Tengo que tener abierto el corazónLa última cena estuvo llena de gestos y palabras. De miradas y silencios. De abrazos y nostalgias. Hoy dice Jesús: “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras”.
El amor guarda siempre las palabras del amado. Poco después de esa cena comenzaría el silencio de Jesús. El dolor de los que aman. La muerte y la ausencia. Pero antes Jesús les pide que guarden sus palabras y repitan sus gestos.
Ellos son los custodios de su vida, los guardianes de sus silencios, los defensores de sus palabras, los imitadores de sus gestos.
Cuando Él ya no esté, ellos contarán sus palabras, repetirán sus mismos gestos, amarán como Él amaba. Serán Jesús en la tierra. Harán lo que Él hizo, vivirán como Él vivió.
Como nosotros que somos de Cristo, somos Cristo. En eso consiste seguir a Jesús. Guardar sus palabras. Repetirlas en el corazón. Hacerlas vida. Y repetir sus gestos. Porque pienso que en la vida de Jesús tenían más fuerza sus gestos que sus palabras, más sus silencios que sus gritos. Su manera de sanar, de tocar al hombre, de abrazar, de mirar.
Esa noche, ya la última con los suyos, también está llena de gestos. Jesús les lavó los pies, les donó su cuerpo y su sangre.
Pero esta noche también les habló. Quería contarles tantas cosas… Sabe que ahora están aturdidos por la pena, pero les pide que lo guarden todo como su gran tesoro.
Sus palabras les sostendrán más adelante. Sus palabras se harán vida un día en su alma y serán luz para muchos.
Jesús les dijo muchas cosas. Seguramente cada uno guardaría una palabra especial de esa noche de despedida. Para cada uno habría algo que necesitaba oír, algo que tocó lo más hondo de su corazón. Una palabra de predilección, de ánimo.
Ahora es Pascua, es el momento de recordar, de guardar. La noche del jueves santo Jesús les dice que el Espíritu santo les ayudará a recordar. Me encanta esa imagen. Dios me habla. Y a la vez me recuerda lo que me habló, porque yo me olvido. Me habla un día, pero vuelve siempre a recordarme esa palabra de vida y de amor que pronunció.
Si yo le amo guardaré sus palabras. Quiero guardar siempre sus palabras de amor. Cuando me dice que cuenta conmigo. Que ha deseado tanto compartir esta cena conmigo.
Hoy les dice: “Me voy, pero vuelvo a vuestro lado”. Se va y vuelve. ¡Cuánta paz me dan sus palabras! La Pascua es esta verdad: Jesús vuelve siempre. Me habla de nuevo.
Y sólo me pide que lo guarde dentro y no lo olvide. Y me dice que Él me ayudará a recordar que mi vida está hecha para amar. Cuando me olvide, cuando me llene de otras palabras que no me dan vida.
Tengo que tener abierto el corazón. Rezar y meditar como María. Porque María amaba y guardaba dentro sus palabras. Aun sin entender las guardaba. Y dentro de su alma, oraba y se preguntaba. Ella me ayuda a recordar ese amor de Jesús lleno de palabras, de silencios, de gestos.