El lugar donde se rodó la escena final de “El despertar de la fuerza” ofrece una valiosa meditación sobre la batalla invisible que sacude nuestro mundo.¿Te encantó la escena final de La Guerra de las Galaxias: El despertar de la fuerza? Sorprendentemente, el espléndido panorama y las antiguas ruinas no formaban parte de un set preparado para la película, sino de una isla real frente a Irlanda.
Todavía más intrigante es el hecho que las ruinas que se ven en la película son restos de un monasterio cristiano del siglo VI.
En este contexto, el simbolismo de la escena final impresiona, no sólo porque subraya temas espirituales fundamentales de la película, sino porque ofrece también una valiosa meditación sobre la batalla invisible que sacude nuestro mundo.
La elección de filmar en la isla de Skelling Michael fue motivada principalmente por las impresionantes vistas, comentó J. J. Abrams, “hemos sido honrados por haber obtenido el permiso de grabar ahí. Hemos respetado el lugar lo más posible porque sabíamos que era un lugar sagrado”.
Los realizadores de la película hicieron una excelente elección al decidir filmar ahí, y lograron encontrar una locación que tuviera implicaciones espirituales tanto en la película como en la vida real.
La trama de El despertar de la fuerza gira alrededor de la búsqueda de Luke Skywalker en la esperanza de que logre reanimar y salvar a la galaxia. Se dice que nadie sabe dónde está, y los personajes en general consideran que se ha retirado solo avergonzado por sus fracasos.
Una posibilidad que se ha discutido de los personajes es que Luke haya ido en búsqueda del primer templo Jedi, y el mapa que encuentran les proporciona su ubicación.
El aspecto interesante es que la película subraya la necesidad de una respuesta “espiritual” al mal del mundo.
Los personajes no intentan reclutar más soldados o construir armas más grandes para la Resistencia, sino que ponen su esperanza en un hombre anciano que cree que “la Fuerza” es real y tiene la clave para superar el “lado oscuro”.
Es incluso posible que Luke haya ido a buscar el primer templo Jedi no por vergüenza, sino porque tenía necesidad de renovar su “fe”.
Incluso Han Solo, que en la trilogía original no creía que las “religiones populares” pudieran vencer ninguna batalla, ahora proclama con audacia: “Todo es verdad”.
Lo que unifica todo es la coincidencia de que la isla en la que se filmó la escena final fue dedicada hace más de mil años a San Miguel Arcángel (de ahí el nombre de Skelling Michael).
El monasterio de la isla fue fundado por uno de los más grandes santos irlandeses, san Finnian de Clonard, en el siglo VI.
San Finnian fue formado por los discípulos de san Patricio, y se convirtió en un maestro influyente que a lo largo de los siglos ha inspirado a muchos santos irlandeses.
San Finnian y los monjes que vivieron durante siglos en Skelling Michael imitaban el ejemplo de los Padres del Desierto, que se retiraban del mundo para dedicarse a la oración, al ayuno y al ascetismo.
Buscaban detener la oleada de mal en el mundo siguiendo las palabras pronunciadas por Jesús a sus discípulos: “Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la oración” (Mc 9,29).
Lo que significa hoy para nosotros es que si queremos realmente combatir las fuerzas del mal actuales tenemos que volver a las fuentes y renovar nuestra dedicación a la oración y al ayuno.
Necesitamos una respuesta espiritual a la oscuridad que ha descendido a nuestro mundo.
Desgraciadamente, muchos de nuestros monasterios contemplativos han sido abandonados, y en el proceso hemos perdido una parte fundamental del cristianismo.
Juan Pablo II intentó remediar la situación e instituyó un convento claustral en los muros vaticanos. Sabía que las oraciones de los religiosos contemplativos mantenían a flote a la Iglesia en momentos de dificultad.
Benedicto XVI también reconoció la importancia fundamental de la oración contemplativa, transformando ese convento en su propio claustro, desde donde sigue rezando por nosotros y el mundo.
Existen incluso obispos que instituyen monasterios contemplativos en cada diócesis a la que son asignados porque saben que no pueden llevar a cabo su misión sin esas oraciones.
Si la mayor parte de nosotros no está llamada a llevar una vida de oración de clausura, todos podemos hacer nuestra parte en el drama cósmico de la salvación. Haciendo lo que podemos y renovando nuestra dedicación a la oración y al ayuno, sobretodo en vista a la Cuaresma.
El mundo depende de nosotros.
Por Philip Kosloski, escritor y bloguero. Su blog: philipkosloski.com