¿Cuál es la actitud correcta cuando uno encuentra algo extraviado y no sabe a quién devolvérselo?
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Un día, un amigo encontró 20 dólares por el suelo y quería quedárselos. Otro decía que era mejor darlos a un necesitado. ¿Cuál es la actitud correcta?
Lo más correcto es intentar devolverlos a la persona que los ha perdido. No se trata de ser escrupulosos, sino de reparar en lo posible el daño de la persona que ha sufrido la pérdida. El deber de quien encuentra dinero o bienes es el de intentar restituirlos a su legítimo propietario.
De hecho, se trata de la aplicación de la “regla de oro” que enseñó el mismo Jesús: “Hagan a los demás lo que quieran que ellos les hagan a ustedes” (Lucas 6,31). El principio de la restitución de lo que se encuentra perdido tiene también un fundamento bíblico: en el libro del Deuteronomio se manda devolver cuanto antes “el buey o a la oveja de tu hermano”.
“Si ese hermano no es tu vecino o no sabes quién es, encierra al animal en tu casa y cuídalo hasta que él lo venga a reclamar. Entonces se lo devolverás. Lo mismo harás con su asno, con su ropa y con cualquier otro objeto que pierda tu hermano y que tú encuentres: no podrás despreocuparte de ellos” (Dt 22, 2-3).
Y si es “absolutamente imposible determinar quién es el dueño, el objeto encontrado debe destinarse a la beneficencia”. Así lo decía el Catecismo del Concilio de Trento, y añadía, tajante: “Quien no siente que tiene que devolver las cosas, se muestra capaz de robarlas si pudiera”.
Por tanto, dar a un pobre el dinero que uno ha encontrado fortuitamente sería lo ideal, pero está claro que si la persona que encuentra el dinero se haya realmente necesitada, no tiene culpa si, en lugar de darlo a otros, se lo queda. Quizás haya sido hasta providencial haberlo encontrado… ¿quien sabe? Por supuesto, insistimos, siempre que sea imposible devolverlo a su legítimo dueño.
Resumiendo, lo importante es actuar con buena conciencia y con rectitud de intención. Es verdad, 20 dólares es una cantidad pequeña, no tiene tanta importancia, pero lo importante es la conciencia de cada uno. Precisamente por eso es más fácil desprenderse de ellos y darlos a quien lo necesita. Sería un gesto simbólico, pero que dice mucho del corazón de esa persona.
Basado en una respuesta de Antonio Rizzolo en la revista “Credere”.