Joe O'Donnell, periodista y fotógrafo estadounidense que trabajó para la Agencia de Información de Estados Unidos, pasó a la historia por la sesión fotográfica de Hiroshima y Nagasaki. El más famoso, sin duda, es la de un niño de Nagasaki, con la mirada fija, que lleva a cuestas el cadáver de su hermano pequeño muerto de la segunda bomba atómica estadounidense el 9 de agosto de 1945 (Corriere della Sera, 13 de Agosto, 2007).
De los Marines a la fotografía
O'Donnell se alistó en los marines en 1945, a la edad de 23 años, con la intención de ir a luchar contra los japoneses. En cambio fue enviado a estudiar fotografía y luego fue enviado en septiembre, un mes después de las explosiones atómicas, para fotografiar las dos ciudades devastadas, Hiroshima fue bombardeada el 6 de agosto 1945 (140.000 muertes), y Nagasaki el 9 de agosto de (70.000 muertes).
El rostro sereno
Justo en Nagasaki, O'Donnell logró captar una historia sin precedentes. En su foto hay dos niños. Uno tiene la cabeza inclinada, con el rostro sereno, relajado. El niño parece estar durmiendo en los hombros de su hermano, que permanece inmóvil. Parece como si no quisiera perturbar el sueño del pequeño.
Pero el hermano está muerto, y el niño, que tiene sólo 10 años, está esperando que sea incinerado (The Huffington Post, 11 de agosto).
La historia de Joe
Una foto que vale más que mil palabras. Una foto que cuenta un silencio ensordecedor, como sólo una foto lo puede hacer, la tragedia de la guerra, se describe en los ojos apagados de un niño huérfano de diez años.
Una imagen que sacudió profundamente el fotógrafo, que relató la escena en una entrevista a una emisora japonesa:
La mirada fija
La fuerza de la imagen está en la mirada del muchacho con la mirada fija, estoico, sin emociones. Permanece inmóvil, durante unos 10 minutos, con el pequeño cadáver sobre sus hombros. Entonces los hombres con máscaras blancas encargados de las cremaciones se acercan: muy suavemente desatan las bandas que unen al niño a la espalda de su hermano. Los toman por las manos y los pies y lo posan sobre las llamas.
La cremación del hermanito
El hermano mira la escena, no parpadea, escribe el Huffington Post. Un solo movimiento imperceptible de los labios, que sangran. Él se mordía el labio inferior. Pero no derrama ni una lágrima. La llama cae en intensidad, al igual que el ocaso. El niño se da la vuelta y se aleja en silencio, así como llegó.
"Nunca más Hiroshima”
La historia de este niño trastorna profundamente O’Donnell. En una entrevista de 1995 a la emisora japonesa NHK TV, en el 50 aniversario del ataque de Estados Unidos, Joe se disculpó con el pueblo Japonés, en modo particular con las familias de las víctimas de los atentados: