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¿Qué invadimos ahora?, un pellizco interesado a la realidad europea

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Ramón Monedero - publicado el 28/05/16
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Recuerda ese axioma periodístico, “no dejes que la verdad te estropee un buen titular”

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Michael Moore es un tipo peligroso, aunque él no tiene la culpa. En realidad, los responsables son toda su legión de fans que lo abanderan en nombre de la libertad y el antiimperialismo cuando no deja de ser una voz más que, por muy crítica que sea, está sujeta a sus propios intereses y a su propia ideología.

Tendemos a asociar el término documental y al de realidad incontestable cuando no deja de ser una visión más, como otra cualquiera, de la realidad. Lo que Moore hace en sus documentales es darle un pellizco interesado a la realidad, pero no porque él sea particularmente malicioso, sino porque es lo que se debe hacer si uno quiere explicar la realidad a un público masivo.

¿Qué invadimos ahora? es un pellizco interesado a la realidad europea. El propósito de Moore es demostrar que en Europa somos mucho más listos, y trasladar a Estados Unidos el estereotipo de que en el viejo continente están las verdaderas, grandes e ilustradas ideas de la humanidad. El concepto es traerse lo mejor de Europa (dando un breve rodeo por Túnez) para aleccionar a unos americanos necios y deshonestos consigo mismos.

Sin embargo el mensaje de Moore tiene truco y además, está sujeto a infinidad de puntualizaciones. De entrada, debemos dar por sentado que lo que nos cuenta Moore es indiscutible y absolutamente la verdad. Complicado, así para empezar. Tal y como el cineasta retrata Europa parece que el viejo continente es el mundo de la piruleta más parecido al de un cuento de hadas que al día a día de un ciudadano de a pie. Me resulta difícil creerme algunas cosas, sobre todo cuando uno sabe que a veces no importa maquillar un poco los hechos, si eso sirve a nuestro propósito, si no llegamos a mentir. Es como ese axioma periodístico, “no dejes que la verdad te estropee un buen titular”. Solo tenemos que obviar un dato y subrayar otro. Ocurre continuamente.

En segundo lugar, debemos de asumir que todo lo que Michael Moore presentan como grandes avances del viejo continente son grandes ideas en sí mismas: la legalización de las drogas en Portugal, la desprejuiciada política de planificación familiar de Túnez preñada de objeciones morales, la política penitenciaria de Noruega, la ley de las universidades de Estonia… Moore supone que lo que funciona en un país puede funcionar en otro cualquiera sin tener presentes las circunstancias sociales, culturales, políticas, económicas y morales que suelen configurar un estado. No señor Moore, las cosas no son tan sencillas.

Es posible, no obstante, que Michael Moore nos haya querido proponer un juego de contrastes que inviten, por lo menos, a la reflexión. La diana está puesta en Estados Unidos pero en realidad la propuesta sirve para cualquiera. De este modo, ¿Qué invadimos ahora? funciona mucho mejor. El film de Moore propone muchas más preguntas que una película al uso y además, admitámoslo, es divertido e ingenioso y caiga mejor o peor, lo cierto es que Michael Moore tiene algunas ideas muy ocurrentes.

En conjunto, el visionado de ¿Qué invadimos ahora?, pese a sus desmedidas dos horas de metraje, resulta mucho más estimulante que la media de la cartelera habitual. Puede que no estemos de acuerdo con todo lo que nos dice, puede incluso que rechacemos de pleno algunas de sus propuestas, pero sin duda nos planteará preguntas, algunas nuevas y puede incluso que de otro modo, nunca nos las hubiéramos planteado.

 

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