Al revestirse de su carne pobre, aceptó la condición de buscador que tiene todo hombreJesús no lo sabía todo. No tenía claro todos los pasos a dar. Al revestirse de su carne pobre, Jesús renunció a su sabiduría infinita. Renunció a conocer el futuro en todos sus pasos. Y aceptó la condición de buscador que tiene todo hombre.
Jesús se hizo peregrino. Buscador de cumbres. Soñador de cielos. No se quedó al lado del camino esperando una luz que le mostrara los pasos a dar.
En Nazaret durante treinta años vivió de la mano de Dios, atado a María, anclado en José. Allí tocó el amor humano y se supo amado profundamente por Dios en su familia, en ese hogar que había recibido como don.
Pienso que a veces es necesaria la hondura del alma antes de poder comenzar a compartir lo que llevamos dentro. Nazaret fue un tiempo de pozo antes de poder ser fuente. Un tiempo de raíz profunda en la tierra antes de poder ser tronco y fruto.
Compartió la misma intimidad del alma de María. Esa intimidad de María con Dios fue la que la hizo capaz de estar un día junto a la cruz.
La hondura y la roca de nuestra vida se mide hacia dentro, en su profundidad. En el océano interior. Si no tenemos vida interior, honda y profunda, cuando el viento sople con fuerza nos quebraremos.
Pero al mismo tiempo es verdad que todo eso que tenemos dentro un día lo entregaremos. Y dejará de ser algo sólo nuestro. Se romperá la tierra y brotará la vida. Nuestra vida es para darla.
Tras salir de su hogar, de sus raíces más hondas, camina hacia fuera después de muchos años de caminos interiores, de hablar con su Padre, en silencio, en la intimidad de su familia de Nazaret.
Jesús tuvo paciencia. Esperó señales. Buscó las estrellas cada noche intentando descifrar los misterios. Y un día se puso en camino. Dejó su tierra de Nazaret y llegó al Jordán como un hombre cualquiera. Dios se hizo uno más. Pisó mi camino como un hombre más.
Jesús me enseña con su vida a ser más humilde y a buscar el querer de Dios en medio de las sombras. Sin pretender tenerlo todo claro. Confiando en su amor y dejándome conducir por Él cada día. Arrodillándome antes de comenzar a andar. Pidiendo su bendición, su amor, su luz.