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John Williams, el gran restaurador de la música clásica para el cine

HOLLYWOOD CA, AUG. 30, 2013. Composer/conductor John Williams conducting the LA Phil in a tribute to

Photo by Lawrence K. Ho/Los Angeles Times via Getty Images

HOLLYWOOD CA, AUG. 30, 2013. Composer/conductor John Williams conducting the LA Phil in a tribute to director Blake Edwards and composer Henry Mancini at the Hollywood Bowl on Aug. 30, 2013. John Williams returns to the Hollywood Bowl conducting the LA Phil in themes from Raiders of the Lost Ark and Star Wars, among others. (Photo by Lawrence K. Ho/Los Angeles Times via Getty Images)

Antonio Pardo Larrosa - publicado el 17/12/15

La música de Star Wars colocó al compositor en el centro de la galaxia convirtiendo a un desconocido Johnny Williams en un clásico del siglo XX

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Tomando como punto de partida la frase del profeta –discípulos para la tradición cristiana- que reza: por sus obras los conoceréis, expresión que suele usarse con relativa frecuencia para darnos un criterio que nos ayude a distinguir con claridad entre los verdaderos y los falsos profetas y que tiene su fuente en el evangelio (Mt 7, 15-20), se puede confeccionar una pequeña arqueología musical que de sentido a tan excepcional afirmación.

Como suele decirse de un modo coloquial esta frase tiene “más razón que un santo”, y es que la pronuncio Jesús de Nazaret hace mucho, mucho tiempo. Pues bien, a través de ella se puede vislumbrar una buena parte de la historia de la música teniendo en el horizonte algunas de las obras más significativas de los últimos cinco siglos.

Cuánta razón tenía Mateo, el recaudador, cuando dos milenios después, año arriba, año abajo, nos paramos a observar desde la distancia alguna de las obras más importantes de la historia del ser humano. Quién no recuerda las Pasiones de Bach, o el Requiem de Mozart, o más aun, la Novena sinfonía de Beethoven, por citar a los clásicos; pero también, cómo olvidar algunas canciones de los Beatles, o la intro del Tubular Bells, terrorífica melodía escrita por Mike Oldfield para la película de culto The Exorcist, o por qué no, la conocida y tarareada tonada de Charriots of fire inmortalizada por Vangelis, obras que tienen mil y una miradas, porque gracias a ellas reconocemos –mantenemos en la memoria- a sus insignes autores.

A tenor de lo expuesto se puede entender la realidad de Star Wars, obra que inmortalizó a John Williams, posiblemente –que me perdonen los seguidores de Jerry Goldsmith- el compositor de música cinematográfica más importante e influyente de las últimas décadas. Hablar de Star Wars es hablar de una de las piezas musicales más famosas y reconocidas, no solo de la música de los últimos años, sino de toda la historia de la humanidad. Podría decirse, salvando las distancias, claro está, no se me vaya a enfadar algún catedrático, que Star Wars es a Williams, lo que La Misa de Réquiem en re menor, K. 626 es a Wolfgang Amadeus Mozart.

Siendo rigurosos con la discografía del Maestro –la cronología está para algo, digo yo- no se puede aseverar de un modo rotundo que Star Wars sea propiamente dicha su opera prima, eso es algo evidente, ya que antes de su realización en 1977 el compositor ya había escrito algunas obras de cierta relevancia. Trabajos como Jaws, Earthquake o thePoseidonAdventure, por citar unos cuantos, escritos unos años antes dan buena cuenta de ello.

Ahora sí, para dar credibilidad a mis palabras es necesario explicar el porqué de esta afirmación que lleva a considerar de esta manera a Star Wars como su primera gran obra. Quizás se pueda encontrar la respuesta a dicha afirmación en un sencillo concepto que define la aparición de Williams en el panorama musical de la década de los 70 –la de los 60 fue otra cosa- cuando irrumpió en la escena de la época mostrándose al público como el gran restaurador. Por eso mismo tiene sentido hablar de Star Wars como su primer gran opus, un inspirado trabajo que definió su ulterior forma de componer. Así conocimos la alargada y original figura de Williams el restaurador.

Williams el Restaurador

Los monarcas van y vienen, eso es así desde que el hombre deambula por la faz de la tierra. Durante décadas –años 50 y 60, sobre todo- la música cinematográfica estuvo representada por algunos de los reyes más poderosos del séptimo arte, a saber: Newman el melódico; Herrmann el innovador; Waxman el delicado o Rozsa, el Rey de Reyes, monarcas que durante años mantuvieron entre sí numerosas contiendas de garrote y tentetieso que colocaron a la música cinematográfica en el lugar que se merecía.

Ahora bien, como suele decirse en estos casos –el refranero español es de una riqueza enorme-, “a rey muerto, rey puesto”, y es que nada dura eternamente. Desaparecidos los grandes de la música el trono quedo huérfano durante algún tiempo hasta que un jovencísimo músico curtido en las intelectuales profundidades del Jazz –década de los 60-, llamado John Williams lo reclamo para sí. Fue una época convulsa, de tira y afloja, que enfrentó al Restaurador con el músico más prometedor y original de su tiempo, un extraordinario compositor llamado Jerry Goldsmith, apodado por sus súbditos como el imaginativo, que también reclamo por derecho poético y de sucesión –estudió con Miklos Rozsa- el trono que otros reclamaban como propio.

Disputas palaciegas aparte, lo cierto es que la irrupción de Williams en el panorama musical de la época devolvió a la imagen la esencia que los grandes músicos de antaño abanderaron como propia. Por tanto, si hay una palabra para definir la música de Williams de esta primera época –es evidente que hay muchas más- esa es Leitmotiv, idea que restauró los modelos clásicos convirtiendo en recurrente una idea que andaba por aquel entonces desterrada.

Influenciado por músicos como Wagner, Korngold –muy significativa es su versión del leitmotiv de Kings Row (1942)- o Steiner, la música de Williams el restaurador se circunscribe dentro de lo que podríamos llamar un neo romanticismo clásico que tiene en el uso del leitmotiv su principal estandarte.

Con algunas pinceladas cercanas al sinfonismo de Copland y una orquestación basada en la fuerza de los metales, Williams compuso en 1977 la partitura de Star Wars, la obra que mejor representa su particular y original caligrafía, y que muchos –entre los que me incluyo- consideramos que es su primera gran obra. La música de Star Wars colocó al compositor en el centro de la galaxia convirtiendo a un desconocido Johnny Williams –así firmaba al principio de su carrera- en John Williams, el músico que supo restaurar con acierto los modelos clásicos de la musica cinematográfica.

No hay dos sin tres

Mientras millones de fans esperan con ansiedad la llegada de la nueva entrega de Star Wars, “The Force Awakens”, dirigida por J.J. Abrams, es necesario realizar una breve pero necesaria retrospectiva de las anteriores trilogías que nos haga entender las razones que han llevado a George Lucas a concebir esta nueva. Supongo que contentar a sus legiones de seguidores y, puede que esta sea la más importante, hacer caja, esta vez de la mano de la productora Disney, son a mi juicio las dos razones principales que han llevado al visionario director a tomar semejante decisión.

Sea como fuere, lo que nos importa aquí y ahora es la realización de la banda sonora que una vez más –no podía ser de otro modo- ha recaído en las manos de Williams. Sería una verdadera temeridad hablar de que es lo que el Maestro ha escrito para esta nueva entrega teniendo en cuenta que todavía no ha sido publicado el score, pero si podemos hablar de lo que ha significado para el séptimo arte la música de las dos primeras trilogías separadas entre sí dos décadas.

Por la puerta grande

Utilizando un símil taurino puede decirse que Williams recibió este atractivo proyecto “a puerta gayola” a sabiendas de que Star Wars era un miura, bragado y con trapío que reunía todos los elementos de una gran epopeya. Todo comenzó en 1977 con Star Wars: Episode IV A New Hope, un divertimento familiar que revolucionó el cine de aventuras ambientado en el espacio, un concepto diametralmente opuesto a 2001: A Space Odyssey (1968), película dirigida por Kubrick que hasta la fecha había sido el paradigma del cine espacial.

Para esta primera entrega de la saga Williams escribió unos cuantos leitmotivs que ya forman parte de la historia de la música, melodías que tienen en su Main Titles el ejemplo fehaciente de lo que representa la música del Maestro. La idea principal de la saga es una fanfarria marca de la casa que tiene en la fuerza de los metales, la contundencia de la percusión y la profundidad de la cuerda su razón de ser. Se trata de una melodía que ya forma parte del imaginario colectivo de generaciones, y que sirve, entre otras muchas cosas, para identificar la música con todo lo que rodea al universo de Star Wars.

Otro de los leitmotivs recurrentes de la partitura es el que Williams asocia a la fuerza –Binary Sunset-, esa extraña habilidad sensorial que está en manos de los Jedi y que diferencia a estos caballeros del espacio, inspirados en la caballería medieval y la sociedad feudal, del lado oscuro de la fuerza representado por el siniestro personaje de Darth Vader. La obra se completa con un delicado y romántico tema de amor –Princess Leia´s Theme– que tiene a la princesa Leia como protagonista. Estos y otros temas tendrían su continuación en la segunda parte de la trilogía que recibió el nombre de Star Wars Episode V: The Empire Strikes Back.

En ocasiones se suele utiliza la expresión, “nunca segundas partes fueron buenas”, para referirse al estrepitoso fracaso de la segunda parte de una película, pero quizás sea la música de Star Wars Episode V: The Empire Strikes Back la excepción que confirma la regla. Williams escribió una gran partitura que desarrolla con inteligencia los leitmotivs de su antecesora –Yoda´s Theme/Han Solo and The Princess– añadiendo algunos temas nuevos que impregnan las imágenes de una gran personalidad.

Quizás sea la marcha imperial que describe la oscura y siniestra figura de Darth Vader –The Imperial March (Darth Vader´s Theme)- la que mejor define esta idea. Una melodía de carácter marcial que describe el poder del lado oscuro y que tiene en la cuerda, la percusión y los vientos su imponente desarrollo. Este leitmotiv, junto al de la fuerza, el tema de amor de Leia y Hans Solo y la fanfarria de las galaxias forman, lo que podríamos denominar, el “corpus musicae” de la primera trilogía de Star Wars.

La tercera y última entrega recibió el nombre de Star Wars Episode VI: Return of theJedi, una partitura menos inspirada que las anteriores, pero que aun así aportaba algunos elementos originales anclados en la tradición y el folklore –Parade of the Ewoks-/Victory Celebration– que Williams utilizó para describir a los Ewoks y su planeta. Se trata de una marcha bufonesca desarrollada por la flauta y la percusión que describe la realidad de estos simpáticos y pacíficos animalillos de los bosques. Algunos temas de acción –The Battle of Endor– y los ya conocidos leitmotivs de las dos primeras partes completan la última película de la trilogía.

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Veinte años y una gran decepción

Tuvieron que pasar más de dos décadas para que la segunda trilogía de La Guerra de lasGalaxias viera la luz. La expectación fue de tal calibre que a más de uno –entre esos no me incluyo- parecía que se les iba a salir el corazón por la boca. Lo cierto es que la primera entrega de esta nueva trilogía, Star Wars. Episode I: The Phantom Menace, es una especie de videojuego de última generación –al menos en cuanto a la estética se refiere- que batió todos los records de taquilla originando que el merchandising fuera entendido como una parte más de la producción cinematográfica. Por esta vez y sin que sirva de precedente omitiré cualquier alusión o crítica acerca de la calidad de las tres películas, pues para eso hay otros foros, pero sí aludiré a la música intentando describir una partitura que pudo haber sido más de lo que fue.

Como sus predecesoras estas nuevas entregas se desarrollan en derredor de dos poderosos y retentivos leitmotivs –la tercera, Revenge of the Sith, en menor medida- que demostraron una vez más la habilidad de Williams para crear melodías que trascienden la propia imagen. Para la primera entrega el maestro compuso un tema espectacular para coro y orquesta –Duel Of the Fates– que enfrenta a la fuerza, representada una vez más por los Jedi, con el lado oscuro de la misma. Esta intensa y efectista melodía es lo más interesante de la partitura que intenta sin conseguirlo definir a los personajes principales de la historia.

Tanto el impersonal tema de Anakin –Anaki´s Theme– como el del histriónico y exasperante Jar Jar Binks –Jar Jar introduction´s– se quedan a medio camino sin conseguir que el espectador identifique a los personajes principales con la musica. Huelga decir que vuelven a aparecer, por exigencias del guión, los grandes leitmotivs de antaño que hicieron de su predecesora una obra maestra. El resto de la obra se completa con contundentes temas de acción marca de la casa –The Droid Invasion and theAppearance of Darth Maul/Anakin Defeats Sebulba– que Williams orquesta con personalidad intercalando el leitmotiv principal –Duel Of the Fates– de esta primera entrega.

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Si en The Phantom Menace el leitmotiv principal representaba la lucha de contrarios que siempre ha acompañado a la historia de Star Wars, es en la segunda parte de la trilogía, Star Wars. Episode II: Attack of the Clones, donde el Maestro desarrolla su lado más romántico escribiendo un bellísimo tema de amor que está ligeramente inspirado en su obra Jane Eyre (1970).

Esta emotiva melodía –Across the Stars (Love Theme from Attack of the Clones)– tiene enredados los sentimientos del joven Anakin y la princesa Padmé Amidala, una historia de amor algo edulcorada y cursi que sirve de pretexto a Williams para escribir uno de los temas de amor más logrados de su extensa discografía. El arpa y la flauta –The Meadow Picnic– son utilizadas para describir ese bucólico sentimiento de enamoramiento que invade a los dos protagonistas y que tiene en la música a su mejor y único garante. Del resto, pues ya se sabe, musica compuesta con mucho oficio que acompaña con sentido narrativo a las imágenes creadas por la megalómana mente de Lucas.

La tercera y última parte de esta segunda trilogía, Star Wars: Episode III Revenge of the Sith, es la más dramática de las tres, un compendio de lo acontecido con anterioridad que se desarrolla de un modo elegiaco a través de la transformación de Anakin en Darth Vader. Con algunas pinceladas de The Phantom Menace y una reinterpretación mucho más dramática del Love Theme –con el violín como protagonista, Anakin´s Dream– de Attack of the Clones, Williams intenta escribir una melodía parecida a la de Duel of Fates, componiendo una idea que da sentido a la épica batalla que libra Anakin con su destino antes de convertirse en Darth Vader.

Los coros –Battle Of The Heroes/Padme´s Destiny– que son utilizados para mostrar la lucha final que dará origen al personaje más siniestro de la primera trilogía, Darth Vader, son ahora los protagonistas de la historia, argumento que deja abierta la puerta para que los primeros motivos o leitmotivs de la primera trilogía –A New Hope and End Credits– hagan acto de presencia.

A New Hope

Aunque la última trilogía nos regaló dos o tres ideas fantásticas, de esas que se retienen en la memoria, lo cierto es que Williams fue a lo seguro y no arriesgó demasiado en su propuesta. Quizás si hubiera escrito las tres partituras buscando más la personalidad de algunos de los personajes principales que la generalidad de las situaciones la cosa hubiera sido muy distinta. Comparada con la primera –ya sé que son odiosas- esta monotemática trilogía no deja de ser una obra realizada con mucho oficio que demostró la capacidad que todavía poseía Williams para seguir escribiendo grandes Leitmotivs, ya saben, de esos que te dejan, literalmente hablando, clavado al sillón.

De lo que está por llegar solo él sabe lo que habrá escrito para esta nueva trilogía que en breve llegará a las pantallas de todo el mundo. Mientras tanto, y tomando como epígrafe uno de los grandes temas compuestos por Mike Oldfield, incluido en su obra The Songs OfDistant Earth, diré aquello de, “Only Time Will Tell”…

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