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CLÁSICOS DE CINE: Las Nieves del Kilimanjaro y el poder redentor del amor

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Jorge Martínez Lucena - publicado el 24/04/16
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Una exitosa novela de Hemingway llevada al cine el los años 50Hemingway es uno de los grandes escritores americanos. En 1933, él y su segunda esposa hicieron un Safari. De él extrajo abundante material para el que es quizás su mejor reportaje, Las verdes colinas de África, así como para varios cuentos, como “La corta vida feliz de Francis Macomber” o “Las nieves del Kilimanjaro”. Este último acabó convirtiéndose en un clásico cinematográfico de la mano de Henry King, que ya tenía experiencia en adaptaciones de obras de la alta literatura, como fue el caso de su filme La canción de Bernadette (1945), basada en la novela de Franz Werfel.

Las nieves del Kilimanjaro se estrenó en 1952, siendo un escalón más en la consagración definitiva del escritor, que ese mismo año publicó El viejo y el mar, ganando el Pulitzer del 1953, y que en 1954 ganaría el Premio Nobel de Literatura llegando así al culmen de su carrera.

Como suele suceder en la obra de Hemingway, los materiales de los que está tejido Las nieves del Kilimanjaro han sido recogidos de sus aventureras experiencias. El protagonista del relato, Harry Street, es escritor, como él; ha tenido varias mujeres, como él; empina el codo, como él; oscila entre las villas lujosas, los bares y los parajes más apartados de la civilización, como él; participa en la guerra civil española, como él; le gustan los toros, como a él; frecuenta París, como él; enferma en un Safari y tiene que esperar a que una avioneta llegue para evacuarlo hasta un hospital donde puedan curarlo, como él.

Lo que se nos cuenta en este largometraje es muy sencillo. Todo comienza con un paisaje africano. La llanura inmensa de la sábana y al fondo un cono nevado que se alza majestuoso. El narrador afirma lo siguiente: “El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masai, “Ngáje Ngái”, “la Casa de Dios”.

Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas. Más adelante, estas mismas palabras se van a convertir en el acertijo que el tío Bill le va a dejar en herencia al protagonista.

Tras esta breve introducción, nos encontramos con Harry Street (Gregory Peck) postrado en un camastro en mitad de la sabana africana. Durante el safari en el que ha tomado parte se ha hecho una pequeña herida en la pierna, se le ha infectado y yace febril, viendo progresar la implacable evolución de la enfermedad, a la espera de la muerte, que se anuncia ubicua en la acuciante espera de los buitres posados sobre el árbol inmenso que yergue ante su tienda de campaña y en la asidua visita nocturna de la hiena, que husmea por el campamento oliendo la hediondez a descomposición de su herida.

Le cuida su mujer, Helen (Susan Hayward), que tiene que soportar su pesimismo. Harry vive embargado por la premonición de la muerte, sumido en una especie de ensoñación, a caballo entre la enfermedad y la borrachera, en la que, en sucesivos flash-backs, recuerda su pasado e intenta exorcizar el dolor que le produjo ser abandonado por su primera mujer, Cynthia (Ava Gardner).

El espectador empieza a entender: es precisamente este asunto pendiente el que hace que su matrimonio actual esté ahogado en el alcohol y el cinismo, como si Harry hubiese sido incapaz de librarse del fantasma de Cynthia, de la culpabilidad que todavía siente debido a su egocentrismo ciego, que fue el que la hizo huir.

Tras la ruptura con su primera mujer llegó el éxito literario y otras relaciones sentimentales pasajeras: la vida alegre, portadora del olvido. Hasta que conoció a su actual mujer, Helen, a la que en un principio confunde en la calle con Cynthia. Desde ese momento va a intentar retomar el pulso de su vida. Pero la herida abierta por la ruptura y posterior muerte de su primera esposa, se vuelve a abrir en cuanto él intenta mantener una nueva relación seria y verdadera. Es como si su dolor le impidiese amar de verdad. Hasta que se ve obligado a escarbar en él.

Al final, Harry va a poder descubrir el verdadero rostro de Helen gracias a la catarsis que le va a procurar el empeoramiento radical de su estado, su consiguiente paseo por el umbrío borde de la muerte y la decidida valentía sajadora de su esposa.

Harry Street resulta ser el leopardo de enigma del tío Bill. Se ha perdido en la vida buscando al fantasma de Cynthia, que le ha llevado a un lugar tan absurdo y extremo como las postrimerías del Kilimanjaro. Y ese paraje recóndito e inimaginable, se ha convertido, gracias al amor de Helen, que lo ha acompañado incondicionalmente hasta lo más hondo de su infierno, en un nuevo inicio.

 

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