“Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadaver” es una frase habitualmente asociada a la fugaz vida de James DeanCalificación por edades: Todos los públicos
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“Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadaver” es una frase habitualmente asociada a la fugaz vida de James Dean. Sólo tres películas pero su tupé, su desgarbada figura apoyada en el quicio de una puerta y su aire desvalido pero inconformista son cinematográficamente legendarios. Pero todo empezó antes, con otra icónica imagen en el que con el cuello del abrigo levantado y la cabeza hundida entre los hombros, con los ojos entornados, aterido por el frío, recorre las calles de Nueva York en un implacable blanco y negro.
Anton Corbijn es fotógrafo antes que director de cine, y eso se le nota. Con sus anteriores trabajos “El americano” (2010) y “El hombre más buscado” (2014) demostró que la imagen capturada en medio de la luz y el color podía ser el objeto central y la trama y los personajes casi la excusa para la puesta en escena.
No es extraño por tanto que ahora Corbijn busque como premisa el reportaje que el fotógrafo Dennis Stock (interpretado por un Robert Pattinson empeñado, aquí con éxito, en demostrar que hay vida más allá de la saga “Crepúsculo”) publicó en la revista LIFE (de ahí el título de la película) en 1956 teniendo como protagonista a James Dean (aquí encarnado por un más que convincente Dane DeHaan).
Si con “El desafío: Frost contra Nixon” (Ron Howard, 2008) fue una entrevista televisiva la excusa para retratar un personaje, una época y un medio, es ahora un reportaje fotográfico el atractivo punto de partida para recrear el momento en el que el mito Dean nace.
En 1955 se estrenan “Al este del Edén” (Elia Kazan) y “Rebelde sin causa” (Nicholas Ray) y la trama de “LIFE” nos ubica antes de que finalice el rodaje de “Gigante” (George Stevens, 1956), a mitad del cual falleció el actor en accidente de tráfico, debiendo modificarse parte del guión y recurrirse a un doble para finalizar el rodaje.
El fotógrafo se empeña realizar el reportaje a la meteórica estrella y desde el principio sabe que tiene ante sí alguien único y que su trabajo puede contribuir de manera determinante a erigir a un joven en una figura intemporal. Al mismo tiempo percibe que algo está cambiando en la sociedad, el arte, en la vida… y que James Dean forma parte de todo ello.
La fijación hacia la eternidad que supone una fotografía, recordemos, pasión del director que fue fotógrafo profesional y director de videoclips, especialmente cuando retrata a un ídolo de masas, es en este caso ejemplo paradigmático de lo que el blanco y negro puede conseguir con un motivo adecuado, con un viaje adecuado en torno al protagonista.
James Dean murió demasiado pronto pero gracias a la historia que se nos narra muy convincentemente en esta película descubrimos como una serie de fotografías y el surgimiento de una relación de especial confianza e intimidad entre quienes se sitúan a ambos lados del objetivo, es capaz de trascender la época, el momento y la fugacidad del tiempo que comparten ambos protagonistas.
Quizá después de ver “LIFE”(palabra que en inglés significa “vida”) y de dejarnos deleitar por la re-creación que supone de unas fotografías que han adornado paredes incontables de enamoradas adolescentes y de jóvenes soñadores reflexionemos sobre la fugacidad del tiempo que se nos ha dado para estar en este mundo y de la necesidad de emplearlo de la mejor forma posible para que, si hemos de dejar huella, que no sea simplemente por una imagen.