El papa Francisco perpetúa la tradición milenaria de regalar una rosa de oro a la Virgen Negra. El jueves pasado, 28 de julio, el papa visitó a la Czarna Madonna, la Virgen Negra del santuario mariano de Jasna Góra en Czestochowa, Polonia, y depositó ante la milagrosa imagen una rosa de oro. De esta forma regresa la práctica milenaria de la ofrenda papal de una rosa de oro.
Una histórica tradición de diez siglos
Desde el siglo XI, los papas han pedido a maestros orfebres que forjaran rosas en oro puro, luego convertidas en ramos de rosas o incluso en rosales. Consagrada por el papa el domingo de Laetare –es decir, el cuarto domingo de Cuaresma– la rosa de oro es el objeto de una procesión desde la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, en Roma, hasta el palacio de Letrán. A continuación es ofrecida a una iglesia, un soberano o una comunidad meritoria. Esta joya figura entre las más sagradas del papado medieval y se la menciona por primera vez en una bula del papa León IX en 1049. La ofrenda más antigua data de 1096, según escritos de san Martín de Tours. Se trata de una rosa de oro regalada por Urbano II al conde Fulco IV de Anjou. Esta tradición reemplaza a la de la condecoración de las llaves de san Pedro, iniciada en el siglo VIII.
En París, el Museo Cluny expone la rosa más antigua conservada hasta nuestros días (la mayoría han sido fundidas). Fue obra del orfebre sienés Minucchio en 1330, y fue enviada al conde de Neuchâtel por el papa Juan XXII. El estilo de las rosas ha variado con el paso de los siglos, algunas están engarzadas con piedras, otras se alzan sobre un pedestal. La rosa de oro que ofreció en 1668 el papa Clemente IX a la reina de Francia, María Teresa de Austria, ¡pesaba más de cuatro kilos! Pero aunque evolucione la ornamentación, la simbología permanece: las rosas representan la Pasión y la Resurrección de Cristo.
Una rosa para la Virgen Negra
Durante el siglo XX, los papas han dedicado estas rosas de oro principalmente a santuarios marianos. Como Juan Pablo II y Benedicto XVI antes que él, el papa Francisco ha rendido homenaje a la Madonna negra de Czestochowa. Desde el siglo XIV, el icono está al amparo de un monasterio sobre la colina de Jasna Góra, cerca de la ciudad de Czestochowa, en Polonia. El monasterio ha sido objeto de ataques durante siglos, sobre todo en 1430, cuando unos saqueadores husitas rajaron la representación mariana.
El icono milagroso, un auténtico símbolo de unidad para Polonia y cuya realización se atribuye a san Lucas, ha sido objeto de una notable veneración por parte de los fieles. Los polacos le conceden el mérito de varias victorias militares, como la del rey Juan III Sobieski contra el asedio turco de Viena en 1683, o la de los polacos contra el avance soviético en 1920. Los exvotos presentes sobre los muros de la capilla dan testimonio de las numerosas curaciones milagrosas. Millones de peregrinos vienen a visitarla cada año, entre ellos Juan Pablo II, que fue a depositar su cinturón blanco ensangrentado por el atentado de la plaza de San Pedro en 1981.
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