Uy cuando dijo que la mayoría de matrimonios católicos no son válidos…
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Cuando el papa Francisco declaró que la mayoría de los matrimonios católicos no son válidos, estaba haciendo un diagnóstico sin por ello modificar ni una coma de la doctrina católica. Sin embargo, sigue provocando reacciones histéricas entre un cierto número de fieles.
Es cuanto menos curioso, puesto que, si uno se toma la molestia de leer la declaración completa en vez de las citas sacadas de contexto, por no decir directamente truncadas, que encontramos en la blogosfera más reaccionaria, constatamos que lo que dice el pontífice está en línea con la doctrina de la Iglesia sobre el sacramento del matrimonio: el matrimonio es indisoluble desde el momento en que es válido sacramentalmente, lo que supone que se han de reunir de antemano ciertas condiciones de validez.
Esto explica que en algunos casos la Iglesia reconozca a posteriori que ciertos matrimonios que se creían válidos, de hecho no lo eran. Es lo que se denomina reconocimiento de nulidad del matrimonio (y no anulación del matrimonio).
La declaración que ha hecho el Papa sobre el estado de inmadurez afectiva, psicológica y espiritual de numerosos católicos no es, por desgracia, nada sorprendente cuando uno se toma la molestia de abrir los ojos a la realidad.
Si no fuera cierto, no tendríamos estos debates sobre la cuestión de los divorciados y vueltos a casar. Nada nuevo en este punto.
Sin embargo, cuando el Papa dice en voz alta lo que todo el mundo percibía sin atreverse a manifestarlo alto y claro, ciertos católicos se ofenden. Y otros expresan su desaprobación con una sorpresa expedita.
Pero ¿no es más sorprendente la alergia que tiene un cierto número de católicos a la sinceridad del papa Francisco?
Del mismo modo que cuando el papa Francisco declaró que “la Iglesia tiene que pedir perdón a las personas gays a las que ha ofendido”, no hacía sino recordar el Evangelio: invita a la conversión de aquellos que no se comportaron de forma caritativa hacia personas homosexuales y él mismo se incluye en el lote.
Por otro lado, no cambia nada sobre la posición de la Iglesia a propósito de la homosexualidad. En este sentido, no ha cambiado nada desde que organizara la oposición a la ley de matrimonio homosexual en Argentina…
Y sin embargo, ciertos católicos se dicen desestabilizados. ¿Y no es precisamente la reacción de ellos la que desestabiliza?
¿Qué hay de desestabilizador en predicar a los católicos por la conversión de sus corazones y sus miradas? ¿Qué hay de desestabilizador en decirles que si han herido a un hermano o una hermana hay que pedirles perdón?
Las palabras del papa Francisco se corresponden con el espíritu y el sentido exactos del Evangelio. Hacerle reproches siendo adepto de la religión del amor es una contradicción manifiesta, a la vez que grotesca.
Pero sobre todo es el indicio de que hay algo que no marcha bien. Al menos en ciertos entornos, puesto que el escepticismo contra el papa Francisco está lejos de ser generalizado, ya sea en el interior o en el exterior de la Iglesia…
Las reacciones histéricas de un determinado sector de católicos
Ciertos círculos católicos se empeñan en criticar al Papa en nombre de una identidad católica que confunden con la suma de malos hábitos, visiones sesgadas y prejuicios heredados de su familia o de su entorno. Es esta herencia la que asimilan en el depósito de la fe y la que acusan al Papa de querer liquidar.
No le perdonan que les recuerde que la única identidad del cristiano es la de seguir a Cristo y que ello supone muy a menudo el cambiar muchas cosas en uno mismo y alrededor de uno… y de romper con los prejuicios y la lealtad al entorno de origen.
Un cierto número de católicos rechaza por herencia convertirse en cristianos por elección. Hacen lo que en equitación se denomina rehusar el obstáculo e intentan hacer pasar su rigidez y dureza de corazón como fidelidad al magisterio de la Iglesia.
De ahí la paradoja de esos católicos que se remiten más al pensamiento de Charles Maurras y de Pierre Gattaz [el uno, político francés de extrema derecha, y el otro, presidente de la patronal francesa; N. del T.] que al pensamiento de los Padres de la Iglesia y que creen ser más católicos que el Papa, hasta el punto de pretender darle lecciones de catolicismo. ¡Cuando no le acusan abiertamente de traicionar el depósito de la fe!
Con el pretexto de denunciar fechorías, bien reales, del clero y del episcopado francés que habían utilizado el Vaticano II para justificar sus propias fantasías (pastorales, teológicas, litúrgicas y morales) y, en definitiva, su propia apostasía, ciertos círculos católicos quieren cargar responsabilidades sobre los hombros de un papa argentino que no tiene culpa de nada.
La contradicción manifiesta entre lo que dicen ser –a saber, católicos que procuran ser fieles a la autoridad de la Iglesia porque está guiada por el Espíritu Santo– y su comportamiento de protestantes –niegan la autoridad intelectual, espiritual y moral del Papa– salta a los ojos de todos menos de ellos mismos. Parecen ser los únicos que no son conscientes de ello.
Pero lo más absurdo de este tipo de comportamiento es que son deliberadamente hirientes y no se detienen ni ante procedimientos deshonestos y maliciosos: insultos, calumnias, insinuaciones, citas tergiversadas o fuera de contexto, acusaciones sin pruebas… Toda la gama de recursos manipuladores al completo (o más bien al complot).
Estos comportamientos son lo contrario de lo que Cristo nos pidió (amar al prójimo como a nosotros mismos).
Los que se sirven de estos medios deshonestos rechazan no sólo la presunción de inocencia del papa Francisco, sino sobre todo rechazan adoptar con él una presuposición de bondad.
Son el “contra-testimonio” para todos los no cristianos. Desalientan a los mejor intencionados y hacen huir al resto.
Esta actitud traduce (¿traiciona?) en aquellos que la adoptan una profunda malicia indisociable de una forma de orgullo que consiste en considerarse, ellos, como el consejo de administración de la Iglesia y al papa Francisco como un director de empresa que debe rendir cuentas ante ellos regularmente y, sobre todo, buscar su satisfacción.
Por desgracia para ellos, la Iglesia fue fruto de la voluntad y el diseño expreso de Cristo, y el Papa es designado por el Espíritu Santo.
Ya que no pueden destituirle, se consuelan con cuestionarle, un poco como cuando el político conservador francés Alain Juppé dijo de Benedicto XVI que comenzaba “a ser un verdadero problema” y que vivía “en una situación de autismo total”.
La oposición al Papa y el rechazo del Evangelio
El que es recriminado por el Papa, en el fondo lo es como petición a los católicos para que sean fieles al Evangelio. El papa Francisco nos pone en guardia contra el riesgo o, más en especial, contra la tentación de preferir defender el continente (la cultura cristiana) antes que vivir su contenido (Cristo).
Lo que algunos católicos le reprochan es que les recuerden que Jesucristo no requiere defensores, sino que busca testigos, y no son la misma cosa (de lo contrario, habría llamado a las legiones de ángeles para escapar de su Pasión).
Lo que le reprochan algunos ateos piadosos es el decir en voz alta que los católicos europeos no están ahí para recordar a las masas ignorantes las bellezas del arte romano, sino para anunciarles la buena nueva de nuestra redención por Jesucristo comenzando por vivir ellos mismos en consonancia con esta Buena Nueva.
Otros le detestan porque les recuerda que tienen una misión: dar testimonio a través de su vida y su palabra de que Dios es un Dios de amor y que sólo Él puede colmar la aspiración del ser humano a ser amado (“¿Quién podrá colmar los deseos de mi corazón, responder a mi petición de un amor perfecto? ¿Quién si no tú, Señor, Dios de toda bondad, si tuyo es el amor absoluto de toda la eternidad?”).
Lo que detestan por encima de todo es cuando el papa Francisco les recuerda que esta responsabilidad les incumbe también a ellos en tanto que bautizados, que tienen un deber de ejemplaridad porque la santidad no es una opción que puedan elegir no seguir, sino que es su única vocación, la sola razón de ser en esta tierra y la condición para su salvación.
Ciertos le odian porque no quieren entender que la fe cristiana es la fe en un Dios omnipotente que ha decidido servirse de nosotros para obrar la salvación de la humanidad. Ellos preferirían un Dios musulmán, que les ordenara utilizar la fuerza.
Su obsesión con el islam es el reflejo de su envidia y la expresión de su pesar por no poder exaltar su propia voluntad de poder, a imagen de esos musulmanes que pueden justificar su voluntad de dominar invocando la yihad e imponer, cuando están en posición de fuerza, el estatus de dhimmi a los no musulmanes…
Del mismo modo que el amor vuelve inteligente, la maldad vuelve ciego. A fuerza de hacer decir al Papa lo que no ha dicho, por ejemplo, acusándole de haber dicho que todos los matrimonios eran nulos, los enemigos del papa Francisco se condenan a no entender nada.
Al plantear un diagnóstico sin complacencias sobre la realidad de ciertos matrimonios celebrados en las formas, el Papa señaló directamente a las consecuencias de la apostasía y del laxismo de un cierto número de responsables del clero que han renunciado a iluminar conciencias negándose a celebrar un matrimonio sacramental cuando las condiciones de validez no eran satisfechas.
Negándose a escuchar lo que dice el Papa en realidad y dando preferencia a la calumnia, los católicos que disfrutan detestándole se condenan a una ceguera voluntaria.
La histeria que el papa Francisco desencadena en algunos no nos dice nada de lo que hace o piensa el Papa, pero nos enseña mucho sobre el estado interior de sus detractores.
Desde este punto de vista, la alergia al papa Francisco es un buen síntoma revelador de incoherencias e infamias de algunos círculos católicos. En cierto sentido, es una buena noticia: ¡las máscaras caen!