Pon nombre a tus cadenas y conoce por qué te atanHoy se habla mucho de libertad. Todos queremos ser libres, optar libremente por lo que nos hace felices, no vivir atados a nada: “Vuestra vocación es la libertad: no una libertad para que se aproveche la carne; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor”.
Quiero ser libre para la vida. La libertad es compromiso. No es vivir sin compromisos, no significa no tener vínculos.
El otro día leía: “Los jóvenes suelen anhelar la libertad y la independencia como si estas fueran en cierto modo absolutas. Hablan de ella como un bien en sí mismo, como si solo existiera en una categoría ideal, sin las trabas de las obligaciones y el deber”[1].
Los vínculos son esas cadenas que nos hacen libres. Tengo la vocación de la libertad plena. Libertad no es vivir sin compromisos, sin responsabilidades.
Es mucho más. Es un salto en el vacío. Es confiar en un Dios que nos marca el camino de una libertad más plena. Es libre el que opta y se compromete.
El otro día leía: “Sólo el hombre puede elegir libremente no servir a su Creador. Cuando el hombre elige servir a Dios y hacer su voluntad, conquista su libertad más sublime y más plena. Puede parecer paradójico afirmar que nuestra libertad más plena y sublime depende de seguir hasta en el más mínimo detalle la voluntad de otro, pero no deja de ser cierto cuando ese otro es Dios”[2].
Soy más libre cuanto más me comprometo con Dios y sigo su voluntad y me adapto a su querer. Cuando renuncio a mis planes por elegir los suyos. Cuando opto por comprometerme a lo que Él me propone.
Quisiera ser más libre. Libre de ataduras que me impiden dar un salto de compromiso mayor. Libre de dependencias que me lastran.
A veces parece que la libertad nos viene dada por la ausencia de obligaciones y compromisos. Relaciones que no comprometen. Amores que no atan.
Pero al final es más libre el que opta, el que echa raíces, el que elige. No el que vive su vida sin tocar el corazón de nadie, sin involucrarse en el camino de la vida.
Más libre es el que sabe que lo importante es entregarse sin límites. El que no teme perder la posibilidad de elegir entre muchas opciones, porque ya ha elegido seguir una opción determinada. No tiene menos libertad. En realidad es más libre. Porque esas elecciones le hacen profundizar en su seguimiento a Dios en el camino.
Pero a veces creo que camino con muchas ataduras que no me dejan ser libre. Ataduras que me pesan.
Quiero ponerles nombre a mis cadenas. Saber por qué me atan. Me pesan y me impiden ser más yo mismo, ser más auténtico. Quiero desenmascarar tantas esclavitudes que no me dejan soñar. Que me impiden darme por entero.
A veces las circunstancias que vivo me atan, no me dejan darme con libertad. Quiero ser más libre, quiero que Dios libere mi corazón. Quiero ser más libre para amar.
Tengo que ser esclavo por amor para no caer en la tentación de morder a los otros: “Si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente”. Jesús es paciente, manso y humilde. Jesús es esclavo de todos por amor. No quiere la violencia. No se resiste al mal. Actúa con bondad. Busca la comunión y la unidad.
Jesús es libre para amar. Su libertad escandaliza. Su mirada sobre la vida y sobre los hombres. Su mirada comprensiva hacia el que sufre. No busca quedar bien. No se atiene a compromisos.
Busca siempre la verdad. Sirve a todos por amor. No rechaza. No camina sólo con los que piensan como Él. Me impresiona su libertad soberana. Su amor comprometido.
[1] Walter Ciszek, Caminando por valles oscuros
[2] Walter Ciszek, Caminando por valles oscuros