Con anemia crónica, sus estadísticas no le ayudaban… Sus detractores se equivocaron
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Cuando Gundars Vētra hacía la primera experiencia de un letón en la competitiva NBA, caída de la Unión Soviética mediante, Kristaps Porzingis ni siquiera había nacido. Con 20 años, Porzingis llegó en 2015 a la liga más competitiva del mundo, tras una fugaz pero exitosa experiencia en Sevilla.
Pero el arribo no fue el esperado. Lo abuchearon. Fans de los Knicks denostaron la decisión de contratarlo, en una mezcla de frustración por los malos resultados deportivos y de temor a los extranjeros. El equipo de la Gran Manzana no encuentra el rumbo hace años, y un joven de Letonia no parecía la mejor opción para los de Nueva York.
El aparato de marketing intentó convencer a los fans con los mejores artilugios. Hasta lo llevaron como una gran estrella a un partido de baseball para que oficie de lanzador invitado.
Pero había que esperar a octubre. Esa velada, en el segundo cuarto del partido contra los Bucks, en Milwakee, el gigante Porzingis recibió la pelota en la línea de tres puntos, avanzó con dos pasos y dos piques hasta la zona pintada, elevó su brazo derecho, y con un tiro rústico pero con algo de aquel gancho que el gran Patrick Ewing patentó en los Knicks comenzó a destrabar una relación conflictiva.
Apenas un año antes, este joven de 20 años pero 2.20 metros de altura descollaba en el CB Sevilla, club que en 2010 se animó a ficharlo pese a que varios clubes europeos se habían negado por su anemia crónica. Nutricionista mediante, celebraba cada kilo como una canasta. Aprendió muy rápidamente español, al igual que el inglés, que mamó viendo la televisión de niño. Fue ganando resistencia en los entrenamientos y partidos, y respondiendo a la confianza que los andaluces depositaron en él. La anemia no le complicó la carrera, y al llegar al primer equipo llamó la atención del mundo NBA.
Haber sido elegido cuarto en el draft de la NBA fue sorpresivo, pese a que en los sondeos previos se alumbraba una buena elección. Para ilustra el logro, baste recordar que Carmelo Anthony, mejor jugador de los Knicks, había sido elegido en 2003 en el tercer lugar. El prejuicio hizo que los silbidos no fueran metafóricos para Porzingis, ignorando la juventud de la persona a la que se dirigían.
Las estadísticas, esas que en el mundo de los deportes han sido explotadas al máximo por el básquet, confirman lo equivocado de ese prejuicio. En minutos, en puntos, en rebotes, en todo ha ido creciendo Kristaps hasta ser hoy el gran candidato a novato de la temporada. Las estadísticas confirman incluso el error de los clubes que lo descartaron en su juventud por la anemia. Sin días de descanso su promedio es incluso mejor al que posee con dos días entre partido y partido.
Kristaps Porzingis no es ajeno a la adversidad. Aprende, enfrenta, encesta, convence, triunfa. Las redes sociales reflejan el arrepentimiento de los seguidores de los Knicks, que vuelven a ilusionarse con participar de un playoff. Aprendieron la lección.