Techo y Comida, del debutante director Juan Miguel del Castillo, pone su mirada crítica en el candente tema de la crisis económica y especialmente en la cuestión de los desahucios. El guion se inspira libremente en caso real ocurrido en Torrejón de Ardoz en el año 2011, y en una experiencia personal del director.
El argumento se ambienta en Jerez en el año 2012 y nos cuenta la situación de Rocío, una madre soltera y sin trabajo, que apenas tiene dinero para comer. Como teme perder la tutela de Adrián, su hijo de 8 años, intenta aparentar una vida normal. Pero la situación empeora cuando el propietario de la vivienda, agobiado también por las deudas, la denuncia por no pagar el alquiler y se inicia el protocolo de desahucio.
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Techo y comida tiene elementos que la pueden hacer parecer oportunista y algo panfletaria, pero también tiene dentro suficientes puntos de humanidad verdadera como para convertirse en una cinta digna de ser tenida en consideración. En cierto modo el tratamiento de alguno de los personajes recuerda al neorrealismo italiano, por la sencilla pureza de muchos de ellos, supervivientes en un mundo hostil.
Por ejemplo, al coraje de Rocío, llena de dolor y capaz de cualquier sacrificio por su hijo, se suma la generosa solidaridad de su vecina María (Mariana Cordero), una mujer sensible que le da a Rocío todo lo que puede de forma gratuita. Las voluntarias del comedor social que regentan unas monjas también hacen gala de una verdadera caridad.
Pero a diferencia del neorrealismo no hay luz al final del camino, y final abierto pero sin duda trágico, es quizá lo que le da un cierto aire reivindicativo al film. La película también pone de manifiesto el individualismo de una sociedad donde la gente se siente sola y en la que nadie sabe en realidad por qué circunstancias está pasando su vecino.
En los tiempos que corren llama la atención la religiosidad de Rocío, una mujer piadosa que reza el rosario y confía en la Virgen en todo momento. Su fe sincera no parece depender del éxito de sus gestiones, aunque también el espectador lo puede interpretar como oraciones que nunca son escuchadas. La película obtuvo el premio a la mejor actriz para Natalia de Molina (que interpreta magistralmente a Rocío) en el pasado festival de Málaga donde recibió, además, el premio del público.