Francisco habla en su homilía en Santa Marta de la verdadera alegría más allá del optimismo
El cristiano no anestesia el dolor, sino que lo vive en la esperanza de que Dios nos dará una alegría que nadie nos podrá quitar. Lo dijo el Papa en la misa celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Dolor y alegría en la mujer que da a luz
En el Evangelio del día, Jesús, antes de su Pasión, advierte a los discípulos que estarán tristes pero que esta tristeza se convertirá en un grito de alegría.
Y usa la imagen de la mujer que va a dar a luz: “Siente dolor porque le ha llegado el momento, pero cuando da a luz al niño, no se acuerda más del sufrimiento”. Espera en el dolor y exulta en la alegría.
Comenta el papa Francisco:
“Esto es lo que hacen la alegría y la esperanza juntas, en nuestra vida, cuando estamos en las tribulaciones, cuando tenemos problemas, cuando sufrimos.
No es una anestesia. El dolor es dolor, pero vivido con alegría y esperanza te abre a la alegría de un fruto nuevo.
Esta imagen del Señor nos debe ayudar en las dificultades que muchas veces son duras, que incluso te hacen dudar de la propia fe…
Pero con la alegría y la esperanza seguimos adelante, porque después de la tempestad llega un hombre nuevo, como la mujer cuando da a luz.
Y esta alegría y esperanza Jesús dice que es duradera, que no pasa”.
Alegría y esperanza, no estar contentos o ser optimistas
La alegría y la esperanza, destacó el Papa, “van unidas”.
“Una alegría sin esperanza es una diversión simple, una alegría pasajera. Una esperanza sin alegría no es esperanza, no va más allá de un sano optimismo.
La alegría y la esperanza van juntas y las dos provocan esta explosión que la Iglesia en su liturgia casi, me permito decirlo así, grita sin pudor: ‘¡Exulte tu Iglesia!’.
Exulte de alegría, sin formalidades. Porque cuando la alegría es fuerte no hay formalidades: hay alegría”.
Salir de sí misma
“El Señor -afirmó el papa Francisco- nos dice que habrá problemas” en la vida y que esta “alegría y esperanza no son un carnaval: son otra cosa”.
“La alegría refuerza la esperanza y la esperanza florece en la alegría. Y así vamos adelante. Pero las dos, con esta actitud que la Iglesia les quiere dar, estas virtudes cristianas, indican un salir de nosotros mismos.
El alegre no se cierra en sí mismo; la esperanza nos lleva allí y el ancla que está en la playa del cielo te lleva fuera. Salir de nosotros mismos con la alegría y la esperanza”
Una alegría que no pasa
“La alegría humana -explicó el Papa- puede ser destruida por cualquier cosa, cualquier dificultad”.
Jesús, sin embargo, quiere darnos una alegría que nadie nos podrá quitar: “Es duradera. Incluso en los momentos más oscuros”.
Así sucede en la Ascensión del Señor: “Los discípulos, cuando el Señor se va y no lo verán más, se quedan mirando el cielo, con un poco de tristeza. Pero los ángeles los despiertan”.
El Evangelio de Lucas cuenta: “Volvieron felices, llenos de alegría”, “la alegría de saber, dijo el Papa, que nuestra humanidad ha entrado en el cielo, por primera vez”.
“La esperanza de vivir y reunirnos con el Señor” se convierte en una “alegría que inunda toda la Iglesia”, añadió.
“Que el Señor nos dé esta gracia -concluyó el Papa- de una alegría tan grande que sea la expresión de la esperanza y una esperanza fuerte, que se convierta en la alegría de nuestra vida, de manera que el Señor custodie esta alegría y esperanza y nadie nos la pueda quitar”.
