Mala hasta el delirio, esta nueva entrega de las tortugas peleonas devoradoras de pizza es, pese a todo, mejor que su predecesoraPeter Hartlaub, del “San Francisco Chronicle” dijo de Tortugas Ninja 2: fuera de las sombras, “a tu yo de once años le va a encantar esta película, entonces éste crecerá y se preguntará en qué estaría pensando”. Cuando veo una película como esta segunda entrega de las Tortugas Ninja me preguntó qué veía yo cuando tenía once años. No quisiera dejarme llevar por los años y tener que admitir al final que, en efecto, flirteo con los cuarenta y lo que me gustaba cuando era niño ahora me resulta deplorable.
Cuando yo tenía once años los que cortaban el bacalao en esto del cine eran Spielberg, Lucas y compañía y sus películas, mejores o peores, podrían dejar a la altura del betún un título como Tortugas Ninja 2: fuera de las sombras. ¿Qué los tiempos han cambiado? En efecto, pero creo que resulta bastante evidente que para peor. Aunque algunos cineastas siguen refundando el cine de los ochenta con desiguales resultados (con J.J. Abrams a la cabeza) los realizadores empeñados en abrir nuevos caminos con las fórmulas de hoy en día están resultando ciertamente espectaluznantes.
Si quieren buscar a un culpable no vale la pena mirar a sus dos guionistas, Josh Applebaum y Andre Nemec, ni si quiera a su director, David Green, un realizador responsable de uno de los fiascos más recientes de Disney que casi nadie vio (entre otras cosas porque no se terminó de estrenar en todo el mundo) Tierra a Eco. Al fin y al cabo Green se ha limitado a poner en imágenes de la mejor manera posible las indicaciones visuales de su verdadero responsable, Michael Bay. Resumiendo mucho, Bay es el director de películas como La roca, Armageddon y todas las entregas de la saga Transformers. Aunque algunos se empeñan en defenderlo, en los foros digamos, serios, todos estamos de acuerdo en que Bay, en el mejor de los casos no deja de ser un cineasta resultón pero a todas luces, y casi sin excepción, muy malo.
Bien, pues imaginen qué ocurre cuando un tipo como Bay encarga a un asalariado una película hecha por él pero sin su nombre en los créditos. El resultado es un título desconcertantemente shakesperiano, en tanto nos encontramos en una de esas películas que resultan un clarividente ejemplo de “mucho ruido y pocas nueces”. Puede que un niño de once años sienta que está en una montaña rusa, puede incluso que sienta una inexplicable e imprevista atracción sexual por la periodista April O´Neil (Megan Fox), puede que disfrute como nunca viendo a las tortugas saltar y pelear pero bajo todo su estruendoso y demasiado largo ruido no hay un ápice que retener en la retina.
Es cierto que existe un cierto intento por concretar a los personajes con determinados conflictos internos pero todo es tan vacuo y vacío que nunca resulta verosímil y no porque estemos viendo a una tortuga disfrazada de ninja hablar, sino porque se advierte nada más pagar la entrada que no hay alma en estos personajes. Esto, me van a disculpar los detractores de los éxitos de los 80, no pasaba cuando yo tenía once años. Al final, la sensación es que a nosotros nos trataban como a niños y que ahora a los niños los tratan como a idiotas.
En resumen, muy aburrida.