Se aprueba el milagro de la laica consagrada argentinaEl Santo Padre aprobó la publicación del milagro atribuido a María Antonia de Paz y Figueroa, que permite la beatificación de esta laica consagrada argentina. Será beatificada en Santiago del Estero, que vivirá así uno delos acontecimientos más importantes de su historia.
Nacida en 1730 en Santiago del Estero, María Antonia de Paz y Figueroa, de ilustre familia, colaboró de joven con la Compañía de Jesús en la organización de los ejercicios espirituales. A los 17 años adoptó una túnica negra y se consagró a manera íntima, como laica, ya que no había en la zona religiosas consagradas. Así, se dedicaba a colaborar con los sacerdotes en la catequesis, y a distintas obras de misericordia como visitar enfermos. Las mujeres como ella, consideradas beatas en aquella época, no vivían en clausura aunque sí en comunidad para asistir mejor a las tareas de los jesuitas, y asumían un nuevo nombre, por lo que ella asumió el nombre de María Antonia de San José.
El sobrenombre Mama Antula proviene del mestizaje entre el español y el quichua, variedad del quechua hablada por los pueblos autóctonos de Santiago del Estero. El Mama viene del sentimiento que provocaba en los necesitados, para los que era madre, y Antula de la derivación quichua del nombre Antonia.
La expulsión de los jesuitas la tomó a los 36 años. Ella, lejos de desanimarse, se volcó de lleno a que continuasen los ejercicios espirituales, a los que invitaba puerta por puerta con el apoyo de sacerdotes de otras familias religiosas. Casa a casa iba recolectando almas y limosnas para solventarlos, tanto en Santiago del Estero, como en otras provincias y ciudades que visitaba con inmenso celo apostólico.
“A pie a veces acompañadas de un viejo carretón. Santiago del Estero polvo y espanto. Ahí iba la peregrina convencida de que tenía que Propagar el Reino de los Cielos con gestos y palabras imitando a Jesús”, recordaba recientemente el cardenal Mario Poli, Arzobispo de Buenos Aires.
Salta, Jujuy, Catamarca, Tucumán, La Rioja, Córdoba, y finalmente Buenos Aires fueron visitadas por una mujer cuya fama comenzaba a cruzar el charco, ya que jesuitas expulsados la recordaban con cariño desde Europa y mantenían con ella un intercambio epistolar que luego se traducía y circulaba por el viejo continente.
Ya en Buenos Aires, capital del virreinato a la que llegó a pie y descalza, tuvo problemas para convencer al Obispo y al Virrey para que la dejen llevar adelante los ejercicios. Sin embargo, pronto no sólo la apoyaron, en el caso del Obispo Sebastián Malvar incluso predicando, sino que también le confirieron extraordinarios votos de confianza. Monseñor Malvar incluso llegó a disponer que ningún seminarista se ordenase si Mama Antula no certificaba su buena conducta durante los ejercicios. En los primeros cuatro años, más de 15000 personas concurrieron a los ejercicios, en los que desaparecían las barreras sociales y nunca faltaba el plato, aún cuando no se le cobraba “ni un dinero” a los ejercitantes.
Tras impulsar la práctica de los ejercicios en Uruguay con el apoyo y el viaje a costa del Virrey Vértiz, Antula regresó a Buenos Aires y emprendió uno de sus legados más emblemáticos, aquel que la acompaña siempre en sus reseñas: la fundación de la Casa de Ejercicios Espirituales. La Casa no sólo recibía a los ejercitantes, sino que también servía de hogar para las beatas como ella fundando así la Sociedad de Hijas del Divino Salvador. Tenía además un hogar anexo que servía de refugio para las prostitutas arrepentidas.
Mama Antula falleció en 1799, en auténtica fama de santidad. El milagro atribuido a su intercesión que permite ahora su beatificación tiene que ver con la curación de la Hija del Divino Salvador María Rosa Vanina, en 1904. Se trató de una colecistitis aguda mortal para la época.
Otros legados de la Mama Antula
Entre otros legados de la Mama Antula se encuentra el haber impulsado la devoción a San Cayetano, una de las más populares de la Argentina. A él encomendó su tarea evangelizadora, y la suya fue la primera imagen venerada en la casa de Ejercicios en Buenos Aires. Al acompañar luego la tarea de las hijas espirituales de Mama Antula, su popularidad fue creciendo en todo Buenos Aires, y luego el país.
Aunque falleció años antes del nacimiento de José Gabriel Brochero, el impulso que Mama Antula dio a los ejercicios ignacianos en la Argentina hizo que esta noble práctica que trasciende a los jesuitas conmueva al Cura Brochero, de pronta canonización, quien hizo de ellos un pilar de su apostolado.