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Francisco conocía muy bien el corazón de uno de los palotinos asesinados

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Esteban Pittaro - publicado el 07/07/16

A 40 años de la muerte de cinco palotinos en Argentina se busca "encontrar la verdad y la justicia"

40 años se conmemoraron el 4 de julio del asesinato de los sacerdotes Alfredo Leaden, Pedro Dufau y Alfredo José Kelly, y los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio José Barletti, en una parroquia de Villa Urquiza, Buenos Aires.

Los cinco, palotinos, fueron encontrados muertos en la casa parroquial de San Patricio por Rolando Savino, el organista del templo, por entonces de 16 años. Los asesinos, presuntamente militares, utilizaron más de 70 balas para acribillar a los cinco religiosos.

El mismo Savino estuvo a cargo de la musicalización de la ceremonia que a 40 años del fatídico hecho, hoy atribuido a la dictadura militar que desde marzo de ese año ejercía el poder en la Argentina. Presidió la Misa el cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires.

Otros 14 obispos concelebraron la Eucaristía, entre ellos el Secretario General de la Conferencia Episcopal y el Nuncio Apostólico en la Argentina. Concelebró también el padre Rodolfo Capalozza, quien era seminarista compañero de los palotinos asesinados, y esa noche salvó su vida por ir a dormir con sus padres y no a la parroquia.

15 años atrás, el cardenal Jorge Bergoglio celebraba allí una Eucaristía muy similar, acompañado por el Nuncio y otros obispos, en memoria de los religiosos, y recordaba el vínculo que lo unía con uno de ellos, el padre “Alfie” Kelly.

Bergoglio era confesor y director espiritual del padre Kelly. “Yo soy testigo -porque lo acompañé en la dirección espiritual y en la confesión hasta su muerte- de lo que era la vida de Alfie. Sólo pensaba en Dios. Lo nombro a él porque soy testigo de su corazón, y en él, a todos los demás. Simplemente ruego para tener la gracia de la memoria, que nos haga agachar la cabeza y pedir perdón, usando las palabras de Jesús ‘porque no saben lo que hacen’, por quienes desgarraron esta ciudad con este hecho”, dijo en aquella ocasión el hoy Papa Francisco.

“Esta parroquia (…) ha sido ungida por el testimonio de quienes ‘juntos vivieron y juntos murieron’. Por el testimonio de aquellos que quisieron no vivir para sí, quisieron ser grano de trigo y murieron para que otros tuvieran vida. No sólo se ungió el altar en aceite cuando se consagró esta parroquia. Las baldosas de este solar están ungidas con la sangre de aquellos a quienes el mundo no pudo reconocer porque no eran del mundo”, dijo en aquella ocasión.

Aunque se habla popularmente del martirio de los palotinos, y a que varios como Savino recopilan documentación que sustente la causa, aún no se formalizó una investigación que determine si hubo efectivamente martirio en el asesinato de estos religiosos.

“En los años 70, la región estaba marcada por situaciones de hambre y marginalidad, en un contexto de terrorismo de Estado y violaciones de los derechos humanos. La Iglesia vivía la euforia del período posconciliar y los padres de la comunidad palotina habían resuelto en una reunión el lunes anterior mantenerse fieles al mandato de Jesús y no a los poderosos de este mundo”, explicó en una conferencia de prensa el padre Capalozza, en el mismo sentido en el que reflexionó la comunidad palotina con un comunicado emitido para este aniversario.

“Queremos buscar la verdad y la justicia frente a lo sucedido. Esa justicia que brota de un corazón sanado y redimido y que siempre busca el bien hasta de aquellos que nos hicieron mal. Esa verdad que nos hace libre y nos permite construir una sociedad automáticamente reconciliada. Verdad y justicia que no se oponen al perdón. Sin esta dimensión de perdón, no seremos fieles a ellos. Tampoco lo seremos si nos hacemos cómplices de la impunidad”, reflexionaron los palotinos argentinos.

La oración de Kelly

En tiempos en que desde el Estado y las guerrillas se cruzaban balas provocando numerosos asesinatos, con grupos y personas de la Iglesia incluso apoyando a un lado u a otro, se infundía el miedo sobre quienes condenaban la violencia y llamaban a la paz. En ese clima de confusión y tensión, el padre Kelly, cuyo director espiritual era el hoy Papa Francisco, esto escribía tres días antes de su muerte:

“He tenido una de las más profundas experiencias en la oración. Durante la mañana me di cuenta de la gravedad de la calumnia que está circulando acerca de mí. A lo largo del día he estado percibiendo el peligro en que está mi vida. Por la noche he orado intensamente, al finalizar no he sabido mucho más.

Creo sí que he estado más calmo y tranquilo frente a la posibilidad de la muerte. Lloré mucho, pero lloré suplicando al Señor que la riqueza de su gracia que me ha dado para vivir acompañara a aquellos a quienes he tratado de amar, recordé también a los que han recibido gracias a través de mi intercesión, lloré mucho por tener que dejarlos. Nunca he dudado que fue Él quien me concedió la gracia y tampoco que no soy indispensable, aunque tengo mucho que decirles aún, sé que el Espíritu Santo se los dirá… Y mi muerte física será como la de Cristo un instrumento misterioso, el mismo Espíritu irá a algunos de sus hijos, pedí para que fuese a Jorge y a Emilio, para los que me odian, para los que recibieron a través de mí, para el florecimiento de las vocaciones, para crear hombres dentro de la sociedad que sean necesarios, los que Él desea.

Me di cuenta entre mis lágrimas de que estoy muy apegado a la vida, que mi vida y mi muerte, su entrega, tiene por designio amoroso de Dios, mucho valor.

En resumen: que entrego mi vida, vivo o muerto al Señor, pero que en cuanto pueda tengo que luchar por conservarla. Que seré llamado por el Padre en la hora y modo que Él quiera y no cuando yo u otros lo quieran. Ahora, justo en este momento estoy indiferente, me siento feliz de una manera indescriptible. Ojalá que esto sea leído, servirá para que otros descubran también la riqueza del amor de Cristo y se comprometan con Él y sus hermanos, cuando Él quiera que se lea. No pertenezco ya a mí mismo porque he descubierto a quien estoy obligado a pertenecer. Gracias Señor”.

El Papa, confesor

El Papa Francisco también fue confesor de una religiosa cuya causa de beatificación se encuentra en marcha. Se trata de la hermana Martha Pereyra Iraola, con quien compartió misiones en La Rioja y se veían frecuentemente en Buenos Aires. El cardenal Bergoglio motivó en 2004 el inicio de la causa de la religiosa del Sagrado Corazón de Jesús.

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