la presencia del otro, le hemos llamado amor. En tanto que espera se ve como necesidad y tiene un
¿Tan extraño puede ser entonces que incluso la muerte sea vista no sólo únicamente como mal sino como la culminación de un
Es extraño, pero así lo cantan,
El problema, como siempre, no es el moralismo (hacer, hacer, hacer), sino la misericordia y la felicidad. Todos, cristianos y no cristianos, lo cantan: Felicidad, no a medias, no un periodo, no en una balanza de pros y contras, sino
Sólo desde ahí la acción, la vida y el caminar (equivocándonos muchas veces) contornean su máximo rostro: “