No hace ideologías: simplemente, se pone en la piel de un trabajador y padre de familia que no llega a fin de mesThierry es un padre de familia de 51 años que, con un hijo minusválido y después de 20 meses en paro, haciendo inútiles cursos de formación, consigue un empleo en el servicio de seguridad de unos importantes supermercados. Todo va bien hasta que su trabajo incluye vigilar a las cajeras por si hacen algo indebido y así poder despedirlas. Entonces él empezará a tener escrúpulos morales hacia su trabajo.
El director francés Stéphane Brizé, director curtido en dramas sociales, nos ofrece una película interesante sobre la precaria situación actual del mundo laboral. Por su parte, el actor Vincent Lindon nos brinda una contenida y creíble interpretación que lo ha llevado a triunfar en el Festival de Cannes.
Esta película tiene dos características singulares. Por un lado supone un ejercicio de estilo de Stephane Brizé, al rodar la película a base de largas escenas casi en plano fijo, como si fuéramos testigos discretos y directos de los hechos desnudos, sin ser sometidos a la manipulación del montaje.
Por otro lado, dentro de su sobriedad deliberada, tempo lento y frialdad manifiesta, es una de las películas más antisistema que se han hecho últimamente, y además con una perspectiva moral.
A diferencia de Ken Loach, el acento no está en la lucha ideológica sino en la conciencia individual. Thierry no es un hombre de discursos elaborados ni de tendencias sindicales. Simplemente sabe lo que es no llegar a fin de mes y sufrir por no poder sacar adelante a los tuyos. Por eso su solidaridad con los trabajadores no nace de premisas ideológicas o de clase, sino de su propia experiencia humana. Sin duda una película inteligente y necesaria