Aunque estemos en nuestro momento más bajo, Dios no nos ha abandonado, sino que de hecho, Él nos está buscando¿Qué es tan importante acerca de la Divina Misericordia de Dios? ¿Cómo afecta nuestra vida en la tierra?
Desafortunadamente, muchos viven como si Dios fuese un tirano que castiga sin clemencia a aquellos que pecan. Cuando una persona se ve viviendo una vida de pecados, por ninguna razón va a querer volverse hacia un tirano, sino que decidirá vivir una vida de desesperación. Dios los ha abandonado y no ven más esperanza después de la muerte.
Afortunadamente, ese no es el Dios en el que creemos, ya que Él es un Dios tanto de justicia como de misericordia.
Para poder entender por qué la devoción a la Divina Misericordia es tan importante, veamos qué significa para Dios ser misericordioso.
Antes que nada, la misericordia de Dios siempre ha estado relacionada a Su justicia. El papa Francisco explica:
“Estas no son dos realidades contrarias, sino dos dimensiones de una única realidad que se desenvuelve progresivamente hasta que culmina en la plenitud del amor. La justicia es un concepto fundamental para la sociedad civil, que está destinada a ser gobernada por leyes. La justicia es también entendida como aquello que es propiamente correspondiente a cada individuo. En la Biblia, hay muchas referencias a la justicia divina y a Dios como a un “juez”. En estos pasajes, la justicia se entiende como la total observancia de la Ley y el comportamiento de cada buen Israelita en conformidad con los mandamientos de Dios… la justicia es concebida esencialmente como el abandono confiado de nosotros mismos a la voluntad de Dios” (Bula de Indicción, énfasis añadido).
Dios nos juzga basados en cuán fieles somos a Sus mandamientos y en cuánto nos abandonamos y a Su santa voluntad.
Sin embargo, la justicia de Dios no termina allí. Dios desea que toda su gente sea traída a una buena relación con Él y Él sale activamente a su encuentro. Él no es un juez frío que desprecia a aquellos que viven fuera de la Ley. Al contrario, Su justicia requiere que Él salga al encuentro de los que están perdidos y que haga todo los intentos necesarios para atraerlos hacia Sus preceptos. Como aparece en el Catecismo:
“El hombre puede olvidar a su Creador o esconderse lejos de su cara; puede seguir ídolos o acusar a deidades de haberlo abandonado; pero el Dios vivo y verdadero llama incansablemente a cada persona” (CIC 2567)
El papa Francisco reafirma esta realidad y la conecta con la Misericordia de Dios. Él nos dice:
“La Misericordia no se opone a la justicia sino que expresa la manera en que Dios se acerca al pecador, ofreciéndole una nueva oportunidad para verse a sí mismo, convertirse y creer“. (Bula de Indicción)
Dios incluso revela este tipo de misericordia en el Antiguo Testamento a través del profeta Ezequiel cuando Él dice:
“¿Creen ustedes que me gusta la muerte del malvado? dice Yavé. Lo que me agrada es que renuncie a su mal comportamiento y así viva” (Ezequiel 18,23).
La misericordia no niega la Ley en ninguna manera ni la hace superflua. Dios mantiene que nosotros deberíamos permanecer leales a Sus mandamientos y que somos juzgados respectivamente.
Sin embargo, Dios no es un ser estacionario, o incluso una figura del tipo Zeus que envía rayos y truenos sobre los pobres pecadores. Por el contrario, Él busca acercarse a la oveja perdida, la toma sobre Sus hombros y la trae de regreso a Él.
Desafortunadamente, muy a menudo rechazamos a Dios cuando viene a tocar nuestra puerta. Rechazamos sus intentos de atraernos nuevamente hacia el rebaño y cuando lo hacemos, permanecemos alejados de Su abrazo amoroso.
Cuanto más lo rechacemos, más difícil nos será aceptarle cuando nos veamos cara a cara con Él al final de nuestras vidas.
La buena noticia es que Él nunca deja de intentar atraernos. No importa cuán lejos estemos de Dios, Él siempre saldrá a nuestro encuentro. Depende de nosotros aceptarle en nuestras vidas y permitir que Su amor nos envuelva.
Es por esto que la devoción a la Divina Misericordia es tan importante para disipar la oscuridad en los momentos de desesperación.
Nos recuerda que aunque estemos en nuestro momento más bajo, Dios no nos ha abandonado, sino que de hecho, Él nos está buscando.
Dios siempre está ahí, especialmente cuando lo necesitamos más.
El infierno es un lugar para aquellos que han rechazado la Divina Misericordia de Dios y han decidido revolcarse en la desesperación, mientras el Cielo es donde podemos aceptar Su mano extendida, cambiar nuestras maneras pecaminosas de vivir y ser traídos a la completa comunión con Él.
Así que recordemos las palabras del papa Francisco, especialmente en tiempos en que pensamos que hemos sido abandonados por Dios a causa de nuestros pecados:
“Dios no niega la justicia. Sino que la envuelve y la traspasa con un evento aún más grandioso en el cual experimentamos el amor como fundamento de la justicia verdadera.
La Misericordia no se opone a la justicia sino que expresa la manera en que Dios se acerca al pecador, ofreciéndole una nueva oportunidad para verse a sí mismo, convertirse y creer” (Bula de Indicción).
Adaptación y traducción al español por María Vanegas
Fuente: PhilipKosloski.com, autor: Philip Kosloski
Artículo publicado por pildorasdefe.net