¿Acaso nadie puede hacer nada para remediarlo?“Declaramos a nombre de todos y de cada uno de nuestros credos que la esclavitud moderna, en término de trata de personas, trabajo forzado, prostitución, explotación de órganos, es un crimen de lesa humanidad”. Así calificaba el Papa Francisco la esclavitud moderna, la que se da hoy en el siglo XXI.
Hablamos de víctimas del trabajo forzoso: 11, 4 millones de mujeres y niñas y 9,5 millones de hombres y niños. Hablamos de personas que son explotadas por individuos, empresas privadas e incluso Estados o grupos rebeldes. Hablamos de un trabajo forzado que ofrece unas ganancias anuales ilegales de 150.000 millones de dólares por año. En total cerca de 36 millones de esclavos.
Son muchos sectores los que viven este drama, destacando el trabajo doméstico, la agricultura, la construcción, la manufactura y el entretenimiento. Los inmigrantes y los pueblos indígenas son especialmente vulnerables al trabajo forzoso.
Niños-esclavos que sufren la idolatría del comercio del Primer Mundo. Esclavitud detrás de muchos de los productos “low cost” que todos compramos.
Especialmente dramático es el tráfico sexual, de personas y la trata de blancas: cada año dos millones de personas son víctimas de las bandas internacionales que se dedican a cometer este ilícito. Hablamos de 200.000 niños. Cerca de 20.000 seres humanos (12.000 niños) son destrozados para quitarles riñones, hígado, córneas e incluso hasta el corazón.
En numerosas ocasiones el drama de los refugiados y la inmigración va unida a la trata de personas: La esclavitud sigue existiendo en el siglo XXI. ¿Nadie puede hacer nada para remediarlo?